Moda que devino en delito

Hubo durante mi viaje hacia la adolescencia cursos de gimnasia, sesiones de masajes, ejercicios y prácticas deportivas, alimentos complementarios, visitas al médico, conversaciones con atletas de grandes y fuertes musculaturas, cuando Charles Atlas&#823

Hubo durante mi viaje hacia la adolescencia cursos de gimnasia, sesiones de masajes, ejercicios y prácticas deportivas, alimentos complementarios, visitas al médico, conversaciones con atletas de grandes y fuertes musculaturas, cuando Charles Atlas escribió un sencillo y barato curso para que el enclenque se convirtiera en hombre de las cualidades estéticas que conquista la admiración de todos.

En el quehacer de ser poderoso y admirado, algunos enclenques a quienes los consejos de Charles Atlas no les funcionaron, se allegaron a otras tiendas en donde adquirieron un tipo de solución que había dado buenos resultados a quienes buscaban físicos extravagantes, que talvez provenían de la producción de ejemplares fastuosos de una ganadería que había aplicado hallazgos de la ciencia para lograr medallas para sus ejemplares en exposiciones. Aunque la hiperconformación física no es intrínsecamente bella, es impresionante, y algunos atletas se hicieron famosos por sus extravagantes cuerpos llenos de hipertrofiados músculos y de fuerza descomunal.

Cuando llegó la decadencia del llamado deporte rey en los Estados Unidos de la posguerra con un proceso de pérdida de asistencia a sus eventos hace algo más de quince años, sus dirigentes corporativos decidieron realizar cambios en la dinámica deportiva para que el negocio llamado béisbol fuese más atractivo.
Nace así, híbrido del deporte y la ganadería, el uso de los esteroides que construyen músculos grandes de mucha fortaleza, para aupar al gran atractivo del béisbol, el jonrón. La argucia dio como resultado el poner de moda el consumo de esteroides entre jóvenes que soñaban con exitosas carreras jugando al béisbol. En el proceso, a pesar del éxito de algunos, hubo numerosas bajas lastimosas y dolorosas.

Al primero de mis once hijos, Nelson Iván, lo llevé a especialistas endocrinólogos de la entonces incipiente Escuela de Medicina de Intec, en donde tenía yo el título de Asistente Administrativo del Decano, durante el año de 1973, cuando contaba él con once años de edad, porque pensaba que algo podría hacerse para impulsar su crecimiento. Se me dijo que podría tratarse con hormona de crecimiento, pero no fue tratado por razones que los especialistas explicaron en términos de riesgos, de incertidumbre y de tope de edad ya cumplido para que el deseado fin se produjese sin efectos inconvenientes.

Luego, con la ocurrencia mía de casarme con una dama cuarenta años más joven, procuré tratarme con hormona de crecimiento para retardar mi propio proceso de envejecimiento. Busqué consejo médico aquí y en los Estados Unidos. Desistí del propósito por las advertencias respecto de los posibles efectos secundarios. La moda no me la puse, pero otros infortunados y excelentes atletas que son grandes, ahora se les ve pequeños por haber estado a la moda..

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