Ya casi concluía la conversación y aunque había formulado la pregunta varias veces, no había tenido la respuesta precisa. Vuelvo a la carga y ahora sí. Sus ojos se iluminan y es claro que está volviendo a vivir ese momento, no dudo que hasta escuchara los aplausos y sintiera los abrazos de sus compañeros. “Un recuerdo inmortal de mi carrera, fue mi primer hit en las Mayores. Para mí ese es un momento grandioso, inolvidable, fue en Anaheim 1968. Me emocioné, pensé que estaba caminando en una nube”. Esta última frase está de más, la expresión de su cara demuestra lo que siente. A éste siguieron otros recuerdos que han forjado su vida dentro y fuera del terreno de juego.
1. Mis días de infancia
Tuve una infancia feliz en un hogar acogedor, aunque con una situación económica muy apretada; sin embargo no nos faltó nada. nuestros padres cuidaron de sus hijos con amor, éramos cinco hembras y cinco varones, vivíamos en una casa pequeña en una esquina de la calle Duarte, donde cabíamos todos y lo que era de uno era de todos. Mi papá fue un un padre cariñosísimo, muy inteligente y muy leído, al igual que mi mamá, se llamaban Antonio Llenas y Magda Aracelis Dávila, se querían mucho. Éramos una familia que todo lo compartía.
2. Nace el deportista
La verdad es que en mi mente no estaba convertirme en un jugador de beisbol, siempre digo eso y la gente me dice que cómo puede ser, si tengo 50 años dedicado a eso. Yo me di cuenta que cuando jugábamos en la calle a mí me ponían a jugar con muchachos más grandecitos. Además, eso lo llevaba en la sangre porque un tío mío, Rafael Llenas, jugó profesionalmente, en 1937, era cátcher. Mi hermano mayor, Nelson, ese sí era verdad que quería ser pelotero.
3. Mi firma
Cuando yo tenía 16 años, Freddy Toribio un legendario manager que hubo aquí, me puso a jugar beisbol amateur con los mejores peloteros de aquí. Cuando se acabó el campeonato, ya yo estaba en el liceo y recuerdo que un día cualquiera cuando regresé del liceo, como a la una y media de la tarde, encontré un grupo de personas en mi casa, entre ellas un escucha americano, y mi papá me dijo que comiera algo y me preparara para ir al estadio que ese señor me quería ver jugar y me harían un try-out. Eso me sorprendió muchísimo porque no creía que tenía esas condiciones para el beisbol. Me hicieron mi prueba y le di durísimo a la pelota. Terminé y me fui para mi casa, pensé que no le había gustado. En la noche estaban en mi casa ofreciéndome un contrato. Le dieron 500 dólares a mi papá para que yo jugara beisbol profesional, eso fue en diciembre del 1961 y en marzo me marché a los Estados Unidos.
4. Sin guante, ni ganchos
Al otro día de haber llegado a Miami, tenía mi primera práctica, ya uniformado, yo no salía a jugar porque fue tan poca cosa que me llevé, que el guante y los ganchos se quedaron aquí en Santiago. Entonces me compraron un guante y unos ganchos nuevos y practicar con un guante nuevo es la cosa más terrible del mundo. Cuando terminé la práctica me dolía todo el cuerpo y no aguantaba los pies.
5. Me botaron por ver a mi madre
Mi madre estaba muy mal y pedí permiso para ir a verla y no querían dármelo. Ella se estaba muriendo. Entonces yo me fui atento a mí. Me vi obligado a hacerlo, eché todo pa’l carajo, para estar con mi mamá en su lecho de muerte. Eso era lo menos que yo podía hacer. Entonces me echaron del equipo. Me puse a trabajar en dos factorías, ganaba 45 dólares a la semana y pagaba 10 en un apartamentico.
6. El reencuentro
Cuando volví del extranjero, aquí se estaba jugando la pelota invernal, pero yo no quería jugar. Yo no quería nada con el beisbol y duré un tiempo para retomarle el amor al juego. Vino un escucha nuevo con una organización nueva y después de mucho hablar y pensar me dije: ¿por qué no? Y decidí darme otra oportunidad, con la espinita que yo tenía de demostrarle a esa gente que no quisieron darme el permiso y me dejaron fuera, que yo tenía potencial. La gente solo mira los triunfos, pero detrás de cada triunfo hay más de 20 fracasos. Levantarte es la verdadera grandeza, aprender esto me ha hecho mejor hombre. Más de una vez llegué a pensar “hasta aquí llegó mi carrera” y qué va. Después de esa experiencia nunca me botaron de ningún lado, gracias a Dios.
