Para reducir costes de oficina y energía, para ayudar a los trabajadores a conciliar; también para mejorar la productividad y retener talentos. Cada vez son más las empresas que apuestan por el teletrabajo. La fórmula de enviar o permitir al empleado a hacer sus labores (o parte de ellas) desde fuera de la oficina gana terreno en España impulsada por Internet y las tecnologías de la comunicación. El 21,8% de las empresas ya tiene programas de trabajo a distancia, según datos del INE. Desde grandes compañías como Indra, Kellogg’s o BBVA a pequeñas empresas que acaban de arrancar. Este sistema, además de reportar beneficios económicos —ahorro de costes y subvenciones—, puede aumentar la productividad. Y es que trabajar a distancia para muchos supone, según los expertos, trabajar más. Aunque tiene sus ventajas, no todo el mundo está preparado para ejercer desde su casa sin caer en la obsesión o el aislamiento. Además, la normativa que debería amparar a estos trabajadores todavía tiene algunas lagunas.
Teletrabajar no es trabajar desde casa. Es trabajar a distancia. En el jardín, en el salón o en un tren. Es una de las cosas que aclara la reforma laboral, que ha regulado, por primera vez, el teletrabajo. Aunque ha habido avances, siguen sin estar del todo claras las reglas de juego. Pero al menos, la nueva norma, establece que debe existir un contrato escrito sobre este régimen, que los empleados que trabajen a distancia tienen derecho a cobrar lo mismo que sus compañeros presenciales o que su empresa les debe garantizar medios, formación y posibilidad de ascender.
El potencial del teletrabajo sigue desaprovechado, según los sindicatos
“Los empleados que desarrollaban su labor sin estar entre las cuatro paredes de la empresa estaban regulados por unas escuetas reglas de hace décadas que se crearon pensando en las mujeres que tejían o cosían pantalones en su hogar. Hablaba de trabajo en casa. Ahora por fin es trabajo a distancia”, apunta Josep Ginesta, director de la Oficina de Trabajo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), destinada a ofrecer orientación laboral a empresas y estudiantes.
El estancamiento profesional y la soledad son los mayores riesgos.
Según la reforma laboral, el empresario deberá “establecer los medios necesarios” y “la formación profesional continua, a fin de favorecer su promoción profesional”. Según Ginesta, este es precisamente uno de los principales problemas del trabajo a distancia: el estancamiento profesional.
Asegura que hay cifras que indican que el 20% de los teletrabajadores no vuelven nunca a ser promocionados. “Y la mayoría de teletrabajadores son mujeres. Lo que significa que si se extendiera la práctica sin paliar esto, el teletrabajo podría ser una condena, no un beneficio”, advierte.
Otros riesgos quedan, sin embargo, todavía en el aire. Por ejemplo, los relacionados con las enfermedades laborales. Si una persona que está en casa trabajando tiene un accidente doméstico, ¿la baja será laboral o no? “Las mutuas, por sistema, no aceptan las dolencias que se producen en el hogar, y el trabajador tiene que reclamarlo”, dice Ginesta. Para los sindicatos, el potencial del teletrabajo sigue desaprovechado.
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