De él aprendí que debo quererme primero para luego brindar ese amor, y que es algo que debemos cultivar día a día. La vida es un aprendizaje constante, incluso en las áreas que creemos somos profesionales. Moraleja: no te exijas tanto si ya estás trabajando para lograr un cambio en ti o en lo que te rodea.
También aprendí que al “hombre hombre” no le molesta, ni se siente menos hombre, realizando las tareas que se suelen marcar como exclusivas de la mujer. Uno de mis mayores recuerdos de la niñez es el de mi papá peinándome para ir al colegio, o haciendo la comida del día siguiente por las noches, para que mi hermana y yo encontráramos qué comer al salir de clases.
Creo que a través de él, Dios me preparó para vestirme de fortaleza y dignidad, y también, aunque a veces crea es imposible, vivir sin temor a lo que deparará el futuro. Más o menos así va mi pasaje favorito de la Biblia y una de mis frases de batalla.
Esta edición se inspira en los hombres que educan a sus hijas en igualdad, convirtiéndola en una mujer que no teme arriesgarse; aquella cuya mejor vestimenta es la fuerza para dejar atrás lo que le impide crecer emocional, física o espiritualmente. La que tiene como norte superar sus propios retos, no los impuestos por la sociedad. La mujer que sabe que las batallas no se ganan discutiendo, sino con amor, pero que también, de ser necesario, se rinde con honor. La que no teme los encontronazos del presente porque tiene la certeza de que todo sucede exactamente como debe, y que el Universo no le dará más de lo que pueda soportar. Ella, la que con su ejemplo empodera a otras mujeres, y aplaude a los hombres que demuestran su sensibilidad.
@AiramToribio