En el epílogo de mi libro 40 años de economía dominicana, escrito hace ocho años, señalé algunos temas donde deberíamos hacer mayor énfasis para poder lograr un desarrollo económico y social sostenible. Señalé que lo primero que debemos hacer es precisar cuáles son nuestras posibilidades económicas en un mundo globalizado. También, que es necesario encontrar un equilibrio que pueda armonizar los legítimos intereses de lucro personal de corto plazo con el desarrollo a mediano y largo plazo, el cual es responsabilidad del Estado.
Indiqué que todavía no sabemos sobre cuáles sectores productivos descansará el futuro económico de nuestro país y cuáles serán los que están llamados a satisfacer las aspiraciones de empleo de nuestra población.
Apunté que presenciamos con pasmosa pasividad cómo las exportaciones de bienes se han quedado prácticamente estancadas en las últimas tres décadas y tampoco nos aterra que las necesidades de bienes y servicios importados han ido creciendo con rapidez, creando así una dependencia de divisas, que la estructura actual de nuestra economía no está en condiciones de garantizar. Me referí a la importancia de desarrollar una base tecnológica que dé sustentación a nuestro crecimiento económico. También señalé que todas las naciones industrializadas del mundo reconocieron en una temprana etapa de su despegue económico, que sin una población altamente educada no es posible un desarrollo económico sostenible.
Finalmente, indiqué que si bien todos estos son desafíos que tenemos que enfrentar, nuestro principal reto viene dado por nuestra ubicación geográfica con relación a Haití, una de las naciones más empobrecidas del planeta. Dije hace ocho años, que debemos reconocer que ningún esfuerzo será efectivo para desarrollar nuestra población desde la perspectiva social, económica y cultural, mientras se siga produciendo una invasión pacífica de ciudadanos haitianos a nuestro territorio. Señalé que no podremos llevar a cabo exitosamente los programas de alfabetización que requiere nuestro pueblo.
Tampoco implementar programas de salud que sean efectivos y que cubran a toda la población. Dije que serían inútiles los esfuerzos por afianzar una cultura nacional autóctona que nos identifique ante la comunidad internacional. Señalé que lo más grave será nuestra frustración al no poder enfrentar con éxito el masivo desempleo que padecemos, pues cada vez con más intensidad veremos cómo la mano de obra haitiana desplaza a nuestros obreros menos especializados.
En conclusión, advertí que el problema que nos presenta la proximidad geográfica con Haití, es de tal dimensión que si no lo consideramos la principal prioridad que tenemos como nación y lo enfrentamos con la determinación que su gravedad requiere, todo optimismo que pudiésemos tener sobre un futuro mejor, se verá frustrado por esta aplastante realidad.
En consecuencia, la discusión sobre la sentencia del Tribunal Constitucional no debe concentrarse exclusivamente en el derecho a la nacionalidad dominicana que pudiesen tener decenas de miles de personas, por las irresponsables políticas migratorias del pasado. Estos casos tendrán que ser resueltos satisfactoriamente. Por lo tanto, la verdadera esencia de esta sentencia debe entenderse como una clara y contundente señal de que la República Dominicana no está dispuesta a seguir aceptando con indiferencia, la invasión pacífica de cientos de miles de indocumentados, como tampoco lo están todas las naciones que se respetan.