Estoy seguro que más de uno de ustedes, estimados lectores, ha escuchado –o leído- que la República Dominicana asume la presidencia pro tempore del SICA a partir de enero próximo y, de seguro también, entienden a lo que se refiere la prensa cuando se hace eco de este acontecimiento. Sin embargo, quizás de manera innecesaria para muchos, pero justa para otros, pienso que arrojar un poco de luz sobre algunos aspectos que rodean esta cuestión puede hacernos entender un poco más la importancia nodal de que, por primera vez en la historia del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), nuestro país se apreste a asumir su presidencia en los primeros seis meses del año próximo.
Y esto de que “es la primera vez”, para los entendidos les parecerá una mención pueril pues no podría ser de otra forma dado el hecho de que la República Dominicana no era, hasta hace unos meses, miembro de pleno derecho de ese sistema de integración, sino que mantenía un estatus de Miembro Asociado, categorización estatutaria que le impedía acceder a ese nivel de dirección. No obstante, la acotación se hace para que entendamos la importancia del proceso de cambio que se ha producido para nuestro país en el seno de ese sistema y la necesidad de asumir tal evento con la dimensión histórica que merece.
He comenzado hablando del SICA –desde el título de este articulo- asumiendo, por supuesto, que entendemos que esas son las siglas del Sistema de la Integración Centroamericana y solo lo remarco en este nivel del escrito para “auto mantener” la línea discursiva.
Sabrán ustedes que el SICA que conocemos hoy es el resultado de la redimensión que se le dio a la Organización de Estados Centroamericanos (Odeca) mediante la firma del Protocolo a la Carta de la Organización de Estados Centroamericanos (Odeca) o Protocolo de Tegucigalpa en diciembre de 1991, convirtiéndose de este modo en el marco institucional de la integración regional en el istmo centroamericano.
Nuestro país, aun sin pertenecer territorialmente a esta conformación geográfico-política de la integración ístmica planteada para el partenariado del SICA , inició, bajo el prisma del mandato constitucional del entonces presidente Leonel Fernández, su acercamiento a este sistema, convencido de la necesidad histórica de, preservando las prerrogativas soberanas del Estado, aunar esfuerzos en las políticas integracionistas regionales e intrarregionales, toda vez que, por distintas y muy bien cimentadas razones y aun cuando puedan existir las naturales diferencias culturales, sociales y económicas -y hasta puede que políticas en algún momento-, las coincidencias históricas, en incluso en los aspectos mencionados anteriormente, son mucho mayor y más importantes, no solo para nuestro país, sino también de cara al desarrollo de la región del Caribe y Centroamérica.
En ese sentido, en el año 1997, con la firma de la Declaración de Santo Domingo, en el marco de la Cumbre Extraordinaria de Jefes de Estado y de Gobierno del Sistema de la Integración Centroamericana celebrada en el país, se da inicio a la incorporación gradual dominicana a la institucionalidad del SICA, incluyendo al Banco Centroamericano de Integración (BCIE). Un año más tarde, en esta misma tendencia, el presidente Leonel Fernández nombra la primera delegación de Observadores Permanentes ante el Parlamento Centroamericano (Parlacen), órgano político del SICA.
Este proceso de inserción progresiva logró un nuevo hito al firmarse en el año 2003 el Acuerdo de Asociación que le otorgaba al país la prerrogativa de participar e intervenir en los asuntos que, en el seno del Sistema de Integración, le interesaran o afectaran directamente, no así, sin embargo, la posibilidad de dirigirlo.
Esta posibilidad llegó al fin para la República Dominicana cuando, como corolario a un denodado proceso de consultas y de intensa labor diplomática de parte del Ministerio de Relaciones Exteriores en diversos foros internacionales ligados al SICA, se firmó, en el marco de la XLI Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de los Países Miembros del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), el Acuerdo Único por el cual el país se incorporaría, previo agotar el proceso constitucional correspondiente, en miembro de pleno derecho del SICA, lo que, al tiempo de brindarle la oportunidad al país de tener una participación más dinámica y determinante en el proceso de la necesaria integración regional, le permitirá la participación en un mecanismo de cooperación inclusivo, plural y destinado al desarrollo, pero también, le permitirá asumir, a partir del primero (01) de enero próximo, la presidencia pro tempore del organismo.
Una presidencia Pro Tempore destinada al éxito
Según lo establece el propio Reglamento de la Presidencia Pro Tempore del Sistema de la Integración Centroamericana en su artículo segundo, “La Presidencia Pro-Témpore (PPT) es la función que ejerce un Estado Parte del SICA, de articulación entre los gobiernos y los órganos e instituciones del Sistema, para el desarrollo continuado de la Agenda de la Integración Regional, durante un período de seis meses…”.
Fíjense ustedes en la profunda dimensión que abarca esta definición. Seguro estoy que coincidimos con más de uno en que un período de seis meses es insuficiente para afianzar una agenda nacional distintiva en el seno de este organismo de cara a estampar un sello desde la óptica “de país” en sus ejecutorias, en ese corto lapso de tiempo. Sin embargo, el funcionamiento armónico de este organismo se basa en la institucionalidad y, ya sabrán ustedes el efecto que produce esta palabra en los procesos en donde está presente, traduciéndose en “continuidad”, “apropiación”, “armonización”, etc.
República Dominicana entiende la integración no como un fin en sí mismo, sino como un medio para acceder a mejores estadios de desarrollo; para crear políticas comunes signadas por una mayor y progresiva inclusión social pluralista, y como una herramienta de agudo carácter humanista capaz de hacer de las relaciones entre los Estados y bloques de la comunidad internacional un mecanismo certero de redimensión social, cultural y política. Para este país, nación de una profundísima vocación de paz y de arraigada buena vecindad, asumir la presidencia pro tempore del SICA; servir de vocera del Sistema en esos seis meses; articular las relaciones entre gobiernos y órganos del organismo; y coadyuvar en el proceso de fortalecimiento de la integración regional debe convertirse en un profundo reto del cual, con el esfuerzo sistémico y consolidado de todas las instituciones nacionales ligadas al proceso, sabrá salir airoso, haciendo de la Presidencia Pro Tempore Dominicana un período de luces y de mucho éxito tanto para el propio SICA como para las posiciones nacionales en el plano internacional.