“Ni yo mismo lo conozco muy bien, Eutifrón; quizá porque se me parezca como un hombre joven e ignorado. Llámanle, según creo, Melitos…”, fue una de las respuestas de Sócrates a Eutifrón, conforme al diálogo que publica Platón. La narración cuenta que el sabio griego había coincidido con Eutifrón cuando acudió por ante el Arconte (una especie de fiscal), en Atenas, para indagar acerca de la falsa acusación que le habían hecho el referido personaje de supuestamente pervertir a la juventud y crear nuevas divinidades.
Desde entonces han pasado más de 24 siglos, y la humanidad continúa prisionera de esos comportamientos que, desde el punto de vista axiológico, deben ser rechazados porque son contrarios a la construcción de sociedades fundamentadas sobre sólidos valores morales.
En el caso de la República Dominicana, los “Melitos” aparecen por doquier acusando, muchas veces falsamente, a cualquier figura pública que no coincida con sus intereses particulares o grupales, sin que para esos difamadores profesionales se produzca el castigo judicial acorde con las imputaciones difamatorias e injuriosas que profieren frecuentemente; casi nunca de profesionales del periodismo, sino gente que se ha apoderado de espacios en medios de comunicación electrónicos. La envidia y el odio se enseñorean en ellos, a sabiendas de que, raras veces, puedan prosperar eventuales demandas en su contra.
Lo anterior es que, probablemente, nos lleva a refugiarnos en frases como la siguiente de Jacinto Benavente, dramaturgo, director, guionista y productor de cine español, quien ganó en Premio Nobel de Literatura en 1922: “Es tan fea la envidia que siempre anda por el mundo disfrazada, y nunca más odiosa que cuando pretende disfrazarse de justicia”. Cuentan con la habilidad de congregarse en mutuo compadrazgo, aunque se detesten unos a otros; ya que en eso reside su fuerza.
En esta parte queremos aclarar que no se trata de que tengamos una visión de restricción a la libertad de expresión y difusión del pensamiento, sino todo lo contrario. La profundización de las libertades democráticas es un proceso dinámico, en el que cada nueva libertad debe tener como contrapartida una asunción de responsabilidad.
Todo aquel que tiene la oportunidad de expresarse libremente en una sociedad democrática, como la dominicana, está en el deber que contribuir cada día en la aspiración de pueblo dominicano en la construcción de una sociedad fundada en valores. Una sociedad en la que imperen la justicia social, la convivencia pacífica, la transparencia, la solidaridad, el bien común y la honestidad.
Una sociedad objetivamente informada estará, sin lugar a dudas, en mejores condiciones para que sus ciudadanos y ciudadanas puedan tomar decisiones que vayan en la dirección de promover el bienestar colectivo, en la que no tengan espacio la envidia ni el odio.
La República Dominicana seguirá su avance indetenible hacia la materialización de una sociedad fundamentada en principios y sólidos valores morales, a partir de todo aquello que nos une, obviando las barreras que colocan los pesimistas. Esto requiere de cierta urgencia frente a los “Melitos” que provocan mucho daño.
Jamás debemos olvidar, como en una oportunidad afirmó el escritor y filósofo español Miguel de Unamuno, que el odio es mil veces más terrible que el hambre porque es hambre espiritual. Ante los que odian y son calumniadores hay dos potentes armas: el olvido y la verdad, en recordación de la célebre frase de El Quijote: “¡Nos ladran Sancho!, señal de que avanzamos”.