Llega el traspaso de mando con su carga de diversionismo, soliviantada por las especulaciones ante la posibilidad de que el Presidente haga cambios en su gabinete.
Como de seguro el discurso “a la nación” dejará a quienes lo escuchen esa sensación de deja vu, de anuncios ya conocidos, hay en el aire un manejo para que los ”cambios” tengan el impacto que no tendrán las repetitivas ofertas presidenciales.
Las historias sobre eventuales “cambios” de gabinete subirán a crónicas de primer plano, como si esa vuelta de maroma gatopardista que es cambiar para que todo siga igual, tuviera algún impacto.
Lo importante no son los nombres o las caras de los funcionarios, o los aburridos ceremoniales de la ocasión sino las políticas públicas que reivindiquen derechos sociales y económicos conculcados, reduzcan sustancialmente la pesada deuda social que sobrecarga al pueblo, e impulsen el desarrollo sostenible e incluyente.
Lo esencial es que independientemente de las caras de los funcionarios, el gobierno desarrolle políticas para que dejemos de estar a la cola de América Latina, en materia de calidad de la educación, como ha reconocido en estos días el ministro de Educación, Carlos Amarante Baret.
Políticas para que el sistema de salud deje de ser una calamidad pública; la seguridad social le sirva para hacer llevadera la vida a la gente, al final de su vida laboral, y la seguridad ciudadana sea rutina y no chepa.
No importa quiénes sean los incumbentes, si hay provisión de agua corriente y potable en los hogares; un sistema eléctrico eficiente y tarifas razonables. Si el gobierno lidera la organización del transporte público, el saneamiento ambiental junto a los ayuntamientos y Sanidad, entre otros servicios públicos que debe devolver el Estado a la gente por el pago de impuestos.
Más que nombres de funcionarios debe interesarnos un relanzamiento del sector agropecuario, impulso a la agroindustria y apoyo a las micro, pequeñas y medianas empresas; medidas que conviertan al estado en un facilitador y no en un obstaculizador de la iniciativa privada.
Necesita el pueblo que el gobierno corte por lo sano el círculo vicioso despilfarro=déficit+endeudamiento desbordado, y lo convierta en un círculo virtuoso ahorro-equilibrio y calidad del gasto.
Más que quién va a los cargos se requiere una política de transparencia en la gestión del gobierno para que, por ejemplo, las investigaciones del escándalo de la OISOE no sean detenidas sino profundizadas, y que todos los funcionarios públicos cumplan con la Constitución y las leyes sobre previsiones anticorrupción, empezando por entregar a tiempo sus declaraciones jurada de bienes.
Políticas públicas para que en virtud de que el presidente de la República controla los poderes Legislativo y Judicial, contribuya a que esos poderes del Estado estén al servicio de la sociedad y no sólo de sus designios.
Necesitamos que reaparezca el gobierno y sus instituciones, porque según se informa a diario todo lo hace, inaugura, entrega, otorga, facilita, da, etc., Danilo, como si no existiesen ministerios, direcciones, institutos, etc.