Malo es el otro II

Los términos libertad, soberanía, democracia y justicia son, sin duda, expresiones que todo el mundo conoce y cree bien entender, aunque muchas veces las percepciones semánticas difieren considerablemente entre las personas. Hace casi 48 años,…

Malo es el otro

¡Ah!, esos visionarios históricos, de estatura monumental. Cambiaron la geografía y la historia, mudaron etnias hacia otros continentes y les llevaron pasiones y culturas y creencias. Han dominado el quehacer de occidente durante milenios. Visionarios,

Los términos libertad, soberanía, democracia y justicia son, sin duda, expresiones que todo el mundo conoce y cree bien entender, aunque muchas veces las percepciones semánticas difieren considerablemente entre las personas. Hace casi 48 años, en una tarde del verano de 1965, los noveles profesores de la UCMM, Rafael Martínez, Ramón Flores, Julio Cross y Marcos Taveras, en el recinto de la universidad localizado en el Instituto Politécnico Vocacional de Santiago, iniciaron, en medio de la ocupación de la patria por fuerzas interventoras, una conversación sobre estos conceptos.

Conformábamos uno de los primeros grupos de profesores pioneros de las nuevas tecnologías y ninguno había tenido entrenamiento en política o ciencia política, de manera que el ejercicio se convirtió en un proyecto de aprendizaje y de explanación de percepciones. Estuvimos largo rato sin llegar a acuerdo sobre intentos de definiciones, hasta que le tocó el turno al concepto justicia sobre el cual Rafael Martínez nos entregó una que a algunos miembros del grupo nos pareció monstruosamente injusta. Justo, dijo, es todo cuanto sea congruente con los intereses de quien ostenta el poder. Por supuesto, que no llegamos a consenso alguno.

A pesar del sustrato de cinismo que envuelve tal definición, es indudable que las sentencias son respecto de valores expresados en códices que representan los intereses particulares de la clase dominante, del poder tiránico o del ordenador externo, lo que debe llevarnos a la idea de que la soberanía es tan frágil o fuerte como sea el dominio del poder.

En este mundo de los últimos doce años, la soberanía de Iraq, de Afganistán, de Libia, y muchas otras naciones, nunca residió en sus pueblos, pues conculcada por tiranos pasó de éstos a ser también conculcada por el grupo de aliados europeos que junto con los países anglosajones, se ha embarcado en su cruzada contra el terrorismo, aunque sea solo el terrorismo de origen islámico.

Desde el siglo XV soberanos fueron los reyes absolutistas, los papas aliados con el Imperio Romano Germánico, el Reino Unido, Francia, España y Portugal, Prusia, Rusia y algunos imperios de oriente como el Japón. Tienen todos en común el haber sometido por conquista guerrera o comercial a otras naciones para entregarles sus valores éticos, su organización social y sus sistemas políticos, mientras explotan las riquezas ajenas a cambio de un saldo de valores extravagantemente injusto para el otro. Hoy, exhibiendo una falta de memoria descomunal, se nos habla para que defendamos los viejos conceptos de democracia y libertad olvidando que quienes realmente la amenazan son los mismos adalides que la promueven con palabras, mientras hacen la guerra.

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¡Ah!, esos visionarios históricos, de estatura monumental. Cambiaron la geografía y la historia, mudaron etnias hacia otros continentes y les llevaron pasiones y culturas y creencias. Han dominado el quehacer de occidente durante milenios. Visionarios, talvez mejor, alucinados por sus propias endorfinas, creyeron recibir, de perversa deidad, orden de conquista ideológica, para someter a las demás naciones a los designios de su Dios, en guerras genocidas que tarde o temprano se pierden. Llamo perverso, al dios que pide que en su nombre se mate o se convierta al infiel, término inventado para asesinar sin culpa.

Del sometimiento resaltan dos importantes conceptos: (1) el libre albedrío y (2) la represión, práctica de una gran diversidad de sistemas políticos.
Así se impuso a finales del siglo XIX en París y en Le Cap el libre albedrío sobre la represión mientras sus proponentes daban rienda suelta a mecanismos represivos para eliminar toda oposición. Antes había sucedido en el Canaán prometido, en el Oriente Medio de Constantino; en Constantinopla, Persia, Mesopotamia, Egipto, toda Nordáfrica, hasta España, durante la conquista del Islam.

No podemos darnos el lujo de tener el tipo de mundo que dio a Muhammad, Alejandro VI, Francisco Franco, Adolf Hitler, Jean Jacques Dessalines, Rafael Trujillo, porque el genocidio, exterminio étnico, ni el control total del enemigo ni es justo ni debería ser posible.

En septiembre del 2001 un nuevo alucinado, George Bush, emprendió su cruzada de exterminio contra el Islam con base en sus convicciones mesiánicas, para eliminar el terrorismo como método de lucha de la faz del planeta, en guerra de conquista ideológica, territorial, económica, que pudo hacer al lograr que el Congreso entregara al presidente poderes de vigilancia absoluta sobre la ciudadanía, y expandiera las fronteras de la guerra hasta donde quisiera, en un inequívoco triunfo de la represión sobre el libre albedrío que permitió la ejecución de acciones restrictivas de las libertades consagradas como derechos inalienables.

Por combatir tal práctica, los votantes eligieron y cuatro años después reeligieron a Barak Obama. Ahora nos enteramos de que en vez de cumplir sus promesas libertarias, ha estado extendiendo la represión hacia el mundo exterior en franca violación a las leyes. Ya no es suficiente el anti terrorismo del Estado en cuyo nombre se restringe la libertad de movimiento y de palabra; se permiten las escuchas telefónicas y el seguimiento por Internet, y se anuncia que los drones tele-dirigidos han de seguir usándose para matar terroristas inclusive en Norteamérica.

Como sujeto del mundo y por ende objeto de investigación, escucha, y represión tengo que protestar. Y protesto.

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