Lo anticipamos mediante estimados basados en lo que estábamos viendo. Ahora ya lo sabemos.
El déficit fiscal de este año, superará los 170,000 millones de pesos. Cifra insólita, astronómica, sin precedente, muy por encima de cualquier estimado pesimista que se había hecho.
Estamos frente a un déficit que ha podido suceder sólo por un comportamiento totalmente irresponsable de parte de la pasada administración, pues, además, en este año los ingresos gubernamentales se han incrementado en un 17.4% cifra suficientemente alta para que el gobierno no hubiese tenido problemas fiscales.
Ya habíamos visto algo semejante en las elecciones del 2008, aunque no de la misma magnitud. En efecto, en los años anteriores a esa fecha, el déficit del sector público no financiero se había mantenido relativamente controlado. Sin embargo, en el año electoral 2008, el gasto público se desbocó.
Como consecuencia, el gobierno llegó a un déficit superior a los 50,000 millones de pesos. Lo más grave fue que una vez alcanzado esa astronómica suma, en los siguientes años no se quiso reducir.
Así pasamos cuatro años con déficit fiscales superiores a los 50,000 millones de pesos que fueron financiados con endeudamiento público que habrá que pagar.
La razón es sencilla. Una vez aumenta la nómina pública y los gastos corrientes colaterales, es difícil reducirlos. Lo mismo sucede con el gasto de inversión el cual crea un apetito insaciable en funcionarios y contratistas favorecidos.
El gasto público se convierte así en un problema estructural, que para superarlo requiere una firme determinación del Ejecutivo y del reclamo de la población.
Lo que también indigna es la poca transparencia que tuvieron las autoridades pasadas al mantener en secreto las cifras del gasto público. Parecería que tenían plena conciencia de la falta grave que estaban cometiendo, pero no les importaba.
Su objetivo era quedarse en el poder a cualquier precio y sin considerar el costo que tendría para la población. Lo consiguieron.
Ahora, desde arriba le piden sacrificios y tolerancia a una población que no se benefició de ese derroche.
El gobierno pretende que toda la población pague la deuda de una fiesta a la que no fue invitada, pues era exclusiva del grupo gobernante. Mientras tanto, las medidas de austeridad anunciadas y prometidas por el gobierno se han limitado a algunas pocas restricciones de los gastos más ostentosos e irritantes.
O sea que la llamada reforma fiscal integral, se ha convertido en la realidad en un nuevo paquetazo.
Ya lo habíamos advertido. La población terminará pagando tanta irresponsabilidad, incluyendo los más pobres, pues nadie se debe engañar y pensar que no habrá un aumento generalizado de los precios, si el nuevo paquetazo, el sexto desde el 2004, se aprueba como ha sido presentado.
Podríamos agregar: no querían reforma fiscal integral, pues ahí la tienen. l