Eduardo Fernández es un hombre sumamente afortunado, así lo afirma. Dice estar muy agradecido de Dios por brindarle tantas bendiciones en su vida. A esto le suma las diferentes etapas de trabajo que ha desempeñado en su carrera administrativa y la hermosa familia que el Señor le ha dado, su mayor bendición. A Fernández le enorgullece haber participado en varias instituciones sin fines de lucro como la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, de la cual es miembro advitam del Consejo de Directores; pasado presidente de la Fundación Dominicana de Desarrollo, la Liga Dominicana contra el Cáncer, la Cámara Dominicana de Comercio, la cual fue el primer dominicano en presidirla; Fundación Sinfonía, Falconbridge Dominicana y Fe y Alegría, entre otras.
“Pertenecer a estas entidades me causa mucha satisfacción, siento que soy un colaborador y me alegra ver todo lo que hemos logrado”, afirma.
El exgobernador del Banco Central aspira a que el país ofrezca un buen sistema de educación y salud pública, y que los ciudadanos dominicanos tengan un techo digno, no importa cuán modesto sea.
1. Niñez privilegiada
Soy hijo de una gran mujer, que me tuvo a los 20 años, mientras que mi papá tenía 42 años; había una diferencia de edad muy grande y entre ambos una atracción particularmente especial con respecto al primer hijo. Dentro de las realidades de la pareja, que era una familia modesta, yo me sentía como un príncipe, siempre me sentí que estaba bien cuidado, me mandaban a buenas escuelas y me celebraban todos mis cumpleaños.
2. Mis padres
Mi papá, Belarminio Fernández P. fue un hombre muy serio y muy honrado, era propietario de una tienda de tejidos y dentro de esa actividad comercial se distinguió. Su éxito radicó más bien sobre el factor seriedad y honradez. Y mi madre, Venecia Pichardo de Fernández, quien el mes pasado cumplió 98 años, es una mujer muy dinámica y llena de vida, de un espíritu vivo, siempre inventando algo. Ella me enseñó a no aceptar un no como respuesta, a lo que fuese. Me decía que siempre había una posibilidad de poder lograr lo que te propongas.
3. Mis estudios
Mis primeros estudios fueron en Santiago, en la escuela Ercilia Pepín. Después en una escuela pública que se llamaba Anexa La Normal. En la secundaria fui al Ulises Francisco Espaillat, donde me gradué de bachiller. Se suponía que yo fuera ingeniero civil, era la tendencia de la época, pero por la edad de mi papá, pensamos que debería estudiar Administración de Empresas o algo en ese sentido. Porque yo era quien debería sustituir a mi padre en un plazo no muy corto. La decisión final fue irme a Montreal, Canadá, a estudiar. Y allí, realmente encontré lo que yo quería estudiar: Contabilidad y Finanzas, después de cuatro años me gradué.
4. Mi primer trabajo
Después de graduarme de la universidad, acá en el país se vivía una época políticamente muy inquieta, era el año 59, entonces empecé a trabajar en Canadá, el 15 de junio de ese año, en una firma muy reconocida en el área de finanzas y contabilidad. Tenía 22 años de edad y en esa empresa laboré por cinco años, en Montreal. Desde el primer día que me fui a estudiar a Canadá yo me sentía con la obligación de regresar a mi país, trabajar aquí y poder dar un poco de lo que yo consideraba un privilegio.
5. Oportunidad extraordinaria
Trabajar en el Central Romana para mí fue como obtener un doctorado en Administración de Empresas y Finanzas; trabajé allí nueve años y mi posición fue de vicepresidente y contralor de la compañía. Yo tenía 27 años y en la compañía había 21 mil personas trabajando, incluyendo los trabajadores de la caña, era una responsabilidad muy grande. A esa edad tuve el privilegio de participar activa y significativamente en las transformaciones de la compañía.
6. Mi renuncia
A los nueve años, se me presentó una situación de mucha tensión entre los dos principales ejecutivos de la compañía, los dos ejecutivos querían ponerme uno en contra del otro, ambos me habían dado mucho apoyo en mi proceso de haber llegado a la posición que tenía, y continuar en esa situación sería desleal a uno u otro y no estaba en la posición de serle desleal a ninguno, nadie se imagina por qué. Sabiamente, un viernes escribí una carta y renuncié de la compañía. Como a la semana, el presidente de la compañía me invitó a almorzar, me preguntó que a qué pensaba dedicarme, le contesté que yo siempre estuve interesado en formar una empresa de contadores públicos, y él me dijo: “muchacho del carajo, entonces quiere decir que tú renunciaste de la compañía sin tener otro empleo”, ahí fue que me di cuenta de la realidad, él aceptó mi renuncia. Ese día mi esposa llegaba con los niños del colegio y era el último día de inscripción para el año próximo, y ella me dice: “¿qué va a pasar con los niños?”, y le contesté: inscríbelos, Papá Dios proveerá.
7. Firma consultora
A los días siguientes, el presidente del Central Romana me preguntó que si yo estaba de acuerdo en trabajar para ellos, como consultor, y le dije que sí, que por qué no. Me dijo: “Vamos a hacer un acuerdo, como consultor vas a recibir la misma paga que estaba recibiendo y te vendemos el carro por un peso y te asignamos el chofer que tenías”. Él fue el primer cliente de la compañía, era el año 73 y formamos la compañía Fernández Pellerano & Asociados. Fue junto con Félix Salvador Fondeur, y en esta misma casa nos pusimos de acuerdo, en el borde de la cama porque no había muebles, de que las ganancias serían cincuenta cincuenta, nunca se firmó un pedazo de papel, el contrato fue verbal y la acogida que tuvimos fue extraordinaria; tanto así, que si el teléfono sonaba y la discusión era quién tomaba el teléfono, el temor nuestro era que fuera un cliente nuevo, porque no dábamos abasto.
