“Entonces, el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios”. Lc. 1. 30.
Probablemente María tenía más o menos cincuenta años cuando Jesús murió en la cruz, clavado frente a sus ojos.
Ella vivió su pasión y el dolor profundo de una muerte cruel, y se mantuvo a su lado en todo momento sabiendo que el sacrificio de su hijo y el propio sería un nuevo parto: El de la libertad, la salvación. Vio a su hijo lavar nuestros pecados con su sangre.
¿No es María, entonces, un ser excepcional? ¿No es digna de veneración y respeto? Es la madre de Dios, no es una María cualquiera. Para nosotras las mujeres, María debe ser un modelo de fe, de amor y entrega. Cuidemos de no caer en la injusticia de quitarle su lugar.