7. Guardar el uniforme
Es muy difícil dejar de ser jugador activo. Nadie quiere retirarse, pero yo, antes de que me dejaran libre Las Águilas, dije que no iba a jugar más, aunque yo íntimamente sabía que me quedaban por lo menos dos años más, pero yo quería irme por la puerta grande y así lo hice. Me retiré en 1982. Después fui manager del equipo y después que vi que ya tenía nueve años, antes de que Las Águilas me despidieran como manager, renuncié de esa posición y me dijeron “pues te quedas como gerente”, y acepté. Después se armó un rebú entre los dos directivos del equipo y me eligieron a mí y la Liga me nombró administrador general de Las Águilas. Tengo ya como 16 años siendo presidente del equipo.
8. “La mamá del play”
En el juego uno pelea muchísimo con sus compañeros de equipos y con los jugadores de los otros equipo, pero nosotros tenemos una expresión, “la mamá del play”. Tú sabes que en los eventos deportivos los fanáticos, por su frustración, usan el nombre de tu mamá a cada rato, entonces yo decía que esa no era mi mamá, que esa era la mamá del play. Todo lo que pasaba en el play se quedaba ahí, no trascendía a lo personal.
9. Jugadores de ayer y de hoy
La diferencia entre ellos es mucha y ninguna. El juego es el mismo, ha cambiado la mentalidad. El ambiente ha cambiado para bien, hay mejores salarios, mejores estadios, mejores hoteles, mejores condiciones de vida, mejor acondicionamiento físico. Para nosotros una pesa era prohibido, porque un pelotero no podía tener definiciones, ahora esos muchachos están más grandes y fuertes. Ahora tienen un gimnasio y hasta entrenadores. En mis tiempos de juventud, los padres le decían a las hijas: “mantente alejada de los músicos, los guardias y los peloteros que esos son unos tígueres”, ahora le dicen, “¿pelotero?.. ¡sí, ahí sí hay!
10. Los tiempos han cambiado
Ahora no importa dónde se esté realizando el juego, la gente lo ve en cualquier país. A nosotros no nos veían así. No existía esa cobertura mediática. Yo recuerdo que una vez, caminando por la calle del Sol con un grupo de peloteros, una señora se para y me dice: “usted es el Chilote Llenas”, y le digo que sí. Y me dice: “caramba, yo a usted me lo imaginaba un hombre grandísimo”. l
Me preparé para mi retiro
“Yo he asimilado y me he levantado de los fracasos, no me siento realizado, creo que tengo mucho que aportar aún. Tengo mi conciencia tranquila y estoy convencido de que he dado lo mejor de mí, a mi familia, a mis amigos y a mi carrera. Cuando tienes que dejar el terreno de juego y retirarte, piensas qué será de ti, qué vas a hacer. Es duro saber que ya no va a jugar más béisbol, ya no vas a estar en el equipo, que no vas a estar activo. Piensas: “esto es lo que siempre he hecho”. En fin, piensas de todo, pero ¿sabes? el mayor cambio es contigo, es interno, es tener que aceptar que aunque estés bien físicamente, ya no estás apto para ser pelotero.
En mi caso no fue tan difícil porque yo me preparé para eso. Pensaba que no quería verme como ya había visto a grandes luminarias del beisbol, pasar vergüenza, porque no querían retirarse a pesar de que el público los abucheaba cuando salían a jugar.
Para mí fue más fácil porque de pelotero pasé a manager, no me quité el uniforme de una vez. Pero no es fácil. Comprendo cómo se siente un pelotero cuando tiene que dejar el equipo. Cuando tiene que guardar su uniforme”.
El retiro
“Para mí fue más fácil porque de pelotero pasé a mánager, no me quité el uniforme de una vez. Sé lo que se siente cuando tienes que dejar el equipo”.
Superación
“Levantarte es la verdadera grandeza. Más de una vez llegué a pensar hasta aquí llegó mi carrera, pero qué va, he vuelto a levantarme”.
El pelotero
“En mi mente no estaba convertirme en un jugador de beisbol, siempre digo eso y la gente me dice que cómo puede ser, si tengo 50 años en eso”