“No es fácil convivir con un visionario cuando eres práctica y racional”

Haydée Kuret de Rainieri es una mujer segura y realista, que sin embargo, no dudó en hacer suyo el sueño de su esposo Frank, y a pesar de que más de uno apostaba al fracaso, ella no solo estuvo a su lado, sino que asumió el reto y abordó la…

Haydée Kuret de Rainieri es una mujer segura y realista, que sin embargo, no dudó en hacer suyo el sueño de su esposo Frank, y a pesar de que más de uno apostaba al fracaso, ella no solo estuvo a su lado, sino que asumió el reto y abordó la nave hacia la aventura, quizás viendo más por los ojos de su esposo que por los de ella misma. En este diálogo, la expresidenta de Asonahores recuerda sus años de infancia, los días felices de su adolescencia, las inolvidables veladas en el Colegio Santo Domingo, sus esfuerzos por convertirse en profesional, pero sobre todo, cómo de manera inesperada Dios le puso en el camino a su esposo Frank, la llegada de sus tres hijos y la realidad de un sueño ubicado en el Este del país y que lleva por nombre Puntacana.

1. Días de infancia
Nací en Santo Domingo, entonces una ciudad pequeña en la que los niños jugaban en las calles, aún a prima noche,  al topao, pisa colá, brinca la soga, trúcamelo, etc. Mi infancia transcurrió entre San Carlos y La Restauración, el colegio La Candelaria y el Santo Domingo, jugando o patinando en la plazoleta del Alcázar de Colón, misa en la iglesia de La Altagracia o las Mercedes; Editorial Duarte y Pol Hermanos para la compra de útiles escolares, los hamburguers y helados de agua de coco y uva de playa de Los Imperiales, las películas de los cines Independencia, Leonor  y Rialto y jugar a la oficina en las escaleras del edificio donde vivía. Recuerdo de manera especial, que cuando iba al cine con mi amiga Pilar Beras Goico, al bajar de nuestros apartamentos, nos quitábamos las medias y las guardábamos en la cartera. ¡Nos sentíamos grandes! Me imagino hoy cómo nos veríamos con unos zapatos de trabillas ¡y sin medias!

2. Familia unida
Mi familia directa, solo tres: papi, mami y yo, rodeados de abuelita, tíos y primos que me permitieron conocer y disfrutar del verdadero sentido de la familia. Era una familia muy unida.

Elías Kuret, papi, hijo de emigrantes libaneses, era una persona muy cariñosa y un gran apoyador. Era administrador del hospital psiquiátrico y los sábados recuerdo acompañarlo al hospital. Siempre me asombró durante las visitas a los diferentes pabellones, su trato cordial hacia los pacientes, a quienes llamaba por sus nombres, y el cariño con que éstos le correspondían, a pesar de sus limitaciones mentales. Luz Elenia Pacheco, Cesita para todos y mami para mí, nació en La Romana, de padres puertorriqueños que vinieron a trabajar al central azucarero con la Puerto Rico Sugar Company. Todos decían que en su época, era una de las muchachas más bonitas de La Romana. Tenía manos de ángel para la costura -cosa que no heredé- y como hija única, fui la niña de sus ojos hasta que mis hijos nacieron y yo pasé a un segundo lugar. Desde que me casé vivió con nosotros y fue un gran apoyo para mí.

3. Los años de adolescencia
De mi adolescencia guardo los mejores recuerdos. Las veladas navideñas del colegio Santo Domingo, nuestros paseos a la cafetería del Supermercado Nacional los viernes después de clases, las caminatas hasta el Vesubio del Malecón, encuentros juveniles en el Centro Javier, el coro de la Iglesia Santísima Trinidad (aunque nunca he podido entonar), los bailes de quince años en el Country Club, las fiestas de fin de año en el Club Naco, y sobre todo, las fiestecitas en casas de familia. Pero lo más hermoso es que todavía hoy, 42 años después de graduadas, mantenemos comunicación y no hay un día que nuestro grupo no reciba un correo electrónico con los cumpleaños del mes, el fallecimiento de familiares, cuentos, noticias, chistes, oraciones de apoyo. Y lo mejor, además de las reuniones para celebrar los aniversarios de graduación, las Seniors’71 nos reunimos varias veces al año y hacemos un fin de semana anual en Puntacana, en el que no falta un show preparado por las “artistas” del grupo bajo el grito de “Motín a Bordo”.

4. Una persona especial
Me casé en mi primer año de universidad, sin estarlo esperando ni considerando. Simplemente Papa Dios puso en mi camino a una persona especial que no me dió opción. Fue por ello precisamente, que cambié de carrera pasando de Economía a Física, por el horario de clases. Han transcurrido 40 años desde entonces y cada día doy infinitas gracias a Dios por haberlo puesto en mi camino. Es mi premio mayor. Como en toda pareja, hemos tenido altas y bajas pero siempre ha habido admiración, respeto y, sobre todo, amor.

