Mario Emilio Pérez es todo un personaje. Al hablar utiliza un juego de palabras con una gracia incomparable. Su vida está llena de historias y anécdotas, narra las situaciones más difíciles como si se trataran de los más hilarantes chistes. No importa lo complicado del caso, Mario Emilio siempre le encuentra el lado jocoso.Es así como comienza un viaje por algunos recuerdos que el paso del tiempo no ha logrado borrar de su memoria y que vuelve a vivir cada vez que los evoca.
1. Un padre pegador
Nuestro padre no era fácil. Era un padre pegador como correspondía al machista de esa época. Era un aficionado a los tragos, tuvo relaciones extraconyugales e hijos extramatrimoniales. Nos daba unas pelas muy fuertes con correa; pero mira qué cosa, mi padre nos daba palizas a sus hijos varones, pero nunca le puso la mano a una de sus hijas, porque él decía que si les pegaba ellas se iban a acostumbrar a recibir golpes de los hombres.
2. Una aspiración.
Yo me cuido mucho. Tú sabes que cuando uno está viejo, si la gente te deja de ver te mata. Dicen: pero el señor que siempre pasaba por aquí parece que se murió, porque ya estaba muy viejo y hace días que no lo veo. Yo siempre he dicho que mi aspiración es morir a los 98 años baleado por una amante celosa. (risas) Es más, tengo el título de la crónica: “Joven mata nonagenario por celos”.
3. Una vergüenza amorosa
Fue mi primera vergüenza en cuestiones del amor.
Yo estaba enamorado de una jovencita muy hermosa, pero estábamos enamorados todos los muchachos del barrio, como yo era muy pobre, a ella le gustó más el hijo de un camarero de uno de los restaurantes de lujo.
Él fue a mi casa y me dijo algo que me causó una gran tristeza, me dijo: “ esta noche voy al cine con la muchacha”, y yo rogándole a Dios que no pasara nada en el cine. Cuando llega, le pregunto: y qué, cómo te fue, y él me responde: “ esa muchacha te quiere”, y digo, ¡anjá!, con gran entusiasmo, hasta que termina la expresión y agrega: “cada vez que me besaba, decía: ¡Ay, el pobre Mario Emilio!”
4. Recuerdo feliz
Uno de los mejores momentos de mi vida fue cuando yo estaba en quinto curso y me escogieron para participar en la Hora Feliz, un programa de radio de la época. Me eligieron para que recitara un poema y recuerdo que al salir de ahí era un héroe, por lo bien que todos dijeron que había recitado el poema.
5. Ojos soñadores
El momento de mi primer beso, fue muy agradable, porque mira qué paradoja; ese día yo no había comido, no había pisado la primera base estomacal, y ella me dijo: tú me gustas y se me acercó y me dio un beso en la mejilla y me confesó que lo que le gustaba era que yo tenía “ojos soñadores”, pero eran ojos hambrientos porque no me había desayunado. Al tiempo de eso, ya ella casada y yo también, le aclaré que no eran ojos soñadores.
6. Una gran satisfacción
Cuando mi papá pasó de empleado como mensajero a pequeño empresario, gracias a que había sido agraciado en la Lotería Nacional y puso una pequeña lavandería en Villa Consuelo, en la que le iba muy bien, nuestra situación cambió para bien.
Hasta ese momento, yo decía que las plumas de todos los pollos que habíamos consumido en casa durante un año, no daban para hacer el gorro de un cacique indio.
7. El universitario
Comencé a estudiar Derecho, porque los que tenemos afición literaria nos encaminamos por ahí, pero cuando comencé a trabajar en Noti Tiempo, cuando cursaba el cuarto año de la carrera y me pusieron a cubrir la fuente judicial, me di cuenta de que no era bueno para litigar, entendí que el Derecho no era lo mío. No me gustan los pleitos ni los conflictos.
Creo que es más fácil casarse y convivir con una mujer que a uno no le guste que ejercer una profesión que no te guste, porque con el tiempo y el trato uno se puede ir enamorado, pero de la profesión equivocada, es muy difícil enamorarse sobre la marcha.
8. Un jefe inolvidable
Ese es el doctor Rafael Molina Morillo. A él le debo el nombre de Estampas Dominicanas.
En la época en que yo era reportero de la Revista Ahora, fallaba mucho.
