El deceso de Radhamés Gómez Pepín deja un vacío en la sociedad dominicana, que solo puede superar el invaluable legado de su fructífera trayectoria periodística, durante la cual contribuyó a la formación de generaciones de profesionales de la Comunicación Social. Con su muerte, desaparece una de las plumas más sobresalientes e influyentes de la prensa dominicana.
En una entrevista para este diario, en la sección 10 Momentos Inolvidables, que fue publicada el día cinco de septiembre de 2013, el veterano periodista expuso sus vivencias con la sinceridad que le caracterizó siempre. De buen humor, atento a cada pregunta, pero una que otra vez, mirando inquieto hacia la Redacción, pendiente de cómo se desarrollaba el trabajo en la Redacción de El Nacional, periódico que dirigió por 27 años.
En ese momento, esperaba con alegría, orgullo y satisfacción la llegada del 14 de diciembre, pues ese día, cumpliría 86 años. Fue un día como ese, en el año 1927, en Santiago de los Caballeros, cuando abrió sus ojos a la luz.
En ese diálogo, Radhamés Gómez Pepín proclamó con orgullo sus orígenes y calificó el haber nacido en La Joya de Santiago, como una de las mejores cosas que le habían hecho sus padres. Hijo de Ana Mercedes Pepín de Gómez, una maestra, que fue directora del liceo México de Intermedia de Santiago y de Ramón A Gómez, quien toda la vida se desempeñó como periodista en el periódico La Información. De él heredó la vocación periodística, aunque en un tiempo pensó en serio en ser religioso. “Yo iba a ser Papa, Sumo Pontífice, ¿te digo por qué?, porque yo estuve en el Seminario del Santo Cerro, estudiando inicialmente para cura y les daba clases a Roque Adames y a José Antonio Flores, y como ellos llegaron a obispos, entonces yo iba a llegar a ser Papa”. Antes de iniciar su carrera como periodista formó parte de la agrupación revolucionaria Juventud Democrática. “Mi compadre, el padrino de mi hijo mayor, José Pisano González, me metió a la Juventud Democrática, un movimiento de muchachos. Era una dependencia de un partido de izquierda. Eso fue en el 40 y pico”. Gómez Pepín recordó que a la edad de 15 ó 16 años, le pidió a su padre, que era periodista en La Información de Santiago, que lo llevara a trabajar con él. “Me metieron a trabajar allá y me gustó la vaina. Comencé a estudiar, compraba libros de texto y los leía. Recuerdo un libro en especial que se llamaba Manual del Periodista, un excelente libro. Me formé solo, claro, trabajé con Rafael Herrera y Germán Emilio Ornes, que eran periodistas de verdad, sabían lo suyo, sabían lo bueno y lo malo del periodismo, y en ocasiones usaban lo malo”.
Confesó que jamás pensó hacer otra cosa, a pesar de haberle tocado ejercer la profesión durante la época de la dictadura trujillista, la post dictadura, los 12 años de Balaguer y durante la transición a la democracia por el año 1978. De cada período, afirmó, obtuvo una gran experiencia. Como reportero del periódico elCaribe, le tocó seguir a Trujillo en los recorridos que “El Jefe” realizaba los fines de semana, por los diferentes pueblos del país: “Me dijeron: “mira no vas a hacer preguntas, cuando El Jefe quiera hablar te llamará, es un dictado, óyelo bien. Él te va a dictar lo que quiere decir, no le hagas preguntas”.
Como otros profesionales de su época, fue apresado durante los llamados 12 años de Balaguer. “El sinvergüenza de Balaguer me metió preso en La Victoria, una semana, acusado de traficante de armas. Oye que hijo de la gran p…, te lo digo honestamente, yo no sé diferenciar un revolver de una pistola ni me interesa saberlo. Nunca he portado un arma, ni siquiera un cuchillo y estuve en la Aviación, como estudiante. La prensa comenzó a presionar y Balaguer mandó a que me soltaran”.
Un director
Para quien fuera director de uno de los principales periódicos dominicanos, por espacio de 27 años, un director se forma. “Eso no se aprende en una escuela. Hay que estar todos los días fajado en la Redacción. Tú ves ahora, yo estoy loco por terminar de hablar contigo para irme a trabajar. Cuando uno llega a director lo primero es que uno medio se asusta, y luego tener que estar pendiente de los otros, estar acechando los errores”.
