La gente suele hablar de madurez emocional cuando pretende acusar a otro de inmaduro o infantil, pero al hacerlo, por desconocimiento, incurre en graves errores.
Ser maduro, no es ser insensible, indiferente o sentirse por encima de las emociones y reacciones humanas.
Por eso, en la entrega de esta semana presentaré la primera parte de un interesante artículo escrito por Ana Muñoz, experta en Motivación, publicado en la página web about en español.
A veces, observamos el comportamiento y reacciones de alguien y llegamos a la conclusión de que es una persona inmadura o parece no querer ser un adulto; pero, ¿en qué consiste la madurez emocional? ¿Cómo es ser realmente un adulto? Estas son las principales características de las personas que han alcanzado una adecuada madurez emocional:
1. La persona emocionalmente madura tiene una identidad desarrollada, sabe quién es y trata de ser fiel a sí misma y sus valores y vivir y comportarse de acuerdo con ello y no según las modas o lo que dicte el grupo al que pertenece.
2. Sabe distinguir entre razón y emoción y, aunque puede optar por dejarse llevar por uno u otro aspecto, según lo prefiera, es capaz de elegir en vez de verse dominado por las emociones o tratar de controlarlas recurriendo exclusivamente a la razón. Es decir, presenta un equilibrio adecuado entre razón y emoción.
3. Tiene metas y objetivos realistas que alcanzar y planifica y lleva a cabo las acciones necesarias para lograr dichas metas, sin quedarse solo en palabras o fantasías. Sus metas le ayudan a dotar de sentido a su vida, alcanzar logros y mejorar su situación. Por el contrario, las personas sin metas viven vidas mucho más vacías y con menos sentido.
4. No son personas pasivas y dependientes, sino independientes y asertivas, capaces de reconocer sus propios derechos y luchar asertivamente por ellos. Hacen lo posible por reconocer sus defectos y errores y buscan soluciones a sus problemas en vez de culpar a los demás o quejarse. Piden ayuda cuando realmente la necesitan, y la aceptan de buena gana, pero no piden ayuda innecesariamente. No se sienten a merced de los demás, sino dueños de sus propias vidas.(Continuará) l