Me gustaban mucho el trago y las mujeres y esa es una actividad que da amanecidas, y las amanecidas dan faltar al trabajo y yo tenía que vivir excusándome. Hasta que un día le vi en la cara una expresión como de preaviso y cesantía, y me inquieté porque pensé: si a mí no me dan los cuartos trabajando, qué será sin trabajar. Entonces, me puse a pensar que tenía que escribir algo, un tema que fuera muy bueno.
Fue cuando reparé en la clase de personas que acudían con regularidad a los diferentes parques de la capital y fue así como surgió un artículo titulado “Dime a qué parque vas y te diré quién eres”.
Cuando llego al despacho del doctor Molina, él me recibió con una cara de un patrón insatisfecho con un empleado y cuando me preguntó por una entrevista que me había encargado y que yo no había realizado, le dije: pero mire este artículo que realicé, para justificar mi salario. Cuando terminó de leer el artículo me dijo: no está mal.
No está mal, era una forma de no dicirme que estaba muy bien, por esa creencia de los jefes de que si te elogian mucho por tu buen trabajo puedes pedir un aumento. Entendí que esa era una aprobación. Me dijo que lo iba a publicar y así lo hizo.
9. Estampas Dominicanas
Cuando fue publicado el artículo, “Dime a qué parque vas y te diré quien eres”, mi jefe me llamó a su oficina y me dijo que había gustado mucho y que había recibido una enorme cantidad de llamadas para felicitarnos porque se habían reído mucho con el trabajo.
Entonces me preguntó que si yo estaba dispuesto a escribir uno semanal y me dijo: yo le tengo hasta el título “Estampas Dominicanas”.
Le respondí que sí, aunque no tenía ni idea de sobre qué tema escribiría, luego me dijo: mira, como yo sé que la laboriosidad no es una de tus virtudes, vamos a liberarte de cualquier otro trabajo si tú me escribes uno de estos artículos semanales.
Mi siguiente artículo fue sobre las empleadas del servicio doméstico, titulado La Doméstica Dominicana, y a este siguieron muchos otros que recibieron el apoyo de los lectores.
10. El dorrocamiento a Juan Bosch
Ese fue uno de los acontecimientos que más me laceraron, porque fue un gran logro, después de 31 años de dictadura, sentar un gobierno democrático para que un grupo de inconcientes lo echaran a perder. Yo le cogí mala voluntad a todo el que se vio involucrado en ese derrocamiento y decía que no me interesaba la amistad con nadie que tuviera que ver con ese hecho. Ese fue uno de los acontecimientos más dolorosos que recuerdo.
Recuerdo un día que una persona vinculada al golpe de Estado al profesor Juan Bosch, estaba en mi casa conversando con mi esposa y cuando llegué les pasé a los dos por el lado sin saludar, y ella me dijo: Mario Emilio, pero es que tú no vas a saludarlo y le respondí un poco molesto, tú sabes muy bien que a mi no me interesa ningún tipo de relación con personas que hayan tenido participación en el derrocamiento del gobierno legalmente constituido de Juan Bosch. El invitado solo atinó a decir: ese marido suyo si es radical.
Un estilo muy particular
La gente comenzó a identificarse con su peculiar estilo de escribir, a través de sus artículos de corte costumbrista, titulados Estampas Dominicanas, publicados en diferentes medios de comunicación y que nacieron en la desaparecida revista Ahora.
Estos artículos los convirtió en un libro del que lleva ya seis volúmenes editados, una compilación de temas y personajes del folclor criollo, presentados con gran genialidad y gracia, la misma gracia que dice caracteriza al pueblo dominicano.
Para él, vivir es un chiste… tiene varias formas de definir a un hombre, una de ellas es que para ser un verdadero hombre, éste debe comer arroz con habichuela, decir una mala palabra cuando se enoja y debe ser mujeriego; en caso contrario, no es digno de confianza.
No salió de la redacción de este diario sin antes enumerar los tres pecados capitales que un hombre debe evitar frente a la mujer. Estos son, según él, la tacañería, la cobardía y la indiscreción. “No necesariamente en ese orden”, afirma.
Explicó, con una descripción muy suya, a los mala paga: están los que quieren pagar y no pueden y los que pueden y no quieren.
Reconoce que en su pasado fue muy mujeriego y amigo de las parrandas y recuerda que su esposa Ivelisse Prats era muy celosa y le recordaba su pasado, por lo que un día le dijo: Ivelisse no te das cuenta que mi fealdad es garantía de fidelidad, y ella le respondió: no señor yo no tengo exclusividad en el mal gusto. “Yo no tuve más que reírme muchísimo”.