Lo más insensato es convertir un mal momento en una peor relación. La inmadurez convierte una palabra en ofensa, el orgullo en insulto, la vergüenza en bochorno, el prejuicio en un motivo para distanciarse y la ira en un arma peligrosa. Pensar que el tiempo cambia todo es erróneo, amar sí cambia.
Disfrazar el orgullo de dignidad es una desgracia y cubrir la dignidad con orgullo es un desacierto. Solo el perdón puede reparar los puentes rotos por la indiferencia, el rechazo, la burla, el abuso y todo daño que lastima y desmorona la confianza y la admiración en otros. Perdonar es amar, es traer el corazón de Dios a sanar nuestro mal comportamiento. Es purificar la bóveda de la conciencia para volver a guardar el tesoro de la paz.