Muchos hemos pensado que a estas alturas, debido a la caída del precio del petróleo y los movimientos contra la corrupción en América Latina, Nicolás Maduro ya no debería estar en el poder. Debemos reconocer que, aunque no nos agrada su forma de hablar y menos la manera en que está llevando a Venezuela al caos y a la confrontación, el hombre ha sabido cómo conducir su guagua.
Ha salido triunfante en la crisis que ha generado frente a Colombia para distraer la atención de las elecciones de diciembre y tratar de ganar simpatía interna en momentos en que un agobiante desabastecimiento de alimentos y de los más elementales productos de higiene personal afecta su popularidad y su permanencia en el poder.
Con el argumento de que está defendiendo empleos, de que está impidiendo la entrada de drogas desde Colombia, cuando en realidad el narcotráfico está presente en todas las instancias de su gobierno, gracias a la respuesta sorprendentemente débil de Colombia frente a los desmanes cometidos por Maduro y sus esbirros en la frontera, logró el apoyo de naciones latinoamericanas.
Colombia se limitó a solicitar la intervención de la Organización de Estados Americanos para dirimir el problema fronterizo y en esta ocasión, de modo muy distinto a su actuación claramente parcializada que exhibió en el caso de República Dominicana, su Secretario General, Luis Almagro, decidió escurrir rápidamente el bulto y dictaminó rápidamente que a quienes correspondía mediar era a la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) y a los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), organismos que responden a los intereses del madurismo y por tanto a nadie le resultó una novedad la votación a favor de Venezuela.
Gracias a estas estrategias y a la condena a Leopoldo López por parte de la jueza Barreiros, la posición de Maduro se ha fortalecido de cara a las próximas elecciones en el mes de diciembre.
Por otra parte, en el mercado petrolero la tendencia es que no se vislumbran alzas en los precios debido al exceso de producción y a la débil demanda de China y la aún incierta recuperación de algunas de las economías de Europa. Frente a estas dos variables podríamos ver precios aun menores que los actuales. Proyecciones como las de Goldman Sachs estiman que se podría pensar en un barril a 38 USD, un precio impensable hasta hace poco.
Obviamente esta situación es una constante amenaza para la economía venezolana, la cual depende de las exportaciones de petróleo. Por eso, sus recientes victorias no dejan de ser paliativos a corto plazo ya que su verdadero reto para mantenerse en el poder va mucho más allá de los próximos comicios, especialmente ahora que cada vez más sectores que tradicionalmente le daban su apoyo comparan su liderazgo con el de Chávez y resienten cada vez más el exceso de riquezas de la clase dirigencial en medio de la carestía y la desprotección que experimentan y además son testigos de las protestas anticorrupción que han sucedido en Guatemala, Ecuador, Argentina y Brasil. Llegarán los días en que ninguna estratagema ni el apoyo de sus aliados librarán a su gobierno de la sacudida del caos económico y el descontento de una población agobiada de inequidades y despropósitos.