El pasado lunes en la pista de atletismo de Londres, como si fuese un guión de Hollywood, República Dominicana celebraba el renacer de Félix Sánchez como el ave Fénix y a la vez se disfrutaba del salto al estrellato de Luguelin Santos.
Que no se llame nadie a engaño: Luguelin reúne las condiciones para ser un ídolo en esta tierra.
El hijo de Bayaguana ha sacado provecho a las condiciones naturales que Dios concede y del trabajo incansable que era su único camino para salir de la pobreza extrema de donde nació.
Los que no tienen abolengo hacen la mejor imitación de la hormiga para poder ver la luz al final del túnel.
¿Qué mejor historia que uno de abajo que toca la cúspide? No sé qué dirán Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Woody Allen, Clint Eastwood y demás genios del séptimo arte, pero es bien placentero disfrutar de ese testimonio en vida real.
Santos cuenta con otros atributos y uno de ellos es su estilo, que tiene toques de jocosidad y cierto pavoneo propio del que se siente seguro de su talento.
Y entonces viene lo mejor, el muchacho de apenas 19 años es dueño de un talento fuera de serie. Su medalla de plata en los 400 metros planos debe poner a temblar a la competencia porque es la mejor de las razones para pensar que tiene el cielo como límite.
Ahora es que le falta mambo, como diríamos por aquí. Es hora de ayudarlo sin límites en lo que necesita para que continúe con su cosecha de éxitos.
Mis respetos para Luguelin Santos y su entrenador, José Ludwig Rubio.
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