Al doctor Palacios no le apena llorar, es más, durante esta conversación lo hizo varias veces, algo que lo reveló como un hombre de gran sensibilidad humana. Haber vivido con ciertas comodidades no le impidió reconocer y condolerse de aquellos menos afortunados, y cuantas veces puede tiende su mano a quienes la necesitan. Está convencido de que el país merece contar con una sociedad más justa y de que la Medicina y la Educación no pueden ser mercancías, algo por lo que dice luchará con todas sus fuerzas para que esta situación cambie. En el plano personal, su mayor orgullo son Paloma, Pamela y Palma, las tres hijas nacidas de su matrimonio con Maritza Colón. A pesar de la muerte física de sus padres, afirma que los siente a su lado y que cada día trata de continuar por la senda que ellos siempre desearon para él.
1. A caballo
Yo soy un ciudadano campesino, yo nací a caballo. Nací en Anamuyita, Higüey, en la finca de mi padre, para ir al pueblo había que ir a caballo, por eso digo que nací y me crié a caballo y sigo a caballo. Mi papá se llamaba Eustaquio Palacios y mi madre Carlita Carpio. Somos cinco hermanos, yo soy el penúltimo, el último se llama Roberto Palacios, que trabajaba ganadería, el mayor está en Higüey, se llama Rubén, nunca nos hemos desvinculado de la propiedad de la tierra. Mi padre era un hombre muy fuerte en lo que era el cumplimiento del deber. En casa no se daba eso de tenerle miedo al campo, a las vacas o a la oscuridad, ni al trabajo. Era fuerte en el trabajo, había que trabajar todos los días.
2. Gente de trabajo
Mi padre criaba ganado. Tenía finca de ganado, eso era lo que hacíamos toda la vida. A las cinco de la mañana teníamos que estar en los corrales ordeñando, aunque estuviera lloviendo. Nos levantábamos muy temprano, a las cinco de la mañana. En esa parte de Anamuyita llueve mucho, porque está en la falda de la loma de la cordillera Oriental y en esa parte la lluvia era constante, había que ponerse unas botas de goma, cogíamos los bidones, los mulos, los caballos y llevábamos la leche, muy temprano. Tomábamos el desayuno tempranito, un desayuno fuerte; víveres, chicharrón, leche, un almuerzo fuerte y a las doce y media nos íbamos a la escuela, regresábamos a las seis de la tarde. Además, teníamos que preparar mucha comida para los cerdos, porque también criábamos cerdos. Los domingos en la tarde jugábamos béisbol en un potrero.
3. Un padre católico
Mi padre era un católico militante, todos los años, de cada establo, le daba una becerra a la Virgen, y en una ocasión yo le dije: “papá, yo creo que es injusto que le demos todos los años dos becerras a la Virgen, mejor vamos a matarlas y vamos a repartirlas a la comunidad”. Él me regañó y me dijo que las becerras de la Virgen eran sagradas. Yo tenía que ir a la misa todos los domingos y un día le dije a mi papá que yo había escuchado al padre Rafael Escala decir que “los pobres están más cerca de Dios”. Él se quedó callado y se fue. Venía el 21 de enero, que era la fecha en que se hacía la corrida de los toros para llevar los toros a la Virgen, y entonces me llamó y me dijo: “habla con Patricio y con Dermi, (que eran dos hombres que trabajaban con mi papá), vayan a Anamuyita y busquen dos de las mejores becerras, mátenlas y dénselas a la comunidad. Había un barrio que se llamaba Batey de Yagua, donde vivía mucha gente pobre, y ahí se hizo. Desde entonces, eso se hace cada año, en cada una de las fincas. Con el tiempo se han ido uniendo otros ganaderos. Fue un acto muy importante que marcó la vida de mi padre, porque a partir de ese momento nos hicimos grandes amigos. No teníamos límites en las conversaciones.
4. El estudiante
Recuerdo al profesor Porfirio Peña y al profesor Ulises Cedeño, que fue quien me alfabetizó, un hombre con muchos valores humanos. Al terminar el cuarto de primaria, que era el que se cursaba en Anamuyita, me trasladé a Higüey, a hacer el bachillerato, que lo hice en dos años. Entonces, ahí surgieron otras cosas. Mi papá quería que yo tuviera los valores de la época, que yo pusiera un almacén en el pueblo y que siguiera trabajando en la finca, y yo le dije que no, que yo iba a ser médico. Después quería que yo fuera abogado y le dije que no, que yo sería médico y que sería psiquiatra.
