Para muchos de los que crecimos riendo a carcajadas con sus ocurrencias, estar de cerca con uno de los rostros más representativos del humor criollo, fue todo un acontecimiento.Su sencillez sorprende, no así su alegría y los chistes con que respondía las manifestaciones de cariño de todo el que le saludaba a su paso.
César Augusto (su verdadero nombre) se considera un hombre afortunado, que ha recibido más de lo que había soñado. En esta conversación franca y abierta, asegura que en la vida no todo es risa y alegría.
1- La traición de un amigo
En mi infancia recuerdo que mi papá tenía un caballo y a mí también me compraron un caballito malísimo que se llamaba Campeón. Yo estaba feliz, siempre lo montaba en un terreno cerca de mi casa, pero un día parece que se despertó de mal humor, me tumbó y me dio una patada durísimo, desde ese día quedamos enemigos. Eso sí, se ganó su traslado para una finca.
2- Una gran travesura
Cuando era niño, junto a mi hermano Alejandro y mis primos Próspero y Jaime, teníamos una especie de club y como vivíamos detrás del Palacio Nacional y como los sábados no iba nadie, nos fuimos a jugar cerca de una dependencia gubernamental, resulta que uno de mis primos rompió un cristal de esa oficina y mi papá tuvo que buscar el dinero para pagarlo. Nos dieron un boche con los dientes apretados.
3- Mi padre
Mi papá fue un gran hombre, muy amoroso, no era muy expresivo, pero siempre supimos lo mucho que nos amaba. Nos llevaba de paseo los fines de semana, nos compraba juguetes sin nosotros pedírselos. Fue en verdad un excelente padre, nos trató con mucho cariño y nos educó con valores.
4-Una irreparable pérdida
Haber perdido a nuestro primer hijo con apenas 15 días de nacido, es una triste experiencia. Fue un duro golpe para mí y para mi esposa, es algo inolvidable, muy doloroso. Para nosotros nuestros hijos son el mayor tesoro. Lo más importante.
5- Un abucheo histórico
Eso fue en los años ochenta, durante una actividad en el Palacio de los Deportes, yo creí que me la estaba comiendo con un chiste que estaba haciendo, pero parece que la gente no lo entendió bien y me hicieron un buuuu tan grande que sentí que las orejas se me desgonzaron como a un perro. ¡Que vergüenza tan grande! Ese episodio nunca se me va a olvidar.
6- Ellos cambiaron mi vida
Conocer a Milton y más tarde a Freddy , fue ganar nuevos hermanos. Ellos creyeron que yo podía incursionar en el mundo del espectáculo, aún cuando yo no estaba tan seguro de poder pararme en un escenario.
7- Mi primera obra de teatro
Ese día, cuando poníamos en escena la que sería mi primera actuación en una obra teatral, jamás olvidaré la respuesta del público. Cuando salí al escenario, sin haber dicho una palabra, se levantaron a aplaudirme. Eso me hizo sentir muy feliz y agradecido.
8- Una dedicatoria
Uno de los reconocimientos más significativos para mí fue cuando Acroarte me dedicó la gala de nominados, no lo esperaba. Esa distinción se convirtió en un verdadero premio para mí. Ese fue mi soberano. Las muestras de cariño de la gente en la calle es uno de mis mayores premios.
9- No todo es risa
Recuerdo un día que una señora se me acercó y al verme serio, hablando de cosas serias, me dijo, ´´pero usted no es así, usted siempre se está riendo´´, entonces le contesté, ´´anjá y si yo fuera dueño de una funeraria tendría que estar llorando todo el día´´. La señora sonrió y comprendió que como ser humano uno también tiene sus días no tan buenos.
10- Cuquín
No siempre fue Cuquín, ese apodo inició como Cocuyo, y fue por una vecina que me decía así, porque ella decía que yo me movía como un cocuyo y de ahí fue degenerando hasta convertirme en Cuquín.
Vivió una de las épocas difíciles de la UASD
En la primaria y en la secundaria era muy aplicado, pero esto cambió al llegar a la UASD. “A mí me tocó estudiar en el tiempo del ´Medio Millón´ y a veces cuando uno se preparaba para un examen se aparecía un tiguere con una granada y no daban el examen y el día que uno no estudiaba, el tiguere no llegaba, daban el examen y todos nos quemábamos como unos perros”.