Jesús murió en la cruz, una condena para los peores transgresores en la época y el lugar en que Él vivió. Y lo hizo por amor a nosotros.
Conozco y vivo la paz que emana del reconocimiento de Jesús como nuestro Señor y Salvador, pero Pablo nos recuerda que Jesús no sólo es amor, sino que es paz; que de Su muerte, de la sangre del Cordero brota paz. Imaginemos cuánto hay que amar para haber hecho tal sacrificio, solo para que la paz vivifique a la humanidad.
Las humillaciones que pasemos en la defensa de la Verdad de Jesús son como una pequeñísima partícula de arena en la playa. No nos perdamos de la paz y el gozo que da conocer y reproducir el amor de Cristo proyectado en el servicio a los demás.
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