O los dominicanos -a pesar de tanto tiempo transcurrido y tanta sangre derramada- aún no hemos empezado a construir el proyecto de nación que con tanto ahínco, fervor, sacrificio y voluntad patriótica nos legaron los febreristas, o seguimos siendo un atajo terrible donde confluyen y tienen cabida las más insólitas, absurdas e inauditas ideas o propuestas.
O, sencillamente, ni matándonos a palos o garrotazos limpios, nos interesa saber la legitimidad de nuestro pasado, que no es más que la verdad histórica científicamente recopilada; porque, definitivamente, nuestra dominicanidad sigue y seguirá siendo un pensamiento incomprendido y halado de las greñas según las conveniencias particulares de cada quien.
Manuel Otilio Pérez Pérez, a propósito de esta proclividad cada vez más creciente del dominicano en pretender distorsionar los hechos históricos, “hurgando” en uno de nuestros más nefastos y reducidos personajes, no para arrojar luces, sino para retorcer más aún nuestra esencia histórica, ha llegado al espanto de proponer “Una estación del Metro para Tomás Bobadilla y Briones” (elCaribe, viernes 13 de mayo de 2016, pág. 20); y, más infelizmente in extenso, resalta en su libro “La impronta indeleble de Tomás Bobadilla… uno de los fundadores de la República”.
Habría que hacernos muy ‘tarados’ a los que al menos nos hemos tomado la molestia (o hemos ‘matado’ el tiempo leyendo sobre la dominicanidad) para tan insólita propuesta, o hacernos los especímenes más estúpidos de los que habitamos esta selva.
Bobadilla y Briones, nacido en la entonces Villa de Neiba e hijo de canarios venidos a La Española en el período del “Tributo de la sangre”, o el pago que dispuso España mediante la Contratación de Sevilla para la repoblación de la isla Española, consistente en la emigración forzosa de familias enteras por cada navío que desembarcara mercancías provenientes del Nuevo Mundo en el puerto de Tenerife, devino en el tiempo, después de regresar de Puerto Rico, donde huyeron sus padres tras la ocupación francesa de la parte Este de la isla, en uno de los personajes más oportunistas, embaucadores, pusilánimes y cínicos desde antes, incluso, del nacimiento de la República.
Si bien ocupó importantes cargos durante el período de la “Independencia Efímera” de José Núñez de Cáceres, dadas sus dotes de hombre instruido y su astucia en los malabares de la marrullería política, no menos cierto es su impronta en el período de ocupación haitiana de Jean Pierre Boyer, a quien le sirvió como abogado en la apropiación de los hatos ganaderos, razón por la cual los españoles residentes en la isla se vieron precisados a emigrar a Puerto Rico y Cuba, sumidos en la más espantosa miseria.
Pero es Bobadilla y Briones, quien nunca creyó en el proyecto de independencia inspirado por Juan Pablo Duarte, el que se reúne en Azua con el cónsul francés Saint Denis para entregar el territorio a Francia, y de ahí la necesidad de los febreristas de adelantar presurosamente el trabucazo en la Puerta del Conde, escenario donde Bobadilla aparece haciéndose el “gracioso” y en supuesta actitud de respaldo a la causa separatista.
El historiador y catedrático universitario Ignacio Inoa, en su “Historia dominicana”, pág. 315, lo desnuda en cuerpo y alma: “Este Tomás Bobadilla Briones, por espacio de sesenta años (1811-1871) fue el hombre terrible de las cámaras palaciegas, confidente de todos los grandes mandatarios dominicanos, de algunos de Haití y otros de España, arca de misterios de la cosa pública”.
Es el propio ‘apologista’ Pérez Pérez, quien tratando de situarlo en el pedestal más alto, lo que hace es derrumbarlo de golpe y porrazo, cuando en su historia de marras consigna que Bobadilla y Briones fue uno de los redactores y primeros firmantes de la resolución del 22 de agosto de 1844 que tildó de “traidores” a todos los que hicieron posible la dominicanidad, hoy concebida de tan cruel y absurda manera.
Desde ese ostracismo instigado, promovido y apoyado por Bobadilla jamás Duarte pudo regresar a la Patria por él tan digna y heroicamente concebida; y murió de manera lastimosa, haciendo velas en Caracas.
Es Bobadilla y Briones el conspirador conspicuo por excelencia el que calificó de “violencias turbativas” del orden público los aprestos de los febreristas por retomar la dirección política del Estado a través de la Junta Central Gubernativa.
Es ese Bobadilla y Briones, con el oportunismo que marcó siempre su vida política, el que jamás –ni por asomo- volvió a promover la anexión dominicana a Francia; y fue él, y no otro, el mentor más insistente de todo lo contrario al pensamiento liberal que luego asumieron los restauradores.
Llegar al extremo de exaltar a Bobadilla como el ‘creador’ y organizador del Estado dominicano, de presentarlo como el que puso fin a la esclavitud o de ‘unificador’ de los duartistas o decir que en su gobierno nació la dominicanidad, raya en el adjetivo más execrable con que se pueda definir a un personaje de tan ominosa recordación.
Pero, (y podría hacerme muchas preguntas), ¿qué podemos esperar de esta ‘cosa’ que ha devenido en el tiempo en la negación misma de la dominicanidad, cuando surgen propuestas como la de Otilio Pérez, de profesión ingeniero?
Por Monte Plata hay una expresión que anda de boca en boca hace mucho ¡pero mucho tiempo! que reza así: Zapatero, ¡a tus zapatos!
¡Oh, Danilo Medina! Sólo espero que cuando finalmente concluya la construcción de las escuelas que faltan, que destine parte de los recursos del 4% del PIB en la construcción del pensamiento del hombre dominicano; porque, de lo contrario, seguiremos oyendo y leyendo absurdos tan mayúsculos como la propuesta que hizo Otilio Pérez.
Pero, hay que estar vivo para oír y leer cosas…