“La vida junto a Peña era diferente todos los días”

Sus hermosos ojos verdes se iluminan al evocar los días de su infancia, los aterdeceres en Buenos Aires, Argentina, el amor por la poesía y la música que le inculcó su padre, el poeta Manuel del Cabral y, un poco más tarde, sus primeros pasos…

Sus hermosos ojos verdes se iluminan al evocar los días de su infancia, los aterdeceres en Buenos Aires, Argentina, el amor por la poesía y la música que le inculcó su padre, el poeta Manuel del Cabral y, un poco más tarde, sus primeros pasos en la vida política de la mano del líder perredeísta José Francisco Peña Gómez, de quien afirma despertó su admiración por su capacidad de trabajo, su entrega y su amor por los más necesitados y quien más tarde la conquistó con sus detalles y la sonrisa inocente que dejaba al descubieto la pureza de su alma. “Con grandes afanes y grandes retos, nos convertimos en amigos, amantes y esposos. Compartimos una vida donde nos complementábamos”.

1. Los primeros años
Nací en Buenos Aires, capital de Argentina, durante la época que mi padre era primer secretario de la embajada dominicana. Mis hermanos son: Amelia, que nació en República Dominicana, Amanda (Chinchina) y Alejandro, que heredó la vena artística de mi padre.

2. Sus padres
Mi padre, el poeta Manuel del Cabral, acosó con su pluma la tiranía trujillista, escribió versos en contra del régimen. Mi abuelo, el político don Mario Fermín Cabral, para protegerlo, le hizo nombrar en la Embajada Dominicana en Buenos Aires. Allí conoció a mi madre, Alba Cornero, nacida en Rosario, era la menor de nueve hermanos y de ascendencia española. Mi madre era periodista y escritora, admiradora del Che, y amante de la poesía. Conoció a mi padre en una peña de intelectuales y se enamoraron. Al poco tiempo se casaron en Punta del Este, Uruguay.

3. Niña traviesa
De mi infancia recuerdo muchas travesuras. Fui demasiado traviesa, era el azote de mi familia. Fui tildada como inquieta por mis tías; por mi temperamento, siempre estaba creando revueltas infantiles y ellas se aterrorizaban cuando me veían llegar, pues sabían que algo se rompería en la casa.

4. Años de estudiante
Realicé mis estudios primarios en Brasil, hasta el tercer grado. Luego, regresamos a Argentina. Completé mis estudios primarios y secundarios en Chile. Luego, fui a la universidad en Buenos Aires. Realmente no recuerdo el nombre de algún profesor en especial. En cuanto a mis compañeras de estudios, me ha sido muy grato encontrarme en nuestro país, con Gloria y Mónika, que están casadas con dominicanos.

5. Herencia familiar
Mi padre me enseñó a tener un  espíritu poético. Fue un gran ser humano, idealista y de gran nobleza espiritual, me enseñó a amar la buena música, la poesía, la pintura… a valorar las  cosas bellas de la vida. Mi madre, quien vive conmigo, tiene un carácter más fuerte, le tocó la conducción del hogar, inculcándonos el deber, la responsabilidad y la disciplina. Nos enseñó a compartir, estudiar, nos preparó para el combate de la vida. Durante la época que estuvimos en el exilio, en Buenos Aires, trabajó muy duro para mantener el hogar. Con su ejemplo formé mi carácter, lo que transmití también a mis hijos. Ella se preparó para enfrentar la vida.

6. La maternidad
Me casé y fui madre muy joven.  Mi primer hijo es Diego, el segundo es Sebastián y la tercera y única hembra es Natacha. Mi experiencia de haber sido madre a tan temprana edad me permitió acompañarlos en su proceso de crecimiento. Debido a mi juventud, la crianza de mis hijos fue tan cercana como la de una hermana mayor. Mis hijos me han dado el mejor regalo que una madre pueda recibir: mis 12 nietos. Sebastián Gabriel, Gabriela, Diego Manuel, Andrea, Valeria, Alejandro, Diego Raúl, Cristian, Adriana, Peggy Alexandra, Nicolás y Manuel, que es el bebé de la familia.

7. La política
Mi familia se divide en intelectuales y políticos. En mí influyó mi abuelo paterno, uno de los políticos más sagaces de la época, llamado Mario Fermín Cabral Báez. Según decía mi padre, fue de él que heredé la vena política. En una oportunidad le dije a José Francisco, que quería ingresar al PRD. Él, sin embargo, me ofreció el cargo de la Dirección Social del Ayuntamiento, porque desde allí podría hacer un gran programa de ayuda para los más necesitados y prometió vincularme al partido posteriormente. Al ver que pasaba el tiempo y Peña no me integraba a las actividades partidarias, decidí comenzar a trabajar en favor de los más necesitados, con mi amiga Rosario López, quien presidía la Asociación de Amas de Casa y comenzamos a caminar por los barrios, visitando a las mujeres que pertenecían a la asociación. Buscábamos la manera de llevar soluciones a los problemas que afectaban a la comunidad. Un ejemplo de esto son los escalones del Capotillo, las escuelitas en casas de familia, llaves de agua, entre otras. A medida que se intensificaba el trabajo me sentía más identificada con la acción social. Fue entonces cuando el doctor Peña Gómez decidió colocarme con el grupo de la rama femenina de entonces, donde iniciamos el trabajo con las mujeres. Posteriormente se creó la poderosa Federación de Mujeres Socialdemócratas, la cual presidí. Mi orgullo político es haberme iniciado a favor de la lucha por el espacio de la mujer. El resto es historia.

