Wilson Gómez Ramírez nació en Barahona, en una familia numerosa, hijo de una maestra, que además de madre, se convirtió en su profesora. Fue ella, quien le abrió el mundo del conocimiento y de la disciplina, le inculcó el amor y el respeto por la educación, a tal grado que cuando se imaginó de adulto, se vislumbró como un educador, movido, quizás, por la admiración que despertó en él la tesonera labor de su madre. De niño fue muy tranquilo y serio, a temprana edad mostraba un carácter firme y una gran determinación.
Luego, descubrió otra pasión: el Periodismo. Estaba decidido a estudiar comunicación, algo a lo que su padre se opuso tajantemente, por las muertes de periodistas durante el llamado régimen de los 12 años de Joaquín Balaguer.
Es entonces, cuando inspirado por el valor y determinación con que los abogados defendían a los presos políticos, que decide estudiar Derecho.
Hoy, el magistrado del Tribunal Constitucional, puede afirmar con satisfacción que ha alcanzado las metas que se ha propuesto, pues es abogado, periodista, locutor y durante mucho tiempo, gracias a su formación profesional, también impartió docencia.
1. ¡Wilson, no Quico!
Nací en Barahona el día ocho de diciembre de 1953. Soy el segundo de ocho hermanos. Mi nombre completo es Wilson Silfrido Gómez Ramírez, tuve un apodo hasta los diez años; yo mismo lo eliminé, en verdad no me gustaban los apodos y decidí no responder a nadie que me llamara “Quico”, cuando dí respuesta era para que me llamaran Wilson.
2. Ocho hermanos
Soy hijo de Lucas Gómez y Francisca Ramírez. Mis abuelos paternos, José Gómez y Fidelina Féliz y maternos, Francisca Ramírez y Manuel Guzmán. Mis padres tuvieron ocho hijos, José Manuel, Luz Albania, Ludys Esther, Lucas Francisco, Ramona Altagracia, Sandra Margarita, José Enrique y yo.
3. Ejemplo de fe y rectitud
A mi madre la defino como un ejemplo de persistencia y fe, maestra con la vocación más pura, que se inició en 1956 como maestra en el Batey Central de Barahona, caminó los campos de la provincia y ya con sus ocho hijos obtuvo el título de licenciada en Pedagogía en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña y se especializó allí mismo en educación especial y se convirtió en la directora de la Escuela de Sordomudos. A mi padre, un empleado del Ingenio Barahona, lo defino como un referente de seriedad y rectitud, reconocido como una persona de mucha vergüenza y dignidad.
4. Juan Bosch
Recuerdo que cuanto tenía la edad de ocho años, en 1962, conocí al profesor Juan Bosch en el municipio de Enriquillo, él visito la casa de mi bisabuela, cercana a la residencia de un señor de nombre Guarionex, me llamó la atención aquel señor blanco de ojos muy azules alrededor del cual la gente se aglutinó, a él le resultó simpático un primo mío al cual abrazó y cargó… para mí ese contacto visual y lo que luego fui conociendo de esta figura excepcional determinó una simpatía de por vida.
5. Madre y maestra
Tuve el privilegio de recibir las primeras lecciones escolares de mi propia madre, o sea, ella fue mi primera maestra… la acompañé en su trajinar por la zona rural y no olvido como se expresa un río cuando baja, el estruendo es impresionante… luego comprendí el adagio o refrán: “Cuando el río suena, es porque agua trae”; vivimos la experiencia de correr de un lado a otros antes de que el río “La Vija” (por sus aguas de color marrón) bajara en el paraje “La Boca de los Arroyos”. No olvido a mi admirada maestra Margarita Tezanos de Patnella, me impactó por su manera de impartir docencia, se entregaba en cada lección y al corregir los exámenes resaltaba con un bolígrafo rojo las faltas ortográficas con sus grafías tan elegantes como ella.
6. Monaguillo
Fui monaguillo desde los doce años en la iglesia parroquial. Los domingos se bautizaba, yo ayudaba al sacerdote en la pila bautismal, pasaba los elementos eclesiásticos, en fin, participaba de cuatro a cinco bautizos… los demás monaguillos, salvo mis amigos Enrique, Manolo y yo, ayudaban cuando acudían gente que se advertía que no iban a dejar ninguna propina… No obstante, cuando los padrinos eran Américo Melo y Manuel Castillo, reconocidos por su generosidad a dar propinas, entonces querían integrarse al oficio… eso determinó que, en ocasión de ser padrino don Américo, yo propusiera que Manolo fuera presto y tomara los cinco pesos que él solía dejar y que corriera, saltara la pared del patio de la parroquia y nos esperara para el reparto en casa de mis padres (que por supuesto nunca supieron nada al respecto), mientras Enrique y yo desestimulábamos la persecución, exclamando “eso no es nada… tal vez el pobre Manolo tenía alguna necesidad”.
