Venezuela: un polvorín

Muchos seguimos de cerca la situación en Venezuela, unos por relaciones familiares, otros por negocios o simplemente por puro interés humano.

Muchos seguimos de cerca la situación en Venezuela, unos por relaciones familiares, otros por negocios o simplemente por puro interés humano. Recordemos que fue este país que dio asilo a nuestro prócer Juan Pablo Duarte los últimos años de su vida. Es también la patria del presidente Rómulo Betancourt, quien apoyó la lucha de nuestro país contra la tiranía trujillista.

Venezuela ha tenido una historia política poco estable, con una sucesión de dictaduras, golpes de Estado y Gobiernos interinos. A pesar de los altos ingresos que por años ha recibido, producto de la explotación de sus cuantiosos recursos petroleros, como muchos de nuestros países, presenta enormes diferencias sociales y económicas con todas las consecuencias que esa situación acarrea.

Es de todos conocida la situación actual de ese país, producto de los malos manejos del Gobierno actual, presidido por Nicolás Maduro. Hoy día, paradójicamente, se dan el lujo de tener los combustibles a precios mucho más bajos que la mayoría de los demás países del mundo, sin embargo, el por ciento de inflación al 2014 fue de 68.5. Para tener una idea clara, con lo que nosotros compramos un galón de gasolina, los venezolanos llenan el tanque de sus vehículos más de cuatro veces. No obstante esto, solo en el pasado diciembre reportaron un incremento superior al 7% en los precios de los alimentos al consumidor.

A la escandalosa inflación se suma el más que desconcertante desabastecimiento, que provoca que personas de todos los niveles sociales se pasen, al decir de una querida amiga mía y de mi esposa, “peregrinando asustados por mercados y farmacias” en búsqueda de alimentos y medicinas esenciales.

Otro ingrediente que se agrega al ya triste panorama es la creciente devaluación de la moneda. El Banco Central de Venezuela informó hace poco que la tasa de cambio se ha elevado a 51.86 bolívares por dólar. Este clima económico sumado a la represión y falta de libertades pone a Venezuela en una situación cercana a la catástrofe.

Al mismo tiempo, el calamitoso mal de la corrupción, que al decir de Transparencia Internacional, es la mayor de Latinoamérica, ha desviado y desvía hoy más que nunca, cuantiosos fondos públicos a manos irresponsables e inescrupulosas. El narcotráfico va en aumento, existe el llamado “Cartel de los Soles”, compuesto según informaciones, por fuerzas de seguridad del país.

El Gobierno no acepta su responsabilidad en este estado de cosas, sino que por el contrario, atribuye todo esto a un plan de los Estados Unidos, de los empresarios y de los políticos de derecha para desestabilizar el mandato del presidente Maduro. Este último no deja de dar señales de poca capacidad y entendimiento de los asuntos económicos. Muchos de sus pronunciamientos pudieran considerarse chistes de mal gusto, si no fuera por la penosa situación que conllevan. Recientemente, dijo nada más y nada menos que “casi todo lo que se importa viene de fuera y que había que cambiar esa tendencia”.

Maduro en un principio fue aceptado por las mayorías por ser el sustituto designado por el propio Hugo Chávez, a quien muchos claman ahora, ya que indiscutiblemente, mostraba más liderazgo y habilidades que el actual presidente, ya que supo ganarse el apoyo de las mayorías por sus políticas asistencialistas y más aún, el apoyo de los países del área usando la fuerza y el poder del petróleo.

Debido al desplome de los precios del petróleo, Maduro no puede sustentarse con este recurso. Para poder cumplir con el presupuesto de la nación se requiere un barril a 162 USD, lo cual es impensable por el momento. La situación poco a poco se va yendo de las manos, su liderazgo va perdiendo fuerza cada día que pasa. El desencanto y el disgusto van en aumento y muchos partidarios y sectores le han retirado su apoyo. La querida Venezuela es un polvorín que a la menor chispa puede explotar.

Pidamos que los cambios que son urgentes se produzcan sin violencia. Ya el sufrimiento ha sido mucho. Los venezolanos no se merecen otra cosa que nuevos liderazgos orientados a la justicia y el bien común.

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