Todos los gobernantes por poderosos que sean se han sentido vulnerables ante la imposibilidad de saber qué les depara el futuro, por eso históricamente han sentido la necesidad de encontrar a alguien que les prediga el porvenir, recurriendo a magos, sabios, astrólogos, espiritistas y a todo aquello que pueda hacerles sentir que también pueden controlar lo que habrá de suceder. Sin embargo, sin tener que llegarse a esos extremos, lo cierto es que las sociedades como la naturaleza van dando señales que muchas veces son imperceptibles ante los distraídos sentidos de la gente; las que ninguna autoridad sensata debe obviar.
La Marcha por el Fin de la Impunidad entraña un mensaje que es mucho mayor que la cantidad de personas que hayan podido asistir a la misma, porque es bien sabido que movilizar personas de clase media, en su mayoría sin un interés que no sea otro que el de mostrar su indignación, no es tarea fácil en una sociedad poco empoderada y que con cada una de esas personas probablemente marchaban familiares o amigos que aunque no estuvieron presentes comparten las mismas frustraciones.
Por eso nuestras autoridades deben estar conscientes de que el mensaje va más allá del número, porque el mismo representa a una clase tradicionalmente silente pero que cuando habla generalmente lo hace a coro y no tiene marcha atrás.
Hace tiempo que los problemas mundiales o la búsqueda de soluciones para los mismos se globalizaron y ejemplo de ello es la corrupción. Primero vimos cómo funcionarios imputados de corrupción en nuestro país, aunque penosamente descargados, infiltraron otros países como el vecino Haití o intentaron hacerlo para extender el radio de sus lucrativos negocios obtenidos a base de tráfico de influencias, luego cómo empresas brasileñas de construcción diseñaron un modelo de obtención de ventajosos contratos bajo el espejismo de las supuestas ventajas del financiamiento incluido, obtenidos a través del pago de sobornos a funcionarios de distintos gobiernos en el mundo con los que entablaron sólidas relaciones; y por último, cómo el destape del caso de corrupción más grande que ha habido en Latinoamérica ha tenido un efecto dominó a todo lo largo de su geografía.
Y es que no solo los métodos de corrupción se internacionalizaron así como sus protagonistas, sino que el repudio a la misma también lo hizo, por eso el escándalo internacional que ha generado la publicación de informaciones por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos de América sobre sobornos pagados en distintos países ha estremecido los mismos y ha provocado que se tomen acciones contundentes en muchos de ellos de persecución y sanción, lo que ha obligado a nuestras autoridades a abandonar la actitud que tuvieron hasta hace poco de mantenerse aferradas a su relación con su contratista favorita ODEBRECHT, aunque todavía sus acciones distan mucho de las que han sido tomadas en otros países.
El gobierno y su equipo de comunicaciones están muy ocupados y preocupados con las consecuencias de este caso y sobre todo con la certeza cada vez más fuerte de que en esta ocasión los archivos de expedientes para sus protegidos correligionarios no serán aceptados y que por tanto, al menos a algunos tendrán que sacrificar.
La corrupción al igual que la serpiente no puede matarse si no se le corta la cabeza, pero el problema es que la misma tiene muchas cabezas que se ven y otras que no se ven, por eso debemos estar conscientes de que cortar solo algunas debilitaría la víbora pero la dejaría viva y en condiciones de seguir mordiendo con su mortífero veneno y eso, no es lo que conviene.