Introducción

Mi intento con este trabajo es compartir unas reflexiones en las que aúno datos de la realidad, experiencias personales y enseñanzas recibidas.

Tomemos como punto de partida las tres definiciones siguientes, citadas del Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española:

a) Criticar: “Censurar, notar, vituperar las acciones o conducta de alguien”.

b) Condenar: “Reprobar una doctrina, unos hechos, una conducta, etc., que se tienen por malos y perniciosos”.

c) Quejar: “Manifestar disconformidad con algo o alguien”.
Hemos querido precisar las acepciones en las que tomamos estas tres palabras para diferenciarlas de otras acepciones también válidas y aplicadas a otros contextos distintos de los que vamos a tratar aquí. Así, “criticar” adquiere un significado diferente cuando se habla de “crítica positiva” o de que uno debe ser crítico frente a datos que son incompletos o manipulados”. En esta acepción, “crítica” equivale a “discernimiento”.

Igualmente, “condenar” o “absorber” en el caso del juez justo, es un servicio a la sociedad y forma parte de su oficio, después de un juicio, acompañado de pruebas y discusiones, en las que las partes estaban presentes y tuvieron la oportunidad de defenderse.

De la misma manera, “quejarse” adquiere un significado propio en el enfermo, cuando se queja para manifestar su malestar y dolor. En estas tres últimas acepciones, los términos a los que nos referimos, tienen una connotación positiva. En las acepciones utilizadas en nuestro trabajo se recoge la connotación negativa: censura, vituperación, reprobación, disconformidad.

  1. Ambiente
    Es indiscutible que nos envuelve un ambiente, en la vida pública y privada, cargado de críticas, condenas y quejas. Los muchos males, de todo tipo que nos rodean, dan pie fácilmente para criticar, condenar y quejarse. Esta triple actitud, normalmente, va dirigida a los demás, como causa de los males reinantes.

    Por eso merecen, a juicio de estos actores, ser criticados y condenados. Hay que presentar quejas contra ellos. Casi nunca se dirigen a la propia persona.

    Con mucha frecuencia, las noticias o informaciones que nos ofrecen los medios de comunicación social vienen dadas en esa clave.

    Así, para poner un ejemplo concreto, al presentar la situación de su barrio, una junta de vecinos exponía a las autoridades gubernamentales su necesidad de una escuela, decían que ya tenían un terreno donado para ese fin y solicitaban la construcción del edificio. Al día siguiente, el titular de la noticia fue: “Junta de vecinos se queja de falta de construcción de escuelas por el gobierno”. Bien pudo haber sido otro titular, como estos: “Donan terreno para escuela”; o simplemente: “Junta de vecinos solicita escuela”.
  2. La familia
    El ambiente o espíritu de censuras, de reprobación o disconformidad, se refuerza tantas veces por un ambiente parecido en la familia, en la que sus miembros llevan y traen “las noticias”, hechos y dichos, de los vecinos y del barrio con un sabor de chisme y de murmuración; informaciones recibidas y transmitidas, sin verificar si son ciertas o no.

    Si es cierto que la vida familiar puede reforzar un ambiente de informaciones dadas en clave de crítica negativa en su trato ordinario, no es menos cierto que los medios noticiosos y los mismos dirigentes políticos refuerzan, a su vez, la práctica familiar con sus declaraciones o interpretaciones de los hechos. Así, para poner otro ejemplo concreto, nadie niega que en los tiempos actuales abundan las críticas y acusaciones de los políticos entre ellos mismos.

    Un bombardeo de tal tipo, surgido de dentro y fuera de la familia, crea en ella una atmósfera de críticas, condenas, quejas, que, a la corta o a la larga, se vuelve en contra de los mismos miembros de la familia: los padres terminarán vituperando la conducta de los hijos; éstos, a su vez, rechazando como conservadoras las orientaciones de sus padres; y los abuelos quejándose de todo; una atmósfera o ambiente que se torna sombrío.
  3. Relaciones humanas
    Un maestro, por décadas, en cuanto a relaciones humanas, ha sido Dale Carnegie. Tomo las siguientes ideas de su libro “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas”, 117º Edición, 2003, págs. 31-47.
    En sus “técnicas fundamentales para tratar con el prójimo” afirma que la regla número uno es: No critique, no condene ni se queje.

    Llega a afirmar que de “noventa y nueve veces de cada cien ningún hombre se critica a sí mismo por nada, por grandes que sean sus errores”; y pone ejemplos para probarlo, incluso de grandes criminales, como Al Capone, que se consideraba un benefactor público, perseguido e incomprendido por todos.

    De la misma manera que anhelamos la aprobación, tememos la condena.

    “La crítica es inútil porque pone a la otra persona a la defensiva, y por lo común hace que trate de justificarse. La crítica es peligrosa, porque lastima el orgullo, tan precioso a la persona, hiere su sentido de importancia y despierta su resentimiento”.

