Hace poco menos de dos años escribíamos que entre las instituciones del sector agropecuario se destacaba el Instituto Agrario Dominicano (IAD), como instrumento que contribuyó a la convivencia pacífica y a disminuir las diferencias sociales en RD tras la caída de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina.
Tanto el presidente Luis Abinader como el expresidente Hipólito Mejía, en el II Congreso del IAD celebrado en abril del 2022, coincidieron con su director Francisco Guillermo García en que la institución debe transformarse en un instituto de desarrollo rural, como ocurre en Costa Rica y otras naciones.
Creado el 27 de abril de 1962, menos de once meses después de la decapitación de la dictadura, el IAD surge para concretizar una reforma agraria que contribuyera a disminuir la brecha entre los terratenientes latifundistas y el humilde jornalero que sobrevivía harapiento con su familia a las orillas de las grandes plantaciones.
El IAD se encuentra en el proceso de salto cualitativo como organismo para la reforma agraria en entidad promotora del desarrollo rural, junto al Ministerio de Agricultura, al que pertenece. La sociedad dominicana del siglo XXI espera que ese organismo jugará un papel fundamental en lo que la investigadora dominicana nacida en Costa Rica Clara Solís-Araya define como “la nueva ruralidad”.
Tanto en su conferencia pronunciada en el Segundo Congreso de la Confederación Nacional de Productores Agropecuarios (Confenagro), como en otras intervenciones, García ha insistido en que la nueva etapa en la que el agricultor se convierte en empresario rural forma parte de la Estrategia Nacional de Desarrollo 2020-2030. Para los nuevos tiempos, el IAD ha suscrito convenios con instituciones oficiales, privadas y de cooperación internacional, comprometidas con su transformación y el desarrollo rural. Hoy, el organismo concluye su “Semana Aniversaria” con un programa en el que detalla su propuesta de cambio, decidido introducir los cambios que demanda la nueva ruralidad. Hay que escribir la historia.