Roberto Cassá se sintió atraído por los sucesos de la historia en general. No solo por los hechos que habían acontecido en el territorio nacional, sino, y de manera principal, también sobre los hechos que habían tenido lugar más allá de las fronteras de su país. Es de esa manera que comienza a formarse el historiador, que, sin embargo, tenía otros intereses, como la Economía y la Física.
El paso del tiempo y su posición como profesor de Historia Universal en la UASD le marcaron el rumbo. En la actualidad, el director del Archivo General de la Nación, es uno de los historiadores más destacados y consultados por los estudiantes y por aquellos que se desarrollan en el campo de la investigación histórica.
1. De Santo Domingo
Nací en la ciudad de Santo Domingo en 1948, en la Zona Colonial, calle Santomé, esquina Nouel, todavía ese edificio existe. Mi padre, José Cassá Logroño, era un abogado en ejercicio desde hacía una década, antes de que yo naciera; mi madre, María Bernardo de Quirós, era una inmigrante española de la Guerra Civil. Tengo una hermana y un hermano. Me eduqué en el colegio Santa Teresita, ahí terminé la primaria y llegué hasta primero del bachillerato. A raíz de la muerte de Trujillo, me fui a establecimientos públicos por interés en participación en la actividad político social. No fue por inconvenientes en el colegio, sino porque entendí que debí acercarme a donde estaba el movimiento estudiantil y por eso cambié de lugar. Me fui al Juan Pablo Duarte, luego al Rodríguez Objío, en la tarde.
2. Antitrujillista
Mi familia era una familia antitrujillista, sobre todo mis padres. Crecí en la época de Trujillo, en la fase final, pero fui siguiendo desde niño, sin proponérselo mis padres, la influencia del antitrujillismo; lo que significa influencia de ideas democráticas radicales, y yo desde cierto momento me enteraba de todo. Cuando a un vecino, Micky Cambiaso, lo apresaron en enero del 1960, yo me enteré inmediatamente. Eso causó consternación en el vecindario de la Arzobispo Meriño, porque nos habíamos mudado a Ciudad Nueva. En realidad, crecí en Ciudad Nueva, en la calle Beller. En 1959 nos mudamos a la Meriño, ahí mi papá, en esa casa, puso su oficina de abogados. El colegio Santa Teresita era un centro larvado de antitrujillismo. Al grado de que mis padres le pudieron pedir a la señorita Minetta y a doña Lourdes, que eran las dueñas del colegio, que yo no fuera a ningún desfile trujillista y yo nunca fui a un desfile de Trujillo, porque la señorita Minetta se encargó de prepararme las excusas, al igual que a otros que al igual que yo, tampoco asistían, pero eso no se hablaba. Ya al final del proceso, entre varios amigos del colegio, sí empezábamos a hablar en contra de Trujillo. Crecí en medio de la represión de la peligrosidad que implicaba esta tiranía y de todos los componentes sicológicos que esto conllevaba.
3. El primer libro
Recuerdo el primer libro que me regalaron. Me lo regaló un amigo que era como de la familia, él ya murió hace bastante tiempo, era un español llamado Carlos López Domínguez. Él me regaló ese libro cuando yo estaba enfermo de varicela. Yo no podía hacer nada, tenía fiebre, estaba acostado todo el tiempo y cuando me regaló el libro “Las Aventuras de Tom Sawyer”, deMark Twain, yo dije: ´déjame ver qué es esto´. Lo leí, y desde que lo hice me convertí en un lector voraz. Me dije que leer era una maravilla. Nuestro medio no estimulaba eso, después yo tuve varias profesoras y profesores. En el colegio Santa Teresita, un profesor español, llamado Poncio Sabater, fue una persona que supo inocularnos a muchos de sus alumnos ese amor por el saber, por la honestidad, por la búsqueda. Era un maestro extraordinario. No he tenido un maestro mejor que don Poncio, era un hombre de gran propiedad intelectual. Y luego, en el cuarto del bachillerato, en el Colegio Rodríguez Objío, tuve a la profesora Tirsa Luna de Gómez, ella ya tiene más de ochenta años, y aún seguimos siendo grandes amigos, pero yo sigo siendo su discípulo. Ella ensenaba Literatura y nos puso a leer a todos, pero no solo era leer, era entender la lectura, interpretarla. Ella hizo una labor extraordinaria y creo que la sigue haciendo.
