Roosevelt Comarazamy, el hijo menor del inolvidable Francisco Comarazamy, a quien llamaban don Frank, más por cariño y respeto que por el color plata de sus cabellos y su largo ejercicio periodístico.Como él, su hijo Roosevelt eligió el camino de la comunicación, y aunque estudió y ejerció el derecho por espacio de 12 años, nunca olvidó su profesión inicial.
Más allá de la vocación y su inclinación por la comunicación, tenía en su padre un ejemplo y un maestro que le inspiró en su desarrollo profesional.
Al hablar de su desaparecido padre, a la edad de 104 años, la tristeza es inevitable y no puede controlar el llanto. Le duele su ausencia, lo extraña y aunque el tiempo todo lo cura, dice que es un vacío que nunca podrá llenar.
“Nos unía el amor de padre e hijo, pero también la admiración que yo sentía por él y su trayectoria. Me motivó verlo ejercer de la manera que lo hizo, ver su dedicación, su empeño, su honestidad. Fue una escuela para mí. He tratado de seguir sus pasos y su filosofía”.
1. De San Pedro de Macorís
Nací en San Pedro de Macorís, en abril de 1948, de mi primera infancia lo que más recuerdo es Puerto Rico, porque mi papá fue nombrado agregado de prensa del Consulado Dominicano en San Juan, Puerto Rico, al momento de yo nacer y allá nos fuimos, y regresamos cuando yo tenía como unos cuatro años. De padre y madre éramos dos hermanos; Danny, que falleció recientemente y yo, pero tengo dos hermanos más, Francisco y Ricardo, uno de madre y otro de padre, que son mayores, yo soy el más joven de todos.
2. Buena memoria
En la nebulosa de esos primeros años míos, siempre la gente dice que yo tengo muy buena memoria, y yo recuerdo, allá en Puerto Rico, mirar hacia el edificio del Hotel Caribe Hilton, que era un hotel muy grande en Las Lagunas de San Juan y caminar cerca de Las Lagunas en San Juan Puerto Rico, con mi hermano y mi papá. En ese tiempo, Puerto Rico era una aldea, prácticamente. De esa manera es que en esos primeros años recuerdo eso”.
3. De vuelta al país
Ya cuando llegamos al país, a Ciudad Trujillo, Santo Domingo, recuerdo que vivíamos en la ciudad amurallada, en la calle José Gabriel García, y recuerdo que subía a los cañones del Fuerte San José y al faro que había ahí y que iluminaba la entrada de los barcos al puerto. En esa época se pescaba mucho en el río Ozama. Entonces iba a mirar, era muy cerca del periódico elCaribe, que en ese tiempo estaba en la calle El Conde. También recuerdo que iba a ver los juegos de pelota en el estadio de La Normal Presidente Trujillo, en la pelota romántica de los sábados y los domingos. Con mucha frecuencia yo iba a acompañar a mi papá y ahí recuerdo haber visto al Licey y al Escogido que eran los equipos que jugaban en la Capital y hasta llegué a ir en 1954, al Estadio Ramfis en San Pedro a ver el partido donde las Estrellas Orientales ganaron el campeonato. Esas son de las cosas que más recuerdo de esos primeros años”.
4. Años de estudios
Yo era travieso, pero hacía las travesuras normales de los muchachos, siempre fui un estudiante de excelencia, en ese tiempo se entregaban medallas. Las notas y las medallas se entregaban los viernes. Yo ganaba casi siempre. En el colegio Santo Tomás fue donde estudié, con el profesor Yáñez y Manolín Troncoso. Estudié ahí desde cuarto hasta el octavo curso y antes me alfabeticé en el colegio San José. Eran colegios muy pequeños, ubicados en la misma cuadra de donde vivíamos en la José Gabriel García; la directora era Gloria Hermón, fue la que me alfabetizó. De ahí pasé al Santo Tomás y mis estudios de bachillerato los hice en el Colegio Don Bosco y en el colegio de La Salle.
5. En la casa paterna
La vida en la casa estuvo matizada por la presencia de muchos libros, una cantidad enorme. Recuerdo que cuando mi papá venía del periódico, vivíamos en un segundo piso, y cada vez que él venía, que escuchábamos sus pasos en la escalera, mi hermano y yo nos sentábamos en dos mecedoritas, porque él cada vez que venía tenía que encontrarnos sentados ahí. Siempre en mi casa existió el hábito de la lectura. Mi papá decía que debíamos leer aunque fueran los muñequitos en serie que se publicaban y nos preguntaba que cómo iban esas series.
6. Anotador de juegos
Desde la edad de seis años, aprendí a anotar los juegos de pelota. Tan pronto aprendí a leer y a escribir, aprendí a anotar los juegos. Después fui atleta. Comencé a jugar baloncesto con 10 u 11 años y llegué a jugar con la selección nacional. Comencé a jugar en el año 1959 y en 1966 fui a la Selección Nacional y fui miembro del quinteto de la Selección Nacional. Hice amigos de esa época, que todavía se mantienen. Ahora hay un grupo de la década del 60. De eso hace 50 y pico de años y todavía mantenemos una amistad, no tan estrecha como antaño, pero nos mantenemos en contacto y auxiliamos a cualquier compañero que lo necesite.
