Aun lector que vio el artículo del viernes le sorprendió mi afirmación de que el país lleva más de 55 años, que van desde el tiranicidio, sin completar la transición a la democracia.
Porque ¿no es en democracia que vivimos?, él me ha preguntado, haciéndome recordar la anécdota del complicado diálogo entre un norteamericano y un vivo de uno de nuestros puertos, que repito para quebrar la cansona monotonía de estos días.
Llega un barco gringo a una de nuestras costas y un avivato de puerto, en búsqueda, se apresura a ayudarlo a completar el anclaje:
¡American, tirar soga! –vocifera el criollo.
¿What? –riposta el marinero gringo que coordina el arribo del barco.
-Tirar soga, man, para yo amarrar barco –insiste el criollo.
Ante la perplejidad y la inacción del gringo, otro paisano le dice al vivo:
-Oye, hombre, él no te entiende, tienes que hablarle en inglés.
-¡Pero es inglés que le estoy hablando! ¿no te das cuenta?
Con nuestra democracia ocurre igual que en la vieja anécdota del vivo criollo y el marinero gringo: los dominicanos creemos que por calcar de mala manera algunos de sus ritos, vivimos en democracia.
Tras el ajusticiamiento de Trujillo siguieron turbulentos acontecimientos que incluyeron la resistencia de los residuos trujillistas tratando de mantenerse en el poder, intentos de golpes de Estado y contragolpes.
Varias formas de gobierno que incluyeron un Consejo de Estado, una Junta Cívico Militar, una huelga general de 11 días, deposición de la Junta, y reposición de parte del Consejo, hasta que el 20 de diciembre de 1962 tuvimos elecciones en las que resultó electo Juan Bosch.
Llegaba la instauración del gobierno democrático, con una Constitución liberal y progresista en términos políticos, sociales y económicos. Un gobierno y un Congreso tratando de desmontar todo el entramado de más de 100 años de opresión e injusticias fueron demasiado para las fuerzas oscurantistas del país y del exterior.
Tras una huelga general convocada por los grupos empresariales, los militares derrocan a Bosch, que es sustituido por un Triunvirato y de vuelta al Consejo de Estado.
Sigue un levantamiento cívico-militar que deviene en guerra patria tras la intervención militar norteamericana, 12 años de gobiernos en los que Balaguer explica en los rezagos de los rencores dejados por la guerra la conculcación de derechos y libertades.
De vuelta a los asomos democráticos con los gobiernos de Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco, y en todo el proceso que se desarrolla hasta nuestros días, no ha sido afianzado el respeto a la Constitución, las leyes, celebración de elecciones libres, justas y transparentes, toda la normativa y disposiciones efectivas que conforman la vigencia del Estado de Derecho inherente al régimen democrático.
Ahora, con la posibilidad de aprobar nuevas leyes del régimen electoral y de partidos políticos, con la renovación de las directivas de la Junta Central Electoral y el Tribunal Superior Electoral, emerge una nueva oportunidad para que la República Dominicana reemprenda el camino de establecer una democracia funcional.