4. Historiador
Desde muchacho, con el interés por la cultura, me interesé en la historia leyendo historia mundial, más, pero también historia dominicana; pero reitero, me interesaban más la historia y la literatura mundial que la nacional. Había que entender quién era Trujillo. Recuerdo que escribí un ensayo sobre la Restauración, que ganó un premio marginal de un concurso organizado por la Federación de Mujeres, en el que Hugo Tolentino fue jurado. Desde ese entonces, lo admiré y respeté mucho como historiador y lo sigo admirando como intelectual. Desde muy chiquito me comenzó a inquietar qué fue La Restauración, la Independencia, lo que había pasado. En 1965 recuerdo que en el Rodríguez Objío yo pronuncié un discurso en honor a Manuel Rodríguez Objío, y para hacerlo debí investigar quién era y qué había hecho. Es decir, que uno tenía que saber historia dominicana como parte del compromiso, y ese interés se mantuvo.
5. Después de la Revolución
Después de abril del 65 decidí irme del país, con el auspicio de mis padres que estaban de acuerdo y en parte lo provocaron por temor a que me pasara algo, porque eran momentos difíciles, pero a mí no me animó nada de esto. A mí me animó la convicción de que no teníamos mucho que hacer. Nunca le he tenido miedo a la responsabilidad, sigo siendo el mismo izquierdista de siempre, desde luego, a la luz de las nuevas situaciones, que incluyen grandes fracasos de la izquierda mundial. Decidí irme del país, porque mi tarea, y así lo entendí, era desarrollarme culturalmente y aquí no lo iba a poder hacer, porque en el país no se daban las condiciones. Me dediqué a leer y a estudiar. Puedo decir que en una época yo me leía casi un libro diario.
6. Lector voraz
Yo comenzaba a leer un libro casi al final de la tarde y hasta que no lo terminaba, no paraba. A veces a las seis de la mañana ya estaba leyendo. Yo fui un lector voraz. No tenía claro lo que iba a hacer, cometí errores en ese sentido, pero lo cierto es que no pude seguir en Europa Occidental, particularmente en Francia que era mi mayor deseo, no consideré otras opciones. Entonces, acepté irme por una relación de familia, con la oposición de mis compañeros de partido, a la Unión Soviética. Asdrúbal Domínguez, en particular, me pidió que no fuera para allá a estudiar. Y yo le dije: hagan lo que quieran, pero yo me voy, y si ustedes lo impiden, pues impídanlo. Fue una discusión acre.
7. A la Unión Soviética
Me fui a la Unión Soviética a finales del 66. Ahí estuve cuatro años, me faltaron dos meses para concluir la carrera que estaba cursando. Cuando salgo para el país, pasé por Londres y me quedé unos meses, ahí conozco a mi esposa; de una vez nos enamoramos y nos casamos por petición mía, vinimos al país los dos juntos. Mi esposa, María de los Ángeles Calzada, nacida en Santander en España, se hizo economista aquí, porque ella no había hecho estudios universitarios en España. Trabaja en el Ministerio de Economía, como economista. Tiene una maestría del Instituto Tecnológico Autónomo de Méjico. Mis hijas, María del Carmen, que es economista con maestría en la Universidad Alberto Hurtado de Chile, trabaja en el Banco Central, y Laura tiene una maestría en Derecho Económico y el doctorado en Derecho Administrativo.
8. Profesor de la UASD
Ya yo tenía una formación de historiador y en términos de relación de política, José Israel Puello estaba a cargo del partido en ese entonces. En ese momento se me plantea ingresar a la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en lo cual intervino favorablemente Hugo Tolentino, que había sido vicerrector y que era una persona muy influyente. Gracias a Hugo, particularmente, yo ingreso a la UASD a dar clases de Historia en el naciente Departamento de Historia, que dirigía el profesor Francisco Alberto Henríquez, que con los años nos hicimos grandes amigos. Ahí es donde comienzo a aprender historia, particularmente dominicana. Comencé impartiendo Historia Universal, me intereso en la relación de investigación profesional, gracias a la ayuda de varias personas en cuanto a la localización de los libros. En primer lugar, a mi padre, porque cuando llegué del extranjero él me tenía una biblioteca de historia dominicana, sin yo pedírselo, pero ahí estaban los libros, y los que no estaban me lo facilitaron con generosidad, como Emilio Cordero, que desde mi retorno nos hicimos grandes amigos y fue para mí, en muchos aspectos, un padre; Hugo Tolentino y, en menor medida, Juan Isidro Jiménez Grullón, sobre todo para obras de otro género.
