Aura Celeste Fernández creció en el seno de una familia unida, donde los valores y el respeto fueron los pilares sobre los cuales se edificó su vida y la de sus hermanos.Allá, en San Francisco de Macorís, dentro de las cálidas paredes de esa casa verde, esa casa eternizada en su mente y corazón, transcurrieron sus días con una infancia feliz, entre travesuras, canciones y literatura, donde su padre hacía una pausa en sus labores legales para entonar, acompañado de su guitarra, una canción o simplemente declamar una poesía.
Allí creció, y aunque el paso del tiempo lo ha cambiado todo, constantemente sus recuerdos la devuelven a su casa verde, junto al árbol de uvas africanas y sentada en una de las fuertes ramas de la mata de mango, cómplice de tantas historias que jamás podrán borrar los años, ni la distancia.
1. Felicidad completa
La felicidad completa se tiene cuando uno es niño. Solo en esa etapa se puede decir que la felicidad es absoluta. A lo largo de la vida uno se da cuenta de que existen momentos de felicidad. Particularmente, mi niñez fue una niñez de seguridad, de amor, de ilusiones. Nací en San Francisco de Macorís, un nueve de noviembre. Soy hija de unos padres a los que quiero y admiro profundamente, porque aún forman parte de mi vida, cada segundo de cada día, aunque se hayan marchado. Mi padre, el doctor Abel Fernández Simó se marchó hace 36 años; y mi madre, Liliana Altagracia Rodríguez Tejada, lo hizo en el 2013. Mami era la fuerte de la casa, era la que nos daba nuestros chancletazos. Papi nunca nos dio, papi siempre nos orientaba, pero no nos daba, porque sabía que mami era fuerte. Viví una niñez muy feliz. Realmente esa niñez es la base sólida que me da seguridad en la vida. Haber tenido esa niñez es lo que me permite tener la fortaleza para afrontar la vida.
2. De familia
Tengo cuatro hermanos, porque luego nació otro hermano de padre, Juan Enrique, cuando ya mis otros hermanos y yo estábamos grandes. Tuve el privilegio de criarme con mis tres hermanos, Liliana Beatriz, una médico consagrada, de la que me siento profundamente orgullosa; mi hermana Estela, que murió hace ya 19 años, a raíz del parto de sus últimas dos hijas, procreó tres hijos. La he extrañado demasiado. Era una pianista, tocaba violín, tocaba la guitarra, tenía unas condiciones extraordinarias para la música, y Abel Armando, que es ingeniero y tiene dos hijas. Lo de la música es algo de familia. Mi padre era Fernández Simó y los Simó son buenos para la música; de hecho, mi padre, aunque era abogado, un gran jurista, era maestro de violín, era concertista, tocaba guitarra, cantaba, escribía poemas. Era un ser muy especial.
3. La casa verde
Toda nuestra infancia transcurrió en una casa que la tengo en mi mente y en mi corazón y que me alberga aún, aunque ya no existe, ya fue derribada porque se vendió hace algunos años. En esa casa se crió mi padre y sus hermanos y en esa misma casa nos criamos nosotros, porque mi papá se quedó viviendo en ella. Era una casa verde, de madera el piso y de madera la casa. Una casa grande, con un patio maravilloso, lleno de árboles frutales. Ahí pasamos una niñez muy agradable, nos subíamos en las matas y hacíamos casas en los árboles. En ese patio existía un árbol de mangos banilejos, que era parte de nuestras vidas, que formaba parte de nuestros juegos, que escuchaba nuestras ilusiones, nuestras discusiones y una mata de uva africana, que fue la primera mata de uva africana que vino al país, la trajo mi tío Alfredo, el autor de Guazábara. Nosotros adorábamos esa mata, pero ahí no nos podíamos subir porque era muy frágil.
4. El Derecho
Me interesé por la carrera de Derecho desde que era chiquita, porque mi papá tenía su oficina de abogados en nuestra casa. La casa tenía dos entradas diferentes, estaba en una zona muy céntrica de San Francisco de Macorís. Ahí tenía mi padre su oficina, porque ahí tenía mi abuelo su oficina, que fue uno de los primeros notarios que tuvo la provincia Duarte, y se hizo notario cuando no era necesario ser abogado para ser notario. Yo actualmente tengo el protocolo de mi abuelo y de mi padre, estoy autorizada legalmente a expedir cualquier copia certificada. Mi papá fue y es tan admirado y tan amado por mí. Sostiene mi vida, todavía. Vive en mi corazón y en mi vida. En cada célula de mi cuerpo vive mi padre. Él ha sido un punto de referencia, incluso, en mi forma de actuar pienso en cómo actuaría mi padre, cómo reaccionaría. Por eso nunca me cuestioné qué profesión iba a estudiar, siempre supe que quería ser como mi padre.
5. Las navidades
Nuestra casa verde era una casa mágica, y la mejor era la magia de la Navidad. Mi mamá tenía un pintor que ella siempre buscaba, que se llamaba Norberto. Ese señor todas las navidades pintaba la casa. El olor de la pintura a finales de noviembre y Norberto pintando la casa, marcaba el inicio de la Navidad. Mi papá tenía un amigo que se llamaba Héctor Marrero Oller, él era como un hermano de mi papá. Cada primero de diciembre nos enviaba unos cubitos que él importaba, que estaban llenos de dulces de Navidad, y mi mamá administraba ese cubito de dulces, porque nos pasábamos toda la Navidad comiendo de esos dulces; y para completar, para esa época también regresaba el tío Alfredo de cualquier lugar del mundo y nos traía regalos de las tierras donde se encontraba. Todavía hoy en día, la Navidad sigue siendo mágica, me transforma, me hace más alegre.
