Hace unas semanas criticábamos aquí la postura de círculos intelectuales criollos que descalificaban al obispo Freddy Grullón, de Santiago de los Caballeros, reconocido con el Premio Nacional de Literatura. Quienes hacían las afirmaciones más mordaces contra el poeta religioso admitían que nunca lo habían leído, pero basaban sus juicios en que no era conocido en el ambiente poético nacional, ni estaba presente en publicaciones prestigiosas como el diccionario de Franklin Gutiérrez.
El temporal que azotó al hombre de la túnica púrpura ahora le llega al general Ramiro Matos González, varón de kepis y uniforme verde olivo, vestimenta con la que participó en acciones militares contra guerrillas que se produjeron en el país durante la segunda mitad del siglo XX.
Los ataques que se hicieron contra el obispo escritor se hacen ahora con la misma virulencia dirigidos al militar historiador, después que fuera acogido como miembro de la Academia Dominicana de la Historia. Los curas y los guardias tienen en común que se deben a las misiones que les asignan sus superiores, por lo que no son dados a entrar en polémicas bizantinas, ni siquiera para defenderse de cualquier infamia.
Ocurre que asimismo como el obispo Grullón no fue responsable del premio que entregan cada año el Ministerio de Cultura y la Fundación Corripio, tampoco el general Matos González se autoeligió en la entidad que representa a los historiadores dominicanos.
Al general azuano con cédula romanense lo acusan de haber asesinado a dos héroes y mártires dominicanos: Manuel Aurelio Tavárez Justo y Francisco Alberto Caamaño Deñó, el primero caído en Las Manaclas, San José de las Matas, un 21 de diciembre de 1963, y el segundo en Nizaito, zona también montañosa, pero de San José de Ocoa, un 16 de febrero de 1973.
En la primera acción, el militar era un oficial subalterno que recibía órdenes superiores. Sobre la segunda, escribió un libro junto a Hamlet Hermann, uno de los compañeros del héroe. La picota ahora le corresponde al general. Que descanse el obispo.