5. El comunismo
Me comencé a vincular con el movimiento estudiantil, con las ideas de la izquierda. Mi papá era amigo de Secundino Gil Morales y de Johnny Gil Valle, quienes compraban ganado en la zona. En eso me vinculo con la dirigencia del Partido Comunista Dominicano y eso cayó en mi casa como una bomba. Aunque yo era hijo de un terrateniente, había un segmento de la sociedad que vivía en condiciones muy precarias.
6. El médico
Había en Anamuyita, un señor que se llamaba Santiago Cedeño Peña, que era como el médico del campo. Tenía un maletín muy bonito y en ese maletín tenía jeringuillas, penicilina y esas cosas. Entonces comencé a ser curioso con el tío Santiago. Él iba a visitar a los enfermos y los inyectaba. Eso por un lado; por el otro, nosotros también teníamos que inyectar el ganado y aprendimos a hacerles los partos a las vacas. Todo eso me influyó bastante.
7. El psiquiatra
Yo tenía algunas preocupaciones muy grandes por el cerebro humano y por la inteligencia de los animales y de los seres humanos. Yo, por ejemplo, bregando con el ganado, observé que el ganado te llega a conocer, y si tú entras a una finca de doscientas cabezas de ganado, ellos te huelen y si tú eres extraño, rugen, hacen un gesto terrible de rechazo, de alerta; pero así mismo, a ese toro terriblemente bravo, cuando le pasas un cepillo por el pelo, él te acaricia. Me llamaba la atención esa comunicación que se daba entre el ser humano y ese animal. Ese nivel de empatía entre ambos me llamaba la atención. Esas observaciones de un muchacho campesino, hoy, desde el punto de vista neurocientífico tienen explicación. Después que conocí el cerebro humano, me volví un fanático acerca de su composición. Todo eso me fue llevando espontáneamente al campo de la psiquiatría.
8. Recuerdo triste
Yo estuve en Praga, Checoslovaquia, después que terminé mi carrera de médico. Allí me vinculé en un laboratorio de investigación de Neuropsiquiatría, compartí habitación con un médico palestino, Patricio; él terminó su carrera y se fue a Palestina y allá lo mataron. Él tenía una niña y después la niña se comunicó conmigo. Ese es uno de los recuerdos más tristes que tengo.
9. Decepción
Cuando me formé como médico, nunca pensé que a estas alturas de mi vida yo iba a estar ejerciendo la Medicina como se ejerce en la República Dominicana. Creo que es una vergüenza para el país y para la humanidad, que una madre llegue a la emergencia de una clínica con un hijo, que puede ser tu hijo, y que le digan que su hijo está muy grave, pero que tiene que buscar 25 mil pesos para internarlo. Ese es un acto descarnado y vergonzoso, indignante e inaceptable para mí. No concibo que la Medicina sea una mercancía vulgar.
10. Adiós a los padres
Mi madre era una mujer hermosa, mi padre era higüeyano, tenía fincas, ella murió de cáncer de páncreas, a los 74 años. Yo no sufrí, porque le di apoyo, ya yo era médico. Mi padre murió a los 94 años, pero yo todavía hablo con ellos, en el sentido de que yo sé qué es lo que ellos quieren que yo haga y eso trato de hacer.
Conociendo las desigualdades
A mi casa fue a vivir un joven de Arizona, perteneciente al Cuerpo de Paz, y de noche él y nosotros hablábamos mucho de lo que era la propiedad de la tierra y en eso hicimos una reflexión, sobre lo bien que vivía una vaca en el establo, porque mil tareas de tierra, eran para 100 cabezas de ganado, entonces una vaca tenía más tierra que muchas familias y había una población muy alta de campesinos que no tenía tierra. Este muchacho del Cuerpo de Paz y algunos amigos del Partido Comunista Dominicano, y algunos compañeros del Liceo, comenzamos a ver que había una muy mala distribución de la tierra en el país.