En ocasiones hemos presentado textos influyentes sobre el mito descrito por escritores de diferentes épocas que abordan este asunto. Hoy entrego el contenido de “Historia Patria” de Bernardo Pichardo, texto oficial durante muchos años. Sobre la parroquia del Santo Cerro dice:
“Refieren los narradores de esa época que en el hoyo en cuyos bordes se arrodillan anualmente millares de peregrinos, dentro del templo, y que, a pesar de las inmensas cantidades de tierra que desde hace siglos vienen extrayéndole para aplicaciones religiosas, no parece aumentar de profundidad, ni dar señales de derrumbe, estuvo plantada la cruz milagrosa, alrededor de la cual siempre ventó sus tiendas la Conquista”.
“Empeñada la sangrienta lucha y desalojados los españoles del cerro por el asalto bravío de los indios, comandados por Maniocatex, hermano de Caonabo, presenciaron la ‘acometida tumultuosa’ de que hicieron objeto los indígenas a la santa insignia de la cruz, la que quisieron destruir a flechazos y quemar sin lograrlo”.
“Reaccionados los españoles por el Padre Infante, religioso de la Orden de Las Mercedes, que los acompañaba como Capellán, se prepararon de nuevo durante las largas horas de aquella noche memorable, en que sólo distinguieron las hogueras amenazantes y fatídicas donde serían arrojados sus cuerpos, para librar con la aurora del nuevo día el duelo por demás desigual a que los obligaba y provocaba su situación y el inmenso y salvaje vocerío de esos indómitos guerreros de la selva”.
“Como a las nueve de la noche dicen que se observó, desde el campamento español, merced a una luz desconocida y suave, sentada en uno de los brazos de la cruz, a Nuestra Señora de las Mercedes, y, ante esa visión todos, absolutamente todos, desde el Descubridor y su hermano don Bartolomé que lo acompañaba, hasta el último soldado, postrados de rodillas, oraron con fervor”.
“Al fin la batalla se empeñó con denuedo y decisión y el éxito definitivo coronó los esfuerzos de las huestes castellanas que produjeron el espanto en todas esas tribus coligadas, cuyo número, según algunos historiadores, alcanzó al de treinta mil indios, en tanto que los españoles sólo ascendían, poco más o menos al de doscientos”.
“Consecuencias de la batalla. Amedrentados, los indios huyeron a los bosques hasta donde fueron perseguidos con perros; se sometieron a los españoles; se les impuso un tributo trimestral: la religión comenzó a instruir a algunos y se inició el cruento martirio que, junto con las epidemias culminó con la desaparición de esa raza”.
Sorprende que a la mitad del siglo XX permaneciera vigente contenido ultra humano para enseñar y explicar la historia patria como si fuese mitología griega.