Muchos pensarán al leer este título que hablaré de una mutación del virus de polio, que por años nos afectó a muchos, pero no es así. Lo ha llamado de esta manera la Asociación Dominicana de Rehabilitación para concitar la atención sobre el impacto desestabilizador e incapacitante que los accidentes de tránsito tienen en la vida de muchos de nuestros ciudadanos.
Ya el 12% de los pacientes que acuden a recibir terapia en Rehabilitación lo hacen por las secuelas de accidentes de tránsito de distintas índoles. A nivel mundial se registran 1,024 millones de accidentes de tránsito, con más de cincuenta millones de lesionados. Lo que significa que el dos por ciento de la población mundial requiere servicios de rehabilitación que bien pudiesen evitarse.
En América Latina más de 100,000 personas mueren al año a causa de este fenómeno, pero lo más alarmante para nuestro país es que, según la Organización Mundial Para la Salud (OMS), ocupamos el segundo lugar en el mundo en cuanto accidentes de tránsito con un alarmante 41.7 por cada cien mil habitantes.
El primer lugar lo ocupa una pequeña isla en el Pacífico llamada Niue, con un índice de 68.3% de incidencia, aunque apenas cuenta con mil seiscientos once habitantes, lo que desgraciadamente nos deja realmente en el primer lugar en el mundo de muertes por imprudencia en el tránsito.
En 2012 las Administradoras de Riesgo de Salud (ADARS) registraron que el gasto por accidentes de tránsito fue de RD$322 millones y que de aumentar la tendencia para el año 2020, a precios constantes, la erogación estaría por encima de los RD$600 millones.
La incidencia de los accidentes en la población económicamente activa y los jóvenes es de un 60% entre las edades de veinte a cuarenta años. Un 18% entre las edades de 10 a 20 años y del total de accidentados el 61% corresponde al sexo masculino.
Según datos de la Asociación Dominicana de Rehabilitación, en una serie de estadísticas llevadas a cabo durante 15 años, casi el 30% de las amputaciones tuvieron como causa los accidentes de tránsito, pero lo que más llama la atención es que casi el 49% se debió a accidentes en motocicletas.
Las causas más comunes de estos accidentes, desgraciadamente a la vista de todos, especialmente de las autoridades son: alta velocidad, falta de casco protector, excesos de pasajeros, exceso de carga, falta de respeto a las señales de tránsito, conducir en estado de embriaguez, prácticas temerarias, como son piruetas, rebases y competencias.
En un grupo focal que llevó a cabo Rehabilitación en la ciudad de Bonao con motoconchistas, estos admitieron que sólo un 38% tiene placa y un 80% admitió tener cascos, aunque no el indicado, y que no lo utilizan con frecuencia.
No pudieron ponerse de acuerdo en cuanto si dos o tres personas por motor, lo cual ya de por sí indica el poco respeto a la ley y la vista gorda de las autoridades. Admiten transportar tanques de gas con el peligro que implica, sacos de arena, camas, neveras, varillas, planchas de zinc, cemento, etc.
Internacionalmente se multa al conductor, incluso corre el riesgo de perder la licencia, al conducir por hablar en el celular, manejar en estado de embriaguez, no usar los cinturones de seguridad, el no uso del casco protector apropiado y el escuchar música con auriculares mientras se conduce y, por supuesto, el irrespeto a las señales de tránsito.
Estas cifras que he presentado hoy no tienen el cálculo de lo que significa para la familia y para el Estado la carga de la incapacidad que genera una imprudencia de tránsito y esto es en los casos que el accidentado quede con vida, porque de lo contrario ya no es el costo, es el trauma que genera de por vida a la familia del fallecido. ¿Qué hacemos entonces? ¿Nos conformamos con seguir ocupando el primer lugar del mundo en accidentes de tránsito?
¿Seguiremos pagando una cantidad de instituciones que nada hacen? Autoridad Metropolitana del Transporte, Policía Turística, ya incluso Obras Públicas tiene un cuerpo encargado del orden y la seguridad vial.
Queda claro que no es por falta de instituciones, porque de seguro también quedamos en primer lugar en este sentido. Faltan campañas de educación, imponer respeto y sanción al violador de las leyes de tránsito.
Desgraciadamente el tránsito es un reflejo de muchas de las cosas que andan mal y que los dominicanos damos por sentado, que sabemos cómo hacerlas bien porque cuando viajamos al exterior a ninguno se nos ocurre violar las leyes de tránsito.
La solución está en una campaña conjunta de autoridades imponiendo la ley y en la de educación que mencionamos. Tanto las Administradoras de Riesgo de Salud como la Cámara Dominicana de Aseguradores, la Asociación de Fabricantes de Bebidas Alcohólicas, deben iniciar una campaña de sensibilización, con el objetivo de proyectar en su justa dimensión lo que significa para la familia, el Estado y la sociedad en su conjunto, los accidentes de tránsito, hechos que pueden cambiar de un minuto a otro la vida de una persona y hasta atentar contra la estabilidad de una familia. La Presidencia de la República tiene una campaña contra los accidentes de tránsito, pero este esfuerzo no debe ser sólo del Gobierno. Necesitamos una unificación de voluntades.
Se inicia la Semana Santa con grandes movilizaciones al interior y ojalá el período no llene de luto a muchas familias por la imprudencia en el volante y el conducir en estado de embriaguez. Pongamos todos de nuestra parte para que no sea así y empecemos pronto a revertir esas estadísticas que nos convierten en el país con más accidentes de tránsito.