Acerca de su dilatada trayectoria, expresó que se sentía orgulloso de la buena imagen que poseía y de la sinceridad con que le hablaba a la gente. “Lo que no soy es hipócrita. Si hay que decirte esto es así, te lo digo a ti, no gano nada con decírselo a otra persona. La mejor arma de un periodista es la independencia, no estar amarrado a nadie. Lo mejor que puede exhibir un periodista es un historial limpio, sin mendicidades de ningún tipo”. Lamentó que a la nueva generación le falte amor al oficio y preparación académica. “La juventud donde quiera que vaya debe de estar preparada pero no de una forma incompleta por no decirle mediocre”. Explicó que cada uno de sus días comenzaba muy temprano, al igual que sus labores en la Redacción del periódico que dirigió hasta el último día de su vida.
Así, tal como lo proclamara en esa conversación. “Estaré aquí trabajando hasta que la salud me lo permita o el dueño de este negocio, si un día entiende que no le convengo, me cancele”.
Padre ante todo
Sin embargo, para él, el éxito no radicó en sus logros profesionales, sino en su rol de padre. “Yo siempre he dicho y es como un lema, que mi mayor éxito en la vida no está en el periodismo, sino que mi mayor éxito es como padre, porque yo tuve siete muchachos en cuatro matrimonios. Son siete muchachos profesionales, hombres y mujeres buenos. Ahí no hay drogas, hay disciplina y unidad entre ellos. Con sus madres conservo muy buenas relaciones”. Para don Radhamés, la valentía, radicaba en saber reconocer los errores, enmendarlos y seguir adelante con la misma gallardía de los primeros años, con la voluntad inquebrantable que le caracterizó siempre.
Se declaró un hombre dichoso, “tan dichoso, que los momentos malos se me olvidan. Yo no he hecho nada que tenga que ocultar, si no lo digo es porque se me olvida”. Lo que nunca pudo seducirlo fueron las redes sociales, ni la televisión. “Nunca me ha llamado la atención la televisión. No me gusta la televisión porque ahí tú no puedes borrar, si dijiste algo, ya se fue. No lo puedes quitar”. Pero tampoco condujo un vehículo de motor, aunque estuvo en la aviación y llegó a pilotear dos tipos de aeronaves, “Tu sabes los locos que están manejando, los sinvergüenzas, tú sabes todos los motoristas. Allá arriba no hay nada de esas vainas. Prefiero el aire”.
Por la H de Radhamés
Como mi nombre, Radhamés, de acuerdo a mi acta de nacimiento, se escribe R-a-d-h-a-m-é-s y así lo escribía en elCaribe. Un día veo que en un artículo mío sale R-h-a-d-a-m-é-s, o sea, rodaron la H. Fui donde Pablo y le dije, como aquí son meticulosos con los nombres, déjeme decirle que el nombre mío lo escribieron mal y me dice: “anjá”, y se me queda viendo y me dice: ´tú sabes que El Jefe tiene un hijo que se llama Rhadamés, digo:´ sí, pero yo soy más viejo que él, a mí me pusieron Radhamés primero que a él´ y dice: ´si, es verdad, pero el Jefe llamó aquí para decir que por qué es que aquí no sabían escribir Rhadamés, que la H va donde salió hoy, después de la R, como se escribe el nombre del hijo de él´. Me quedo pensando ¡qué vaina! y me dice Pablo: ´¿qué tú opinas de eso? Le respondí: ´que ¿qué yo opino?, oh, que habló la Real Academia de la Lengua. Después de que mataron a Trujillo, como a la semana, yo recuperé mi nombre. Volví a poner la H donde iba y cuando la escribí dije: ´es ahí que va coñ..”.
“La muerte de los padres de uno, es lo más grande”
Para él, los momentos más difíciles de su vida fueron la muerte de su abuela, su papá y su mamá, y la de todos los buenos amigos que fue perdiendo en el camino. “En principio, uno no quiere ni creerlo y se dice a uno mismo, ¡qué murió mi mamá!… y le entran unas ganas de decirle tres verdades a nuestro Señor, pero tienes que aguantarte. La muerte de los padres de uno es lo más grande. Yo no sé, pero sospecho que la muerte de un hijo es tan o más grande que la muerte de los padres. Francamente, no quisiera ver que uno de mis siete muchachos se me muera…”.