Con esta nueva entrega pretendo iniciar una serie de artículos sobre empresas que han logrado sobrepasar generaciones. Muchas veces, la impresión que tenemos de los empresarios es la de las revistas que se dedican a la economía. Portadas glamorosas que reseñan el éxito de hombres de empresas.
Una de estas revistas en su portada definía a un grupo importante de empresarios como capitanes. Eso me trajo a la memoria un comentario que durante la crisis bancaria del 2003 me hacía un colaborador, “no lo envidio, a las cinco de la tarde me voy a mi casa y usted aún está aquí hasta altas horas de la noche y en estos momentos de crisis económica tiene la responsabilidad y obligación de buscar los salarios de todos nosotros”. No sé si los empresarios seremos capitanes o esclavos de nuestro trabajo.
Hay que recordar que no somos la perfección que muestran esas portadas de revistas, con poses rebuscadas. Somos personas que fracasamos, que aprendemos de nuestros errores, que perdemos el sueño con los problemas del diario vivir, tenemos éxito en desarrollar nuevos productos y nuevas estrategias, también tenemos fracasos que no sólo nos hacen perder dinero sino que nos mortifican frente al hecho de no poder cumplir con las expectativas de nuestros consumidores.
Hacer que una empresa sobreviva en el tiempo y logre tener éxito a pesar de las diferentes generaciones no es tarea fácil. Hay que pensar en el esfuerzo que hace falta para poner de acuerdo a accionistas, ejecutivos y colaboradores hacia un fin común, que es la rentabilidad de la empresa y la aceptación de los productos y servicios que ofrece al consumidor.
En las empresas familiares el reto es aún mayor, ya que es necesario tener claro que una cosa es la empresa y otra lo es la familia.
El caso de la empresa a la que nos referimos hoy, Implementos y Maquinarias (IMCA), ha logrado cumplir setenta años con una de las reglas fundamentales de éxito empresarial. “Ganarle a la competencia”.
Agosto 22 del 1945, recién terminada la Segunda Guerra Mundial, poco capital, poca confianza en un pequeño país del Caribe. Inicia vendiendo molinos de vientos, bicicletas, insecticidas para mosquitos, bombas de aguas y más luego, por lo que ha sido ampliamente reconocida, la venta de los equipos Caterpillar y John Deere, y posteriormente sus equipos de renta, camiones y lubricantes.
Hay que imaginar lo que serían los años de post guerra y cuánto debió haber sido la confianza que en su promotor, Rafael Esteva Menéndez (Don Fello), debieron poner, no sólo el grupo de amigos que confió en él, sino mucho más marcas de renombre internacional que confiaron en un pequeño mercado como era el nuestro en esos años.
Tan importante fue el trabajo de Don Fello como el de los dos presidentes que lo sucedieron, su hijo Jaime Esteva y ahora su nieto Pedro, así como ya hay bisnietos en la empresa, logrando lo que debe ser el sueño de todo promotor de empresas: que estas perduren de generación en generación.
IMCA no es sólo líder en el mercado de los productos y servicios que ofrece, sino que tiene una visión clara de la responsabilidad empresarial, siendo un pilar en el apoyo a diferentes programas de educación. El más importante, a mi entender, es el apoyo al Politécnico Loyola, en la formación de técnicos tan necesarios para nuestro país.
En la educación primaria y secundaria está el apoyo a la Escuela Santo Domingo Savio, iniciativa de las madres del Colegio Santo Domingo, donde Doña María Alicia Troncoso de Esteva, junto a otras madres y el apoyo de Implementos y Maquinarias fueron los ángeles que llevaron educación a una población olvidada.
A Pedro Esteva, su actual presidente, que sin duda tendrá la visión de llevar hacia adelante la empresa, adecuándola cada vez más a las necesidades del desarrollo del país y cumplir con la misión de “ejecutar una estrategia de crecimiento sostenible y rentable para llegar a ser el distribuidor dominante de la región, reconocido como el mejor distribuidor de su clase”, y a los accionistas y sus colaboradores, nuestras felicitaciones en estos setenta años de sueños, de sudor, ilusiones, competencia, dificultades, de lágrimas, pero definitivamente de éxitos.