“Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”. Is. 26. 3.
Jesús contempló con tristeza a Jerusalén y llorando por ella exclamó: “Si en este día comprendieras tú lo que puede conducirte a la paz” (Lc. 19. 44). Jesús advertía el lamentable final al que lleva el no escuchar la voz de Dios.
Mis queridos lectores, tener cubiertas nuestras necesidades materiales nos puede dar tranquilidad, saber que estamos sanos nos da tranquilidad, pero ser conscientes del amor y la protección de Dios, clamar y sentir la unción del Espíritu Santo, eso realmente nos da paz.
De buena manera lo explicaba Pablo a los romanos: “…el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz”. (Rom. 8.6).