Los esteroides y su secuela son noticia por enésima vez por los predios de las Grandes Ligas.
Hubo una primera etapa que trajo consigo un nuevo sistema de pruebas y es justo decir que se llegó a controlar el uso de sustancias prohibidas o, por lo menos, indujo a los genios del mal a buscar alternativas que no fueran detectables por cierto tiempo.
Ahora se inicia otra, con productos más refinados que obligan a MLB y al Sindicato de Jugadores (MLBPA por sus siglas en inglés) a reenfocar su estrategia.
Las recientes sanciones, en las que lamentablemente hay dominicanos envueltos, me llevan a recordar el tema de Luis Enrique: “el que tiene dinero le pide al Señor que le cuide. El que roba le pide al Señor que le deje robar”.
No sé si MLB tendrá que endurecer las penas, pero siempre habrá allegados a los jugadores buscando la forma de evadir el sistema de pruebas. Esa fábrica de maquinaciones será dura de aniquilar.
Es sencillo: demasiado dinero de por medio para que la tentación no lleve a peloteros y asociados a “sacrificarse” con esteroides para echarles manos a unos milloncitos.
Si en la pelota hubiese sueldos de miseria o no se hablara de millones con la facilidad que un niño siempre está dispuesto a jugar, otro gallo cantara.
Muchos que han dado positivo tienen papeletas que no las brinca un chivo. Otros dejaron de ganar más, pero salvo que caigan en el mal manejo de fondos, viven muy bien el resto de sus vidas.
Algunos se quedan cortos, pero la intención expresa es obtener la condición de millonario.
Por algo hay personas vinculadas a los agentes de los peloteros que están hasta la coronilla en cada lío. Hacen el trabajo sucio y por eso reciben su paga.
Me resulta difícil de creer que el representante de un pelotero dopado no sepa nada de sus andanzas, especialmente si tiene en mente negociar por una millonada en la temporada muerta.
Rinden más, producen más y al final se les paga más. Más que las ideas, a los hombres los separan los intereses. Eso lo dijo hace tiempo Alexis De Tocqueville.