Fuera de lo que podría calificarse como el “establisment” literario dominicano ha surgido en lo que va del siglo XXI una generación de escritores, especialmente en el género de novela, que procura describir de manera descarnada el drama existencial del hombre en medio de un “capitalismo salvaje”, cuyos únicos valores son la riqueza, la ostentación y el placer, independientemente de los medios empleados para conquistarlos. Marcos Rodríguez, de quien antes comentáramos “Al borde del suicidio”, confirma la apreciación con “El Mártir de los martirios” y “Cuando fui un ángel del cielo”.
Esa “novela negra” cultivada por Rodríguez es la misma que observamos en las publicadas por Joel Rivera, Heberto Geordano Castillo Guerrero, Gensy Severino y Rafaela López Rondón, por solo citar de memoria algunos nombres de jóvenes escritores que conducen su estética por la descripción de las crueldades y dilemas que acorralan la condición humana en el “mundo light”.
“El mártir de los martirios” narra la vida tormentosa de una familia acaudalada en la que nace un niño con un maleficio generador de fatalidades. El alumbramiento de Pierrot Cortorreal en la lejana provincia de Oviedo, es seguido por la muerte inmediata del médico y la enfermera que hicieron el parto, y en lo adelante, este personaje con rasgos de autista se convierte en el hilo conductor de todas las desgracias, entre leyendas y hechicerías, hasta morir convertido en zombi.
Los conflictos familiares, donde un suegro llega a violar con ardides y fármacos a la que sería la esposa de su hijo, en “Cuando fui un ángel del cielo” se lee como una alegoría de la crisis moral que carcome la llamada sociedad post moderna, donde una criatura angelical refiere el aborto de que fue víctima.
Estas novelas, además del aporte literario, constituyen una denuncia dramática sobre la vida sin valores de la gente de hoy, agravando la vulnerabilidad de los niños.