9. Director del AGN
En mis inicios como profesor de la UASD comencé a visitar el Archivo General de la Nación, detrás de cosas diversas, sobre todo de documentos históricos que me interesaban. Yo invertí mucho tiempo en el AGN como usuario, para empaparme de lo que era la historia dominicana. Pues esta es la gran cantera para la historia dominicana y lo segurá siendo cada vez más, como es lógico seguirá cambiando como ha cambiado durante los 11 años que nosotros llevamos en la dirección. Nunca contemplé ser funcionario de ningún gobierno, ni siquiera de uno de izquierda, pero la vida me puso aquí y creo que he aportado a la gestación de un equipo que ha hecho el trabajo en beneficio del país. Desde luego, se puede hacer más, siempre se puede hacer mejor.
10. Los momentos tristes
La muerte de los padres es un acontecimiento muy duro, sobre todo de la madre, que ocurrió hace dos años. Pero uno ha vivido momentos difíciles, controversias. Pasé momentos muy desagradables en la fase última de la acción política. La muerte de amigos, sobre todo los más cercanos. En la dirección del archivo lo más difícil. Aquí, en el archivo, hay un personal que se ha preparado, y ante todo debo resaltar el agradecimiento a la gente, porque ha habido una participación entusiasta y honesta de la mayoría; pero al mismo tiempo bregar con gente es difícil y a veces hay que tomar decisiones drásticas, y hemos tenido que prescindir de algunas personas. Esos momentos son difíciles.
La guerrilla de Manolo: Un error
Me integré al 14 de Junio, era miembro de esa organización y me reconocían, pero en realidad el entorno cercano de mi padre era más de simpatía con el Partido Socialista Popular, que era el nombre del Partido Comunista. Sin embargo, aun siendo yo todavía un muchacho, no creía en la posibilidad de que el país tuviera como mecanismo principal un partido comunista, por eso creía más en el 14 de Junio como una organización más amplia, pero no me entregué a una labor militante, uno colaboraba, hasta llegar la guerrilla de Manolo, guerrilla que uno sabía que era un error. Yo sabía que era un error y así lo discutí con varios compañeros del 14 de Junio, pero eso era imposible de hacerlo entender, porque era una época de mucha exaltación y las ilusiones de creer que la Revolución estaba a la vuelta de la esquina. Después de la muerte de Manolo y sus compañeros, el 14 de Junio entró en una fase de dispersión, divisiones y debilitamiento interno. Yo me enteraba de lo que estaba pasando y me di cuenta, como la realidad mostró después, que el 14 de Junio no tenía perspectivas. Vi que se estaban matando entre ellos, había desaparecido el líder y no tenían la madurez, quizás no lo pensaba con esos términos exactos, pero era más o menos lo que yo veía. Recuerdo que Narciso Santana, hermano de mi amigo Ruddy Santana, me informó lo que estaba pasando en la cúspide del 14 de Junio. Eso me llevo a mí a la decisión de incorporarme al Partido Socialista Popular, eso fue a mediados de 1964. Entré en un organismo que estaba dirigido por el ingeniero Manuel Escobar, alias Chichirí, que era un gran luchador antitrujillista y estuvo en La 40 torturado, era del grupo de Cocuyo Mieses. Ahí nos insertamos varias personas, entre las que destacan Valentín Giró, que murió hace bastantes años; Rodolfo Pierre, agrónomo hoy día y muy orientado a las cuestiones ecológicas; Porfirio García, el exrector de la UASD y Félix Frank Ayuso, que acaba de morir. Ahí constituimos un organismo, que a pesar de estar constituido por muchachos jóvenes y del área estudiantil, nos orientamos al trabajo con la clase obrera. Nos relacionamos con el Comando Poasi, el único comando de trabajadores. En realidad ese comando fue inspirado por nosotros, a través de Mario Sánchez, que era un dirigente del partido y que era amigo y consejero del secretario general de Poasi, Marcos de Vargas. Entonces nosotros aportamos algunas armas, los trabajadores de Poasi aportaron algunas otras. Hicimos las diligencias, pusimos a la persona encargada del comando. Ahí estuvimos participando en la Revolución de Abril, en la base y en el frente, frente a frente con los norteamericanos combatimos los días 15 y 16 de junio, pero esa situación duró meses. Esos han sido los meses más intensos que yo he vivido en mi vida.
Ateo
“Nunca he sido un ateo militante, ni un antirreligioso. Es más, veo con respeto y admiración a la gente cuando son creyentes sinceros”.
Físico
“Mi tendencia era estudiar Economía, pero en realidad lo que me hubiera gustado, y ahí me quedó una frustración permanente, era Física”.
Leonte Brea
“Él fue el mentor de la Unión de Estudiantes Revolucionarios (UER), me integró y, a su vez, yo integré a otros. Recuerdo que contribuí con el ingreso de Amable Germán Aristy”.