La violencia contra las mujeres, cuyas secuelas más graves son los feminicidios y la orfandad infantil, es un problema muy complejo, con raíces esencialmente culturales y educativas, por lo que su abordaje y las estrategias para combatirla resultan difíciles.
En el mundo actual la violencia contra las mujeres causa más muertes que el cáncer entre mujeres de 15 a 40 años. Los especialistas de la conducta sitúan los orígenes de esa violencia en un conjunto de factores entre ellos educación desigual, machismo, un sentido de pertenencia del hombre en relación a la mujer, dependencia emocional, angustia, inseguridad, baja autoestima y trastornos psico-emocionales no superados, sin olvidarnos de los traumas sociales como la pobreza, la desigualdad, la descomposición socio-familiar.
La sociedad global en la que vivimos padece de serios problemas afectivo-sociales, por lo que aquellos valores que nos servían de referencia, se han ido perdiendo, unos por omisión, otros por una campaña sistemática a través de mensajes subliminales, mediante diversos medios, incluyendo los electrónicos, la cual se retroalimenta de manera sistemática.
Cuando hablamos de machismo en un contexto global, no podemos dejar de observar que es un mal que afecta más a los países occidentales de origen hispano, muy por encima de los anglosajones en el caso de nuestro hemisferio.
Así vemos que en España, donde está la raíz de nuestra herencia, los feminicidios siguen afectando a su sociedad en ocasiones de manera brutal.
Entre 2002 y 2012, en España, fueron víctimas de la violencia machista más de 700 mujeres. La media anual de asesinatos de mujeres hasta 2013 es de 70 feminicidios por año. Desde 1968 hasta hoy, han muerto asesinadas por hombres unas 2,700 mujeres españolas.
En nuestro continente, en Honduras, por ejemplo, en 2013, murieron 613 mujeres, la mayoría a manos de sus parejas y exparejas. De cerca le sigue Nicaragua, un país donde la participación política a la mujer es mayor; sin embargo al menos uno de cada tres hombres que estuvo preso entre enero y julio pasado había sido capturado por agredir a una mujer, según revelaciones del magistrado de la Corte Suprema de Justicia, Rafael Solís.
En este año 2014, 47 mujeres nicaragüenses han sido víctimas de feminicidio, según las estadísticas de la Red de Mujeres contra la Violencia. En 2013 un total de 73 mujeres murieron en Nicaragua a manos de hombres, según la Red.
La situación más grave en América Latina la sufre hoy Bolivia, donde hay grandes avances en materia de crecimiento económico y de leyes de protección para las mujeres. Sin embargo unas diez mujeres han muerto en ese país andino cada mes a manos de sus parejas durante el primer semestre de 2014, con un total de 98 víctimas fatales. Bolivia registra las tasas más altas del hemisferio en violencia contra las mujeres y el segundo en violencia sexual.
Las dominicanas y los dominicanos libramos a diario una batalla contra este fenómeno social, que nos abate cíclicamente, con altas y bajas, sin reparar muchas veces, en las raíces del fenómeno, en su origen y su repercusión en otras latitudes.
Las estadísticas oficiales de nuestro país revelan que durante el 2013 los feminicidios presentaron la tasa más baja de los últimos ocho años en el país, con un total de 74 casos, mientras que en el año 2005 se produjeron 98, en el 2006, 99; en 2007, 89 y 131 casos en el 2008, incrementándose de nuevo en este año pues ya son 87 las mujeres que son asesinadas cuando todavía faltan cuatro meses para completar el año. Hay que decir que se requiere ir más allá de las estadísticas para un abordaje correcto.
De acuerdo a un artículo de Europa Express, calzado con la firma de Xavier Caño Tamayo, del Centro de Colaboraciones Solidarias, los malos tratos machistas y los feminicidios no son sólo problema de España o países cálidos. “Es una lacra universal. Situaciones iguales o análogas se dan en todo el mundo, porque en el fondo, el origen de la violencia machista es la sojuzgación milenaria de la mujer por el hombre. Y una causa innegable es la discriminación que continúa relegando a la mujer social, cultural, económica y políticamente, por muchos espacios de libertad y autonomía que haya recuperado.