8. Gobernador del BC
En esa época gana don Antonio Guzmán la Presidencia de la República, a él lo conocía porque en los pueblos todo el mundo se conoce. Un día, recibo una nota de don Héctor Incháustegui en la que decía que el presidente Guzmán quería verme. Fui a la casa de un hermano de él, en Los Prados, y yo por poco me caigo de la silla cuando me dijo que él quería que colaborara con su gobierno, siendo Gobernador del Banco Central. Le contesté que era un honor para mí y una distinción sumamente grande, pero que yo tenía que hablarlo con mi esposa y con mi socio antes de tomar una decisión. Salí del lugar y fui donde mi mejor amigo, Manuel Álvarez Reyes, y le conté lo que me estaba pasando y me dijo: “tú eres loco si aceptas, no se te ocurra, eso es una locura”. Llegué a casa y hablé con Emma y ella me contestó: “ustedes siempre están hablando y quejándose de los gobiernos, pero ninguno hace nada. A ti te están dando la oportunidad y es tiempo de que alguien acepte y haga algo”. En la noche, mi amigo se aparece en la casa y me dice: “esta mañana hablamos algo. Eso es un disparate, hay que colaborar con el gobierno, no puede ser de otra manera, tú tienes que aceptar “, y así fue. Duré dos años en el cargo y fue una experiencia increíble, aprendí más de lo que pude ofrecerle al banco. Unos meses después de haber dejado el BC, surgió una oportunidad de ser el ejecutivo principal del Banco Popular Dominicano, puesto que me fue ofrecido por su presidente, Alejandro E. Grullón E. La experiencia durante ese tiempo en el Popular fue extraordinariamente buena y enriquecedora.
9. Fui cobarde
Habiendo estado dentro del banco por ese período me sentí privilegiado, porque el presidente Guzmán tuvo una confianza y un apoyo a mi labor que fue fuera de lo usual y en ese proceso me di cuenta de las muchas oportunidades que habían aquí en el país y cómo se desperdiciaban por falta de honradez en algunos casos, por pequeñeces y politiquería barata y después de esa experiencia, yo sentía que debía continuar en la vida política, habíamos descubierto todo un mundo de cosas que se podían hacer. Yo diría en el análisis final, que yo fui cobarde en no darle calor a ese deseo.
10. Embajador en Canadá
Varios gobernadores habían sido elegidos como embajadores en Washington. Un día Emma me dice: “mira, a ti ni se te ocurra ser embajador, yo no soy mujer de Embajada”, a lo que le pregunté que de dónde venía eso, porque a mí no me habían ofrecido ningún cargo, ni yo lo estaba procurando. Pasó el tiempo y a los dos días de haber sido elegido el presidente Mejía me mandó a llamar y me dijo : “yo necesito que tú colabores conmigo, mandándote a Canadá como embajador”, le contesté que para mí era un honor. Cuando voy y le digo a Emma que el presidente Mejía me propuso que fuera embajador en Canadá, ella sonrió, y le digo: ¿de qué te ríes?, tú me has dicho muchas veces que cuidado con aceptar cualquier cargo de esos, y me contestó: “bueno, es que Canadá es diferente”. Fueron cuatro años de mucho trabajo y muchos logros para mí y para el país también.
Soy un hombre afortunado
Afortunadamente, en quien me fijé fue en una joven vecina mía que vivía en Santiago, Emma Carolina Whipple. Es una mujer muy especial y muy bella, y moralmente aun más bella. Después de cinco años ella decidió hacerme caso.
Yo regresé a Canadá a seguir trabajando. Un día tomé el teléfono, la llamé y le pregunté que si ella estaba dispuesta a que nos casáramos, no lo pensó mucho y me dijo que sí. Le contesté: “pues bien, yo llego el día 21”, que eran dos días después. Vine para que nos casáramos desde el punto de vista legal, pero una vez aquí su familia entendió que debíamos casarnos por la iglesia. Nos casamos el primero de julio del año 61 y salimos del país el 11 de ese mismo mes.
Emma Carolina y yo llevamos 53 años de casados, es una mujer muy especial, le doy gracias a Dios por ella. Ella tuvo 15 embarazos, dentro de estos, un parto de mellizos y cinco de ellos no llegaron a término, en total tengo nueve hijos: siete varones y dos hembras. Mis hijos son la razón de ser de mi vida, no me imagino que mi vida tuviera mucho significado si no me hubiese preocupado de que tuvieran una buena enseñanza y que tuvieran un buen respaldo moral de parte de nosotros. Ellos me han dado 18 nietos.
Apoyo a mi labor
Ser gobernador del BC, fue una gran experiencia, aprendí más de lo que pude ofrecer. Me sentí privilegiado porque el presidente Guzmán me tuvo confianza”.
Pensar
“Fui un cobarde por no lanzarme a la política, pero por otro lado haberlo hecho hubiera sido muy irresponsable dentro de la carga familiar”.
Anécdota
“Una tía desesperada con lo necio que yo era, me llevó donde el pediatra y le dijo: yo lo que quiero que usted me diga es si ese muchacho es loco o es normal”.