“Mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás”. 2 Pedro, 2: 21.
La inocencia es una virtud que nos cubre. La ignorancia nos ciega. El conocimiento nos crea compromisos y responsabilidades. Un indígena que habita en una recóndita selva adonde no ha llegado la Palabra de Dios, no conoce los linderos del pecado ni los límites de su libertad a no ser por intuición.
Una persona que ha abrazado la fe cristiana para convertirse en un ser humano renovado espiritualmente, asume una carga pesada: La responsabilidad que entraña el ser cristiano.
Veamos la sentencia de Pedro en este sentido: “si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su posterior estado viene a ser peor que el primero”.