No es de sorprender que nuestro Estado sea irracionalmente más grande cada vez y que por tanto las recaudaciones no sean suficientes como alegan las autoridades, pues por una parte el gasto es cada vez mayor, por otra son cada vez más numerosos los empleos públicos y subsidios para mantener la base clientelar que sustenta el control político de ese gigante Estado y más se tolera la informalidad como parte de un silente entendido entre las autoridades y algunos ciudadanos de ni tú me tocas ni yo te toco.
Por eso el ya añejo escándalo de corrupción por la compra de los aviones Tucanos no había tocado a nadie en este país y si ha resurgido el tema, no es precisamente por interés de nuestras autoridades, sino porque las acciones contra la corrupción que se están dando en Brasil, unidas a las denuncias que había hecho el gobierno de los Estados Unidos de América, provocaron que por decisión propia o complaciendo requerimientos internacionales, la Procuraduría General de la República desempolvara el expediente e iniciara la investigación.
Con razón o sin ella el pueblo ha interpretado que la reciente remoción de su cargo del exprocurador Francisco Domínguez Brito, persona que gozaba de la confianza de las autoridades norteamericanas, está relacionada con esta investigación lo que solo el tiempo confirmará si era cierto o no. Pero debemos darnos cuenta que no solo se trata del caso puntual de la escandalosa compra de los aviones a la empresa brasileña Embraer por un precio significativamente superior al ofertado por suplidores norteamericanos, sino que este no es más que un eslabón de una cadena de corrupción que se erigió como el modelo de compras con financiamiento adoptado por los gobiernos del PLD.
En los 12 años de administración de dicho partido no solo ha habido una apabullante concentración de construcción de obras por la hoy sentenciada empresa constructora brasileña Odebrecht, sino que probablemente de todas las contrataciones internacionales de obras, bienes y servicios realizadas por el Estado dominicano, una importante mayoría ha estado en manos de los brasileños.
Y no solo esto, el modelo político populista de subsidios y programas sociales, no fue únicamente asumido por nuestros gobiernos, sino que los propios asesores artífices del mismo, hoy día apresados en medio de la investigación por corrupción del caso Lava Jato, fueron contratados aquí.
Evidentemente que eso no se debe a que de repente descubrimos que solo los cariocas eran los mejores constructores o proveedores de bienes y servicios, o que era el Estado mejor administrado, sino que lo que probablemente impulsó esta inaudita expansión fue que nuestras autoridades decidieron hacer suyo un conveniente modelo que no solo les garantizaba financiamiento para cuestionadas compras, sino que además permitía que algunos ganaran jugosas comisiones.
Por eso el aumento en la percepción de la corrupción que ha acontecido en nuestro país en los últimos años, no porque necesariamente haya habido menos control o mayor impunidad que en gobiernos anteriores, sino porque gracias al aumento del financiamiento externo los montos de transacciones públicas y posibles comisiones son mucho mayores. Esperemos que los Tucano no se queden ocultos en las Amazonas de donde son oriundos y que sean la punta de lanza para cuestionar no solo una viciada compra, sino todo un insostenible modelo clientelar de inspiración carioca que alimenta la corrupción, el cual debería estar siendo tan cuestionado aquí como lo está siendo en Brasil; pero para eso haría falta tener un poder judicial y legislativo independientes y eso, penosamente cada día lo tenemos menos.