7. Farmacia
Desde los diez años, cursando el cuarto curso de primaria, comencé a asistir en las tardes, los sábados y en las vacaciones, mañana y tarde, a la Farmacia Cury, propiedad del doctor Constantino Cury (tinito); esto me hizo pensar alguna vez estudiar Farmacología, pero cuando pensaba en las materias química, física, matemáticas, etc., me aterraba. Luego, fui corresponsal periodístico de Noti-tiempo y colaboraba con Radio Mil, el Listín Diario y El Nacional de Ahora, y no resultó con el Caribe porque don Arturo Industrioso no dio respuesta a mi propuesta para reportar la actividad deportiva de la región, todo esto ocurría cuando tenía 15 años de edad. Por esto pensé estudiar periodismo, entonces mi padre opuso una resistencia insuperable por los riesgos de la época y ya yo había vivido experiencias no agradables como corresponsal. Finalmente, estudié Derecho, inspirado en el trabajo de varios abogados que asumían la resuelta defensa de los presos políticos del régimen de Balaguer y yo quería tener esa posibilidad, de ahí que, una vez graduado, incursioné en la actividad gremial siendo presidente de la Asociación Dominicana de Abogados (ADOMA), en dos oportunidades, y presidente del Colegio de Abogados de la República Dominicana, en igual número de ocasiones, desde esas instancias, junto a un formidable grupo de profesionales del Derecho, hice mis aportes.
8. Secundaria
Recuerdo mis años en la secundaria con nostalgia… aunque yo era un estudiante con cierta complicación, pues comencé a trabajar en la entonces única emisora con que contaba la provincia, Radio Barahona, cursaba el llamado primer teórico, tenía que iniciar la programación diaria que salía al aire a las 5:00 de mañana y yo permanecía como locutor de turno hasta las 9:00, o sea cuatro horas, entonces tenía que integrarme a las clases y con frecuencia me tocaba participar de pie, pues no había suficientes butacas en las aulas del liceo “Dr. Federico Henríquez y Carvajal”.
9. Al Tribunal Constitucional
Llego al tribunal luego de ejercer la profesión durante casi 30 años, ya como abogado independiente o como Registrador de Títulos del Distrito Nacional, Coordinador Nacional de los Registradores y Registrador de Títulos de San Cristóbal, y finalmente Director Nacional de Registro de Títulos, participando activamente en la comisión que redactó los diferentes reglamentos y normas complementarias a la Ley de Registro Inmobiliario.
10. El rol de padre
Soy el padre de cuatro hijos: Wilson, Manuel Enrique, Lohendy Claritza y Lucas Guarién. Yo soy duartiano, como tal soy optimista, apuesto al futuro, imploro al Todopoderoso y a la Virgen del Pilar que me mantengan la buena salud para seguir sirviendo a la Patria hasta ver desaparecer las amenazas que siempre han persistido contra nuestra soberanía, nuestra independencia y nuestra libertad. Consagraré mis esfuerzos a las causas nobles, a seguir colaborando con mi natal Barahona, con el Instituto Duartiano, del cual soy vicepresidente y seguir publicando libros.
El abogado visto por los demás
Lo mejor de la profesión, es que te abre las puertas para servir a las personas con honradez y rectitud de conciencia… te da la oportunidad de probar que la abogacía bien entendida y aplicada es una hacedora de seguridad y puede propiciar la armonía y el entendimiento entre las personas… Lo peor es que un abogado consciente de los alcances de su compromiso asume los problemas de los demás, y hasta el estado de infortunio de los otros… la gente acude a la oficina del profesional del derecho y allí pasa la carga, ésta la asume el abogado y partir de entonces opera el estrés, causante de los problemas de salud que con frecuencia tiene este profesional. Empero, lo peor es convivir con el descrédito de muchos egresados desprovistos de compromiso ético, quienes tan solo procuran una patente para procurarse “a como dé lugar”, ventajas económicas, peor aún todavía sin encontrar una estructura disciplinaria que ejerza una función cónsona con la gravedad de esta situación.
Profesión
“Un abogado consciente de los alcances de su compromiso asume los problemas de los demás, y hasta el estado de infortunio de los otros”.
Compromiso
“Consagraré mis esfuerzos a las causas nobles, a seguir colaborando con mi natal Barahona con el Instituto Duartiano”.
Compromiso
“Consagraré mis esfuerzos a las causas nobles, a seguir colaborando con mi natal Barahona con el Instituto Duartiano”.