Ella terminó sus estudios de bachillerato, a una edad en la cual debería estar ingresando al tercero o cuarto de la secundaria. salió del colegio al que algunos años antes había ingresado en el grado de Maternal, flaquita, chiquita, ñoñísima, inquieta, juguetona y feliz. Muy feliz. Una felicidad que se ha pasado la vida extrañando.
Allí dejaba miles de recuerdos y quizás los únicos amigos verdaderos que tendría en la vida.
Le faltaba un mes para cumplir los 16 años y ya había terminado la secundaria. Dos cursos exonerados en el trayecto hicieron posible que terminara el bachillerato siendo tan joven. Algo que nunca fue muy bueno, pues pocas o ninguna cosa en común tenía con sus compañeros y compañeras de curso.
La despedida de los maestros y compañeros de los que sólo se había separado por tres años, durante los años de la educación primaria, fue muy difícil. No faltaron las lágrimas y la tristeza inevitable acompañó cada momento que duró el adiós. En ese momento, ni ella, ni sus profesores, ni un solo de sus compañeros dudaron de cuál sería la carrera universitaria que estudiaría. Sin embargo, como en muchas otras cosas en su vida, tuvo que cambiar de dirección.
Nadie, ni siquiera ella podía creer que se había matriculado en una carrera distinta a la que soñaba desde que tuvo uso de razón.
Sin embargó, se matriculó, estudió y se graduó y a pesar de que esa no es la profesión que había soñado, la ha ejercido con pasión, claro está, en unas posiciones más que en otras y en su trabajo recibió siempre, las mejores calificaciones.
Pese a esto, nunca abandonó su sueño. Llegado el momento, volvería a la universidad y esta vez se aseguraría de que nada ni nadie influyera en su decisión.
El momento llegó. Se inscribió en la facultad a la que había salido a inscribirse años atrás.
De eso han pasado 48 meses. 53 materias, más de 30 profesores, muchos libros y compañeros de estudio, muchas noches de desvelos, horas frente a un computador. Pero valió la pena. Ahora, solo un curso monográfico la separa de su anhelo título y más que del título, del ejercicio del cual se enamoró, cuando aún no sabía ni de pasiones ni de amor.