Sólo quedan diez días para las votaciones.
Hasta ahora, la campaña ha sido moderadamente positiva. Se han hecho las propuestas de rutina y algunos candidatos presentaron sus versiones programáticas. Valoran temas tan importantes como la seguridad ciudadana, la educación, la salud, la vivienda, el déficit eléctrico y una necesaria revisión de los criterios en los que se sustentará la viabilidad del Estado en atención a las crecientes necesidades colectivas.
Hasta ahora, no ha sido necesario que se suscriba ningún pacto de no agresión. La violencia –siempre lamentable- se quedó en el terreno de los propios partidos.
Se ha denunciado el uso abusivo del poder de quienes buscan la reelección. Quienes gobiernan anunciaron la suspensión de la publicidad oficial con vocación propagandística, congelaron la nómina pública y prohibieron el uso de los vehículos del Estado más allá de las obligaciones propias de las funciones públicas. Pero tantas yipetas en caravanas resulta abrumador. Proyectan un exceso de poder.
En las últimas horas han surgido elementos que pudieran estimular tensiones. Se pretende la implantación de procedimientos que son competencia exclusiva de la institución que administra el proceso electoral.
Es manifiesta una actitud que pretende doblegar a la Junta Central Electoral (JCE), a la cual corresponde por ley organizar y arbitrar las elecciones, y como tal busca establecer las reglas del certamen.
Ayer la oposición se fue a las vías de hecho. Montó una protesta frente a la JCE. Preventivamente, la Junta suspendió las labores y despachó su personal. Esa manifestación da un nuevo giro a la campaña electoral.
El martes pasado un candidato a senador opositor hizo cuatro vuelos rasantes en una avioneta sobre el Palacio Nacional. Una acción inédita en la historia política dominicana que llama la atención y amerita un registro especial.
¿Qué está en desarrollo? Nadie sabe.
Pero una cuestión debe quedar clara: ningún sector puede presumirse delegatario de la voluntad popular. Ese poder sólo dimana de las urnas.
El respeto a las instituciones es esencial si se juega a la vía democrática. Es inevitable que se pregunte: ¿Qué se busca?