En todo proceso electoral, todo candidato quiere ganar, como es natural, pero en la opción presidencial siempre habrá un solo ganador, junto a varios perdedores porque siempre habrá varios competidores, y esa es la razón, de que en cada elección, siempre asome, con fuerza brutal, la denuncia del fraude colosal, pues los seres humanos traemos una pétrea combinación entre un ADN que nos dice que somos ganadores, y una psiquis que nos dice que somos los mejores, impidiéndonos aceptar cualquier derrota electoral, y de esa forma, las viejas y las nuevas generaciones políticas han construido un rígido modelo conductual electoral, donde si ganamos es porque somos lo mejor que hizo Dios, pero si perdemos es porque algún árbitro tramposo ayudó en el arrebato del triunfo que el pueblo nos dio.
Y fue así como en las elecciones nacionales del año 1966, Joaquín Balaguer, gracias a su vibrante e impactante oratoria, obtuvo una contundente victoria, al lograr el 57.7% de los votos emitidos, venciendo cómodamente al Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en el 82% de los municipios, pero sus adversarios nunca le perdonaron aquella aplastante victoria electoral y siempre acusaron a la Junta Central Electoral de propiciar un fraude colosal, repitiéndose iguales situaciones y acusaciones en las victorias obtenidas por Balaguer en las posteriores elecciones de 1970 y 1974.
Sin embargo, en las elecciones de 1978 y de 1982, el Partido Reformista (PR) fue vencido en las urnas por el PRD, y tocó entonces al Partido Reformista usar el discurso del fraude colosal para justificar ante la población nacional cada derrota electoral, hasta que en el año 1986 le tocó de nuevo a Balaguer, unido al socialcristianismo, volver a vencer al PRD, y al nuevo Partido de la Liberación Dominicana (PLD), y, como era de esperar, de nuevo el PRD argumentó que Balaguer había ganado mediante un fraude colosal montado por la Junta Central Electoral.
Igual escenario se repitió en 1990 con un PLD que, derrotado por Balaguer, motivó que Leonel Fernández publicara en 1991 un libro titulado “Raíces de un poder usurpado”, donde acusaba a Balaguer de “montar en la Junta Central Electoral un fraude electoral computarizado”, el cual, según él, “nunca había existido en la cultura dominicana”, y que, también según él, consistía en “alterar los resultados a partir del proceso de digitación y en la aplicación del programa de computadoras”, lo que indica que desde 1990 Leonel Fernández entiende que los programas de computadoras de la Junta Central Electoral son manipulados para hacer fraudes electrónicos.
Posteriormente, en las elecciones de 1994, el derrotado por Balaguer fue el PRD, partido que ante la derrota utilizó el mismo argumento que 4 años antes había utilizado Leonel Fernández para justificar la derrota del PLD, añadiendo en esa ocasión que se había ejecutado un fraude electoral electrónico a través de la computadora IBM instalada en el centro de cómputos de la Junta Central Electoral, tema con el cual el PRD hizo tanto ruido internacional que logró crear una crisis política nacional, recortarle 2 años al nuevo mandato de Balaguer, y forzar nuevas elecciones en 1996.
Pero como Balaguer no dejaba cuentas sin saldar, en las elecciones de 1996 encontró en el PLD la forma ideal de cobrarle al PRD el recorte de 2 años de mandato, y cobrarle al PLD y a su candidato Leonel Fernández la denuncia de fraude electrónico hecha en su libro publicado en 1991, por lo que desde la primera vuelta electoral Balaguer apoyó discretamente al PLD y a su candidato Leonel Fernández, apoyo que permitió a Leonel posicionarse en segundo lugar de la primera vuelta electoral, de forma tal que en la segunda vuelta electoral el apoyo balaguerista se hiciera público a nivel nacional, y consumar así el cobro de 2 deudas políticas que el PLD y el PRD habían dejado abiertas en los años 1990 y 1994, pues Balaguer sabía que si Leonel ganaba esas elecciones, como las ganó, jamás volvería a decir que Balaguer ganaba con fraudes, porque entonces quedaría Leonel involucrado, y que si el PRD acusaba al PLD de hacer fraude, ya se vería como un problema patológico.
Y así fue, en sus tres victorias políticas (1996, 2004 y 2008) Leonel Fernández nunca denunció fraudes electrónicos, ni volvió a escribir libros acusando a Balaguer de fraudes electrónicos, pero ahora, cuando acaba de perder unas primarias abiertas en el PLD que él preside, vuelve a la misma estrategia de 1990 consistente en denunciar un fraude electrónico colosal a través del sistema computacional de la Junta Central Electoral, adicionando un supuesto algoritmo que en su reciente exposición en televisión evidenció no tener base de sustentación, ni nada de razón.
En este viejo escarceo irracional, el perdedor siempre estigmatiza a la Junta Central Electoral, pues nuestra conducta política ancestral, ha sido acusar de forma brutal, al árbitro electoral, como única justificación, al perder una elección, aunque esta vez, la Iglesia Católica y el empresariado, a la Junta han apoyado.