He sido una persona muy afortunada al tener un compañero que me ha ayudado y que ha colaborado con mi realización personal, ha respetado mis decisiones y me ha apoyado siempre. No es fácil convivir con un visionario cuando eres esencialmente práctica y racional, pero quizás por eso hemos logrado un gran equilibrio. De Frank admiro su humildad, perseverancia, honestidad, transparencia y capacidad de trabajo. ¡ Si tuviera que dar una puntuación a mi matrimonio, no dudaría en darle un 100!

5. La maternidad
Dicen que la maternidad cambia a las personas. Yo tuve a mi primer hijo a los 19 años y el tercero a los 23. La verdad, entre clases en la universidad, trabajo y acompañar a Frank en eventos sociales y de trabajo, no creo que tuve mucho tiempo para asimilar a conciencia lo que un hijo significa en la vida de una persona. Eso sí, estaba  muy consciente de la responsabilidad que significaba y simplemente  hice lo que toda madre hace: amarlos, educarlos y dedicarles el mayor tiempo posible. Paola nació en mi segundo año de universidad, salí de un examen a la clínica y menos de una semana después, tomaba los finales.

Con Francesca estuve dos meses en cama y Frank iba cada viernes a casa de una compañera a recoger los apuntes de clases. Cuando nació, perdí el último parcial de historia, que tuve que tomar después del final, a pesar de mi alto promedio. Con el embarazo de Frank Elias cursé mi último semestre e hice mi tesis. Cuando me gradué, mis tres hijos ya habían nacido. Mis hijos han sido mi mayor alegría, pero quienes cambiaron mi vida han sido mis nietos.

6. Experiencias de trabajo
Fui profesora de primaria en el Colegio Calazans y de la Universidad Pedro Henríquez Ureña, gerente de los productos de belleza Revlon y relacionadora pública de J. Gasso Gasso y del Teatro Nacional, y finalmente empresaria turística. Pero pensándolo bien, mi mejor y más difícil experiencia profesional ha sido trabajar junto a mi esposo, no porque sea difícil per sé sino porque a veces pierdo la línea entre el jefe y el esposo.

7. El valor de los recuerdos
Recuerdos tristes solo los relativos a familiares y amigos que se han ido. Todo lo demás son problemas y dificultades momentáneos que al final, nos ayudan a crecer y ser mejores personas. Alegres… Muchos!!! Cada día es una alegría y cada persona nos da algo positivo. Lo importante es disfrutar el momento y apreciar lo bueno de cada persona.

8. Una gran satisfacción
Ver a mis hijos convertidos en adultos, personas honestas, responsables y trabajadoras y sobre todo, padres responsables y amorosos.

9. Con los pies sobre la tierra
Yo no soy una soñadora y quizás por ello adopté el sueño de Frank: Puntacana, y lo hice mío. Lo hemos compartido y trabajado juntos y no me arrepiento. Nunca me he puesto metas, nunca he pensado llegar aquí o allá, lograr esto o aquello. Voy caminando, encontrando cosas que quiero o decido hacer y busco la vía por la que creo lograré hacerlas. No compito con nadie ni me fijo si los otros lo han hecho mejor o peor. Siempre he tenido presente y respetado mi compromiso conmigo misma para obtener lo mejor de lo que Dios me ha dado y ha puesto en mi camino. Siempre he creído que nada es tan difícil como parece, ni tan fácil que sin trabajar podamos lograrlo, por eso, simplemente he trabajado con ahínco y pasión en todo aquello que me ha tocado o he elegido hacer.

10. Un deseo
Quisiera que al pensar en mí, mis hijos pensaran en dar de sí.

Una experiencia enriquecedora

El ciclón David. A raíz de su paso, formamos el grupo Acción, compuesto en su gran mayoría, por jóvenes entre 15 y 22 años, que desde septiembre a diciembre 31 del 1979, llevó alimentos y materiales de construcción a remotos campos de Baní. Cada semana trabajábamos preparando las fundas (unas 1,500 semanales) que cada sábado en camiones, llevábamos a las familias junto a los materiales de construcción. Ese 31 de diciembre me quedé en casa y Frank se fue con los muchachos. Regresaron cerca de las 9 de la noche, exaltados y felices y como todos éramos vecinos, nos quedamos reunidos un buen rato en casa. Nos contaron que, aunque la mayoría no esperaba que fuéramos un 31 de diciembre, habían preparado un brindis y comida para recibirnos en cada comunidad que visitábamos. Fue el 31 más bello que recuerdo. Aprendí a través de gente humilde y necesitada, lo que nuestra religión nos enseña: compartir lo que tenemos, no lo que nos sobra.

Positiva
Cada día es una alegría y cada persona nos da algo positivo. Importante es disfrutar el momento y apreciar lo bueno
de cada persona”.

Aprendizaje
Aprendí a través de gente humilde y necesitada, lo que nuestra religión nos enseña: compartir lo que tenemos,
no lo que nos sobra”.

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