6. Guillermo Moreno
Me fui a estudiar Derecho a la Pontificia Universidad Católica de Santiago; ahí, en el segundo año, conocí a Guillermo, tuve la dicha de tenerlo como compañero de estudios. Él se enamoró de mí, él me dice que de inmediato. Yo, no necesariamente me enamoré de inmediato, pero sí fue mi amigo más entrañable, por ser un hombre con una sensibilidad social muy grande. Había estudiado en La Salle. No era un joven cualquiera, era un joven que tenía inquietudes sociales, humanas, que no corroboraba con la época de los 12 años de Balaguer. Una época en que se vulneraron mucho los derechos humanos. Guillermo, además, era muy culto, se había leído toda una biblioteca. Él era nieto de Domingo Moreno Jimenes y era el biznieto más amado de la hija del Presidente Jimenes, ella le inculcó el amor por la lectura. Era una persona sumamente culta y muy buen estudiante. Estudiábamos juntos. Me enamore de él porque nadie podía ponerse en sus zapatos. Cualquier hombre que yo conociera, cualquier compañero de clases, no tenía su cultura, su sensibilidad, no se podía comparar con él. Me dije que él era mi compañero y al final de la carrera nos hicimos novios, y ocho meses después de graduarnos, el primero de agosto de 1980, nos casamos. Nos casamos rápido porque mi padre había fallecido el primero de mayo de ese mismo año y yo no me ubicaba en la vida sin mi papá. Guillermo me hacía mucha falta, porque él estaba en Santiago y yo en San Francisco. Yo tenía 21 años y él tenía 23.
7. La familia
El 19 de diciembre de 1981 tuvimos nuestro primer hijo, Abel Guillermo Moreno Fernández, y cinco años después, el 13 de marzo de 1987, nació nuestro segundo hijo, Juan Domingo Moreno Fernández. Nuestro hijo mayor nos dio un nieto que se llama Guillermo Moreno. Amo profundamente a mi familia, a la que aún vive y a la que se fue. En mi vida están presentes mis abuelos, mis abuelos paternos a los que adoré. Con decirte que mi abuelo paterno murió cuando yo tenía siete años, pero hay días que lo lloro, que al recordarlo lo lloro. Mi abuela Bienvenida, la mamá de mi mamá, fue alguien que marcó mi vida, le dio alegría a mi vida. Era violinista y decimera. He tenido tantos seres que he amado en mi vida, comenzando por mis padres, mis hermanos, mi esposo y compañero, mis hijos y ahora con mi nieto.
8. Una segunda madre
La familia de Guillermo me impactó. Es una familia grande de siete hermanos, su padre, Juan Isidro Moreno Espinal, le llamaban don Mumo. A él lo idolatré, todavía lo amo, y a su madre la he amado siempre. Siempre me ha tratado con mucho amor, delicadeza y ternura. Ella no es una suegra, es una segunda madre, una madre que me ha apoyado, comprendido, que me ha dado la razón por encima de su hijo, en todo. Hemos llorado juntas y hemos celebrado juntas. Ella se llama Mercedes, una mujer extraordinaria.
9. El abuelo y el tío Alfredo
Mi abuelo, Juan Antonio Fernández Castillo, alias Guanán, formó parte del primer grupo de música clásica que se formó en el país, antes de la Sinfónica Nacional, que fue la Filarmónica Verdi, de la cual formaba parte mi tía Aura Celeste, mi tío Alfredo Fernández Simó y varios de mis primos. Ese fue un tío muy especial, fue diplomático toda la vida. Viajó a muchos lugares del mundo. Era escritor, poeta, compositor, pianista. Era un hombre muy bello, delgadito, nos hacía los relatos de cada lugar donde llegaba. Vivió en las selvas del Perú, de esa experiencia surgieron dos libros.
10. Intensa
Yo amo o no amo. No sé amar a medias tintas. Normalmente se sufre más así, pero se vive más intensamente la felicidad, el amor. No guardo rencor por las personas que me han traicionado en la vida. No les deseo mal y si en algún momento me llega a la mente algún pensamiento negativo, lo desecho, porque pienso que la vida es como un boomerang, que no es bueno desear mal a nadie.
Aspiración de un mejor país
Pienso que en nuestro país sí hay espacio para los políticos éticos. Ahora vemos cómo en los Estados Unidos la campaña por la Presidencia ha estado matizada por discusiones de índole personal, pero en nuestro país la política ha sido ejercida de manera bastante degradante por la mayoría de los políticos, no por todos. La mayoría de los políticos ponen a funcionar demasiado la racionalidad para no perder el favor del régimen, para no perder las dádivas y la simpatía del que está gobernando, del poderoso, y no se atreven a tomar decisiones. A veces no se atreven ni siquiera a acercarse a aquel que cuestiona el régimen. Tienen cierto resquemor de acercarse al que cuestiona el sistema imperante y la corrupción. La vida nos ha enseñado que para cambiar lo que existe hay que atreverse. Este país hay que insertarle un comportamiento ético, en el ámbito público y en el privado. En nuestro país son palabras claves, la independencia, la ética y la solidaridad.