“¿No saben cuál es el ayuno que me agrada? Romper las cadenas injustas, desatar las amarras del yugo, dejar libres a los oprimidos y toda clase de yugo”. Is. 58: 6.
En Cuaresma o cuando tenemos alguna petición especial al Señor, solemos ayunar, un excelente sacrificio, siempre que nuestras acciones estén alineadas con él.
El ayuno es una herramienta hermosísima que Dios nos ha enseñado, como ofrenda y en atención a alguna intención en busca de su favor; nos ayuda a preparar, a purificar nuestro cuerpo y nuestro espíritu.
Ahora bien, el Señor nos dice en Isaías que el ayuno es aún más que eso: “Compartirás tu pan con el hambriento, los pobres sin techo entrarán a tu casa, vestirás al que veas desnudo y no volverás la espalda a tu hermano” (Is. 58: 7). Más adelante, nos plantea la recompensa: “Si das al hambriento lo que deseas para ti… El Señor te confortará en cada momento” (Is. 58.10,11).