7. Tristeza y adversidades
Lo más triste en mi vida fue la muerte de mi mamá, en 1987, estaba enferma, y la muerte de mi papá no fue tan sorpresiva, él ya tenía 104 años y yo estaba en Londres en los juegos olímpicos. Allá me sorprendió. En el ámbito profesional, quizás el único momento de desencanto fue la primera vez que me designaron para narrar unos juegos de béisbol en los Estados Unidos y a última hora me dijeron que no iba a poder ser. La muerte de Orlando Martínez, que era mi compañero en la Revista Ahora, fue bien difícil. Sentí mucha impotencia, coraje, eran tiempos muy difíciles y prácticamente estaba iniciándome en el periodismo. Eso fue en el año 1975, yo tenía apenas cuatro años en el ejercicio. Pero después, en el plano profesional, todos han sido momentos de disfrute.
8. Abogado
Me gradué de doctor en Derecho en 1970, con lauros académicos, y entre mis compañeros de estudios estuvieron Jorge Subero Isa y César Pina Toribio, ellos fueron mis compañeros durante cinco años. Ejercí la profesión de abogado por 12 años, junto a dos grandes abogados, Federico Nina y Quírico Elpidio Pérez. Trabajé con ellos, al mismo tiempo que ejercía el periodismo. Desde que me gradué entré a esa oficina.
9. El recuerdo de los padres
Con mi mamá, la relación era de mucha ñoñería. Ella se llamaba Aura Medina; con mi papá, creo que yo era su favorito, nos teníamos mucha confianza. De él recibí muchos consejos y orientaciones. Hablábamos a diario. Él fue para mí, además de mi papá, mi mentor en la profesión. Para mí, su partida ha dejado un gran vacío, que aunque uno lo va superando y comprende que es un paso natural, no deja de doler. Si hoy soy periodista, aunque él estaba originalmente opuesto, porque él creía que como abogado yo tenía más condiciones, pero yo creo que él estaba equivocado. En realidad yo le seguí los pasos, vamos a decir que con relativo éxito. Nos unía el amor de padre e hijo, pero también la admiración que yo sentía por él y su trayectoria. Al verlo ejercer de la manera que lo hizo, ver su dedicación, su empeño, su honestidad. Fue una escuela para mí. He tratado de seguir sus pasos y su filosofía.
10. Vida familiar
Mi esposa se llama Margarita Figueroa, este año cumplimos 45 años de casados. Tenemos cuatro hijos, Roosevelt, Sandra, Francina y Frank Benjamín. La conocí cuando era jugador de baloncesto. Ella era hermana de la madrina de uno de los equipos. Nos conocimos en el año 1966. No fue muy complicado, porque había una admiración mutua desde el primer momento. En la casa, con los hijos, yo soy más apoyador, ella es más dura. Yo he sido siempre un apoyador y así he seguido siendo con mis tres nietos. Fuera del trabajo, aunque me divierto mucho trabajando, me gusta comer bien y beber bien. Entonces tengo un grupo de amigos que son buenos comensales, les gusta visitar restaurantes. Entre las cosas que más disfruto están comer bien, visitar restaurantes y descubrir sitios nuevos. Tengo amigos que nos divertimos en eso, descubriendo nuevos lugares donde comer y beber bien. Ese grupo de amigos, somos todos hombres y nos reunimos todos los viernes desde hace más de 40 años. Ese grupo se llama Los Tobis, porque no se permiten mujeres, como en los cuentos de La Pequeña Lulú.
Satisfacciones y oportunidades
He trabajado para El Nacional desde 1971, desde que entré a la Revista Ahora, hasta hoy, que me mantengo colaborando. He trabajado para periódicos extranjeros, y ahora para la Federación Internacional de Voleibol, como oficial de Prensa en Lausana, Suiza. Por eso viajo mucho. Una de las mayores satisfacciones ha sido conocer muchos países del mundo. Me siento feliz de trabajar y de ser periodista. El periodismo me ha dado muchas satisfacciones y oportunidades, no me ha dado riquezas, pero sí muchas alegrías y me ha permitido conocer nuevas personas y culturas y hacer amigos en todas partes del mundo. Lo malo de esta profesión es estar sometido a juicio por parte de terceros. El periodista, cuando emite opiniones, está sometido el juicio de terceros y no siempre va a encontrar un respaldo absoluto de la gente. Estar sometido al juicio social es, principalmente, el camino más pedregoso en el ejercicio de la profesión. Un momento inolvidable, fue haber narrado la primera medalla olímpica de oro de un dominicano en los 400 metros con valla, ganada por Félix Sánchez, en Atenas. El país se detuvo por los 47 segundos que duró la carrera y me tocó describirle al país cómo se iba desarrollando. Para mí, ese momento es histórico.
Riesgos
“El periodista, cuando emite opiniones, siempre está sometido al juicio de terceros y no siempre va a encontrar un respaldo absoluto de la gente”.
Recompensa
“El periodismo me ha dado muchas satisfacciones. No me ha dado riquezas, pero sí muchas alegrías y me ha permitido conocer otras culturas”.
Impotencia
“La muerte de Orlando Martínez, que era mi compañero en la Revista Ahora, fue bien difícil. Sentí mucha impotencia y coraje. Eran tiempos muy difíciles”.