Este martes, es decir, mañana, se celebra el día de Nochebuena, una fecha esperada por gran parte de la humanidad. Desde niños nos han enseñado que esa noche debemos estar sentados junto a nuestros familiares, compartiendo una mesa servida con una amplia variedad de platillos que son típicos de esta época.
El mundo cristiano, celebra con esta cena y por estas fechas el nacimiento de Jesús. Sin embargo, resulta un tanto curioso, que ese mundo cristiano, que proclama celebrar el nacimiento del hijo de Dios, se deje envolver en la corriente de despilfarro y desenfreno que parece apoderarse de la mayoría por estos días.
Salir a las calles es un caos, caminar por las arterias comerciales es un suplicio, es como si se tratara de los últimos días del mundo y la gente quiere hacer lo que no ha hecho toda su vida, o en el año entero. En cuanto al gasto excesivo en comida y bebida, unos años atrás, podía justificarse por el hecho de que la gente compartía con el vecino, eso ya es historia.
Las fiestas navideñas han cambiado tanto, que si algo queda de bueno, es la reunión familiar, el abrazo sincero de los seres queridos, el reencuentro con aquellos que están lejos y que se animan a visitarnos al final de cada año.
El que termina, ha sido un año de grandes dificultades, sobre todo, en términos económicos, por eso debemos hacer votos de cordura y comedimiento a la hora de salir a hacer nuestras compras, adquiriendo lo necesario, sin olvidar que por ahí viene enero, que se inicia otro año y que contrario a los vaticinios de ciertos economistas, la mejoría solo se percibe en los grandes capitales y no en nuestras pequeñas y maltrechas economías.
Por eso, mientras más sencilla sea nuestra celebración, mucho mejor; con cordura, en armonía, conscientes de que los pesos que malgastemos ahora, nos harán falta mañana. No debemos olvidar que muchas personas, incluidas niños, al igual que casi todas las noches, se irán a sus camas sin cenar y sin saber lo que comerán al día siguiente. Es por eso, que abogamos por unas navidades más espirituales, más familiares, pero, sobre todo, más apegadas a la sensatez.