8. Conocer a Peña Gómez
Conocí el nombre y la figura de José Francisco Peña Gómez, a través de los medios de comunicación, como todo el mundo. Pero supe más de él a través de mi madre, que sentía profunda admiración por Peña y con quien había entablado una gran amistad. En sus relatos ella nos contaba de la enérgica lucha de Peña por la democracia y libertad de su pueblo. Esto me impresionaba. Estando todavía en Chile, nos narró cómo ese hombre negro con esa fuerza de liderazgo convocó al pueblo, el cual se lanzó a las calles demandando el retorno a la constitucionalidad, posterior al derrocamiento de Juan Bosch. Esa era la imagen que yo tenía en mi memoria del gran líder. Posteriormente, en mis labores cotidianas, trabajando en un hotel de la ciudad, donde me desempañaba como gerente de banquetes, fui visitada por la señora Altagracia Marcano, del Área Internacional del PRD, que vino a solicitarme cotización, pues iban a tener en el país un gran congreso. Me citó en las oficinas de la Internacional Socialista, para participar en una reunión con Peña Gómez , donde se me darían los detalles del evento. A él le agradó mucho que yo fuera hija del poeta Manuel del Cabral y de su amiga Alba Cornero. A partir de ahí, nos reunimos en algunas ocasiones para asuntos de trabajo. Posteriormente me ofreció la posición de directora de Asistencia Social del Ayuntamiento del Distrito Nacional, lo que acepté. En mi nuevo trabajo tuve la oportunidad de conocer su gran capacidad de trabajo y, sobre todo, al hombre sensible y dulce, de una sonrisa inocente que cautivaba.

9. La vida después de Peña
Una de las grandes preocupaciones que tenía Peña, al saber la gravedad de su enfermedad, era sobre mi futuro, sobre el destino que podía tener políticamente, consciente de lo que le sucedía a las viudas de los líderes. Eso, hizo que les comunicara su inquietud a varios de sus amigos y pedirles protección para mi persona. Después de su desaparición, me vi obligada a tomar una gran decisión: alejarme o continuar la vida política. Peña fue mi guía. La impronta de sus acciones y sus palabras estaban conmigo. Posterior a su desaparición, tuve que enfrentar muchos momentos difíciles. Pero el entrenamiento de vida, de los años vividos junto a él me permitieron continuar la vida política, como él hubiese deseado.

10. Alegrías y tristezas
Muchos momentos felices he tenido. La felicidad de haber tenido un hogar donde primó el amor, el nacimiento de mis hijos, mi unión con José Francisco, los nacimientos de mis nietos, en los cuales he estado presente. Me  siento una mujer privilegiada de momentos y episodios muy felices, pero también de  tristeza, una de ellas el descubrimiento de la enfermedad de José Francisco, la lucha en la búsqueda de su salud, caminando por todos los continentes buscando una respuesta, y consiguiendo solo una extensión de vida, y la muerte de mi padre.

La vida junto a Peña Gómez

Durante la época que trabajamos juntos logramos una buena relación, conversábamos y planificábamos el trabajo. Recuerdo sus palabras: “Peggy, tú y yo vamos a hacer grandes cosas”. Al pasar el tiempo entendí el interés que él sentía hacia mi persona. Fui descubriendo al ser humano extraordinario, que me conquistó. Nos enamoramos… y a partir de ese momento decidimos estar juntos.

Nada nos separó. ¡Solo la muerte! Viví con un hombre que hoy es historia. La vida junto a Peña era diferente todos los días. Su dedicación a la vida política le consumía la mayor parte del tiempo. Las visitas en la casa y las reuniones se extendían todo el día y la  noche. Los invitados eran prácticamente permanentes, pues recibíamos compañeros y delegaciones del interior constantemente. Desde las primeras horas de la mañana comenzaba el ritmo habitual del día, que terminaba bien entrada la noche. Peña iniciaba el día con sus caminatas, no dejaba de saludar a sus perros y echarles maíz a las palomas. Cuando salía de sus habitaciones estaba impecablemente vestido y perfumado. Entonces desayunábamos juntos. Amante de la naturaleza, la música. Su gran tesoro: su biblioteca. Se mantenía informado del acontecer nacional e internacional. 

Aprendizaje
De Peña Gómez, aprendí la superación permanente ante las dificultades. Aprendí a superar los fracasos y cómo emprender nuevos retos”.

Herencia Política
En mí influyó mi abuelo paterno, uno de los políticos más sagaces de la época, Mario Fermín Cabral Báez. Según mi padre decía, de él, heredé la vena política”.

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