    “Comprendamos que las críticas son como palo más mensajeras. Siempre vuelven al nido. Compren damos que la persona a quien queremos corregir y censurar tratará de justificarse probablemente y de censurarnos a su vez”.
  4. Anunciar y denunciar
    Los profetas bíblicos debieron manejar, en nombre y por mandato de Dios, una realidad económica, política y social muy difícil: un tiempo en que los reyes y príncipes, los comerciantes, los jueces, se corrompieron profundamente; los levitas y sacerdotes, los hombres del culto y de la enseñanza de la ley de Dios, se hicieron cómplices de la situación, corrompiéndose igualmente; y una parte del pueblo se corrompió, también, y otra debió emigrar debido a la pobreza y miseria, creada por dicha situación.

    Tocó, pues, a los profetas tomar entre sus manos esa realidad plagada de desigualdades, violaciones e injusticias y denunciarla. La denuncia consiste en proclamar con verdad y valentía, aunque no agrade a sus causantes, los datos y hechos negativos, que están a la vista de todos.

    Pero la denuncia no se queda ahí; no es una crítica, condena o queja de la sociedad o de sus gobernantes, en la que el profeta se siente superior a los demás y los aplasta con sus duras palabras. La denuncia va acompañada de un anuncio de soluciones, con las que se abre la puerta a la esperanza y se proclama a un pueblo, maltratado por sus circunstancias, que vendrán tiempos mejores.

    El verdadero profeta es realista: denuncia la cruda realidad presente y anuncia la realidad futura, la de las soluciones, que vendrán más tarde o más temprano.

    En mi homilía del 26 de enero de 2006, fiesta del Patricio dominicano Duarte, tomé entre mis manos parte de la dura realidad económica, política y social de República Dominicana. Según el método de los profetas, la denunciaba. Como es normal, todas las cámaras presentes en la Catedral se centraban en la predicación y la grababan. Cuando iba a comenzar la parte del “anuncio”, el de las soluciones posibles, al menos tres camarógrafos apagaron sus lentes y salieron aprisa con la noticia que acababan de recoger. Me dije a mí mismo: “Salieron los profetas incompletos. No me extraña que algunos de ellos titule esta parte de mi homilía diciendo “el Arzobispo critica, condena o se queja”. Afortunadamente no fue así. Además, se habían quedado la mayoría de los camarógrafos y periodistas, que reportaron mi “denuncia” y “anuncio” de manera muy completa.
  5. El Evangelio
    Ante la crítica y el juicio que condena, el Evangelio de Jesucristo es claro y tajante:
    “No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados. Perdonen y serán perdonados. Den y se les dará” (Lucas 6, 37-38).

    “Porque con el juicio con que juzguen serán juzga dos y con la medida con que midan serán medidos” (Mateo 7, 1-2).

    La experiencia cotidiana confirma con creces esta enseñanza evangélica: los que son severamente críticos de los demás, duros en sus condenas e implacables en sus juicios, recibirán, más tarde o más temprano, el mismo tratamiento. Se olvidan de que son seres humanos como los otros, cargados de equivocaciones y errores y de que pueden caer en aquello mismo que critican, juzgan o condenan. Se olvidan de que “el que escupe para arriba, la saliva le cae en la cara”. En cambio, el comprensivo de la condición humana y de sus debilidades, recibirá comprensión y perdón, cuando yerre y se equivoque.
  6. Las ciencias
    Las ciencias y su método nos enseñan que hay que llegar a los datos objetivos, tal y como ellos son; que no podemos quedarnos en las apariencias y superficialidad de las cosas.
    Así el ojo alcanza a ver muchos hechos; y puede dar testimonio de ellos, pero debe limitarse sólo y únicamente a aquello que ve. Las demás afirmaciones serán opiniones, reflexiones y juicios, hasta llegar, inclusive, a críticas y condenas. Se puede pasar fácil mente del testimonio verdadero (“he visto y he oído”) a un falso testimonio.

    Recuérdese, en la misma línea del ojo, que una lupa, un microscopio o un telescopio, nos hacen ver muchos más datos que el ojo no puede ver; y estos u otros instrumentos ópticos no llegan tampoco a ver el interior del ser humano que produjo unos hechos.

    De ahí que las ciencias sean tan respetuosas de los hechos y datos que pueden demostrar y verificar; se cuidan, por lo mismo, de hacer juicios o externar opiniones no demostrables. A esas las llaman hipótesis o, si acaso, teorías. No emiten, como criterio y método, críticas o condenas.

Conclusión
CERTIFICO que todos aquellos que nos formamos en familias que excluyen el chisme como criterio educativo, en la escuela de relaciones humanas de Dale Carnegie, en el método de los profetas bíblicos, en el Evangelio de Jesús y en una mentalidad científica, evitamos sistemática mente las críticas, condenas y quejas.

DOY FE en Santiago de los Caballeros a los seis (6) días del mes de marzo del año del Señor dos mil veinticinco (2025). l

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