Hace semanas que quería escribir sobre un regalo que recibí en las navidades. Es una época de una alegría pasajera, a pesar de la importancia de lo que celebramos. Olvidamos los insultos, las personas están de buen humor, los políticos se abrazan, se suspenden las campañas. Los empresarios le damos la mano a la competencia e incluso otorgamos vacaciones colectivas, enviamos regalos y felicitaciones, pero al fin lo ideal es que esta utopía se convierta en una realidad y se extienda el año entero
De los regalos que recibí, el que más atesoro es un pequeño libro que me hiciera llegar mi querido monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio. Uno de esos seres extraordinarios, con una fe que le llega del cielo, un calor humano excepcional y un sentido del humor que lo hace muy cercano a las personas.
El texto, de la colección de “Libros De La Rosa”, trata sobre la utopía que presenta la Navidad y pienso que no solo la Navidad debe ser una utopía, sino que la meta sería que la vida tenga esa misma característica. Queremos tener poder, riquezas, admiración, belleza, convertir mentiras en verdades. En fin, muchas veces olvidamos que la verdadera forma de vivir es hacer felices a los demás y acercarnos a los que más necesitan.
Utopía fue una palabra que acuñó Thomas More en griego para su libro UTOPÍA, que describe una isla de ficción en el océano Atlántico donde se procura crear una sociedad ideal. Y tal como dice monseñor, en la Navidad pretendemos vivir en una sociedad perfecta, de la cual estamos muy lejos, pero que entiendo debemos trabajar para llegar a ella y que la utopía aparente que vivimos en Navidad sea una realidad todo el año. Para eso las naciones, la sociedad y todos debemos trabajar siguiendo los ocho conceptos del profeta Isaías.
Precisamente el libro en su portada dice que son meditaciones para leer, dar charlas o retiros. Lo uso para este artículo, que aun cuando acaba de pasar Navidad y aparenta estar lejana la próxima, creo que las lecturas del profeta Isaías son para cualquier época y precisamente proclaman las reivindicaciones por las que debemos luchar y que aun esperamos.
Isaías ante la realidad de la guerra dice que de Sion saldrá la ley y de Jerusalén la palabra del Señor. Que de las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas, nadie alzará la espada y nadie se adiestrará para la guerra.
Sobre las injusticias el profeta dice que no se juzgará por apariencias, no habrá sentencias por oídas, al violento se le herirá con la vara de su boca, el lobo y el cordero habitarán, el novillo y el león pasearán juntos, el niño meterá la mano en el escondrijo de la serpiente, no habrá daños porque el país está lleno de la ciencia del Señor.
Sobre las desigualdades, el Señor prepara un festín para todos los pueblos, arrancará el velo a todas las naciones, enjugará lágrimas de todos los rostros y el oprobio de su pueblo lo alejará de todos el país.
Sobre los prepotentes, Isaías dice que el Señor doblegará a los habitantes de la altura, los humillará hasta el suelo, hasta el polvo y los pisan los pies del humilde, las pisadas de los pobres.
Sobre la realidad del Líbano e Israel podemos llevar este antiguo texto del profeta a la realidad del mundo actual, cuando dice que se convertirá en vergel, el vergel parecerá un bosque, aquel día los sordos oirán las palabras del libro, sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos. Los que habían perdido la cabeza comprenderán, y los que protestan aprenderán la enseñanza.
Ante las carencias de la vida Isaías dice que no habrá que llorar, porque habrá piedad ante el simple gemido, te dará lluvia para las semillas, los ganados pastarán en grandes praderas, habrá en todo monte en toda colina ríos y cauces de agua el día de la gran matanza, cuando caigan todas las torres.
Sobre el abandono de los pobres Isaías dice que el Señor responderá convirtiendo desiertos en estanque, plantará árboles, habrá animales en abundancia.
Por último se refiere al abandono de Dios, donde afirma: “Yo, el Señor tu Dios, te enseño por tu bien, te guío por el camino que sigues, si hubieras atendido a mis mandatos, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar, tu progenie como arena, como sus granos, los vástagos de tus entrañas; tu nombre no sería aniquilado ni destruido ante mí”.
En fin, del texto de Isaías y la Utopía de monseñor podemos sacar que debemos vivir como hermanos, desechar las rivalidades, las guerras, la prepotencia, la arrogancia, la riqueza en exceso. Promover la igualdad entre pobres y ricos, entre las naciones, la convivencia pacífica entre ellas, eliminar la guerra y sembrar la paz. Pero sobre todo que aquellos que en el mundo de hoy han perdido la cabeza de cualquier forma, recuerden que serán juzgados por no haber sido parte de la UTOPÍA que debemos vivir.