El hombre libre se supone que es aquel que no está sujeto a la voluntad de otros. Es aquel que toma sus decisiones de acuerdo a lo que le dicta su conciencia. Como éstas, hay infinidad de definiciones para la palabra libertad.
Sin embargo, son muchas las prisiones en las que puede encontrarse un ser humano. Podría llenar este y muchos otros espacios similares, pero quisiera referirme a las prisiones afectivas. Esa cárcel está llena, no hablamos de amar o estar enamorado de alguien, como muchos podrían interpretar. Al contrario, cuando decidimos entregar nuestro corazón salimos de la prisión de la soledad y de la tristeza. Cuando hablamos de estas cárceles, nos referimos a aquellos sentimientos que se anidan en nuestro corazón y nos quitan el sosiego. El odio, los celos, la desconfianza y la falta de fe son cautiverios donde el prisionero sufre toda clase de tortura. Cada pensamiento negativo tiene en el alma el mismo efecto que la flagelación en la piel, pero a diferencia del segundo, en el primero el daño es más severo y uno tarda más tiempo en recuperarse. Creo que como pocos aman, también pocos odian, pero las demás prisiones, en especial la de los celos y la de la falta de fe, son las que más cautivos registran. Por la razón que sea, en algún momento de la vida hemos sentido celos de cualquier índole. Lo hemos sentido como hijos, amigos, hermanos y amantes, aunque estos últimos son los más frecuentes y los más terribles. La escasez de sinceridad y el descaro con que nos mienten nos ha hecho perder la fe en las personas y creer en el otro. Muchas veces necesitamos pruebas y a veces, ni así confiamos por completo. Sin embargo, quien se permite ser cautivo de esos sentimientos es el que sufre. Es terrible vivir desconfiado, es desesperante esperar siempre lo peor. Cuando estamos a la defensiva, esperando lo peor, sufrimos dos veces, no disfrutamos por completo de los momentos felices que nos regala la vida. Por eso, la verdadera libertad es vivir y disfrutar lo que tenemos. Ser felices hoy y agradecer infinitamente lo que recibimos. Cada segundo es irrepetible y por lo tanto debemos vivirlo al máximo. Ser libres es vivir y dejar vivir a los demás, ser felices y saber que cada cosa tiene su espacio y su tiempo y cuando éstos se